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miércoles, 15 de diciembre de 2021

Sin halcones en la política argentina

 

En los últimos meses, América Latina está siendo noticia por los procesos electorales que se dieron lugar en varios países de la región. Las buenas noticias no abundan. El ascenso de un comunista en Perú, la ratificación de las recurrentes irregularidades venezolanas, la consumación del fraude en Nicaragua y los vaivenes argentinos son un saldo que no deja demasiado margen para el optimismo. 

Frente a los casos perdidos de Venezuela, Perú, Honduras y Nicaragua solo queda entusiasmarse un poco con los resultados de Chile y Argentina. En ningún caso se trata de conclusiones definitivas pero pueden alimentar cierta esperanza. La victoria parcial de José Antonio Kast en Chile implica que la racionalidad no se ha fugado definitivamente del país más maduro de la América hispana. Tras décadas de estabilidad y crecimiento pero a merced de una izquierda incansable y de una derecha acomplejada, están en riesgo de rodar al precipicio. Ahora se abre una expectativa alentadora: desandar el camino de la confrontación y la violencia que se había apoderado del país trasandino. Aunque el nacionalismo de Kast no suena como música a los oídos de los argentinos, es dable festejar sus posibilidades electorales. 

“Argentina ya nos ha robado suficiente territorio a los chilenos. Espero que el Gobierno se ponga firme frente a los delirios expansionistas de la izquierda radical argentina #LaAntartidaEsChilena” son declaraciones del candidato que en la Argentina no han sido bien recibidas, en especial porque si algo no tiene el país, son “delirios expansionistas”; muy por el contrario, Argentina  acordó ceder territorio a Chile en oportunidad del conflicto del Beagle, una disputa territorial sobre la determinación de la traza de la boca oriental del canal Beagle, que afectaba la soberanía de las islas ubicadas dentro y al sur del canal, y al este del meridiano del cabo de Hornos y sus espacios marítimos. Resignar territorio en favor de los vecinos no es una práctica habitual  entre estados y Argentina lo hizo; debieran los chilenos reconocernos el gesto, al menos.

Sin embargo, y más allá de aquel comentario desafortunado, Kast es una buena noticia para la Iberosfera. Significa un límite para el desvarío populista, los delirios marxistas que germinan en su país, y también significa el fin de una administración timorata. Sebastián Piñera ha sido un conductor complaciente con el desbarranque chileno, un millonario culposo, un “derechita cobarde”. Es de esperar que el ballotage consagre a José Antonio Kast presidente de Chile para el bien de Chile y de la región. 

Lo de Argentina no es tan sencillo. Lo bueno es que el gatopardismo de las fuerzas que dicen enfrentar al kirchnerismo está quedando expuesto. Lo malo es que en las fuerzas que enfrentan al kirchnerismo solo hay gatopardismo político. 

Para empezar, hay varias lecturas de las recientes elecciones legislativas pero una es dato: a pesar de la buena y cuantiosa prensa que tuvieron las expresiones libertarias, la izquierda trostkista sigue siendo la tercera fuerza a nivel nacional, duplicando sus votos respecto de la elección anterior; claramente, muy lejos del segundo, pero es un dato de la realidad a tener presente para no perder la perspectiva, como también hay que registrar que un tercio del país (y 1 de cada 4 porteños) sigue siendo kirchnerista. 

Como oposición al oficialismo sigue habiendo una sola fuerza con representación nacional: Juntos por el Cambio, el espacio creado por el ex presidente Mauricio Macri donde abrevan sus incondicionales, cada vez mas diezmados; los radicales, cada vez más envalentonados y más de izquierda; independientes, peronistas y algunos liberales. 

Cuando el peronismo quedó al descubierto como un movimiento de masas y de poder sin ideología ni escrúpulos, inventó una capciosa fórmula de subsistencia: los buenos peronistas y los malos peronistas. A simple vista, la castigada opinión pública encontró alguna razonabilidad en ese esquema. Daba la casualidad de que los malos siempre eran los que estaban gobernando y los buenos siempre eran los que, por alguna camorra interna, habían quedado en el banco de suplentes. 

En este concepto se atrevieron (porque si algo tiene el peronismo es ser atrevido) a auto titularse “peronismo republicano” cuando un niño de escuela primaria sabe que el peronismo es la antítesis de república. El peronismo es arbitrario, inmensamente tolerante, sino amigo entrañable de la corrupción, devoto del estado grande y el intervencionismo, defensor de la falacia de la igualdad y del estado de bienestar, populista, corporativo, tercermundista y, esencialmente, hostil a la libertad en cualquiera de sus expresiones. La pregunta es qué parte de esta descripción tolera el calificativo de “republicano”. 

Además, no es un detalle menor recordar que ese sector, a los que algunos “opositores” pretenden lavarle la cara, está liderado por Miguel Ángel Pichetto, un kirchnerista histórico a quien le debemos, entre otros favores, la última década de carrera política sin tropiezos de Cristina Fernández ya que todo ese tiempo él evitó, desde la presidencia del bloque kichnerista del Senado, el desafuero de la ahora vicepresidente para que la justicia pudiese avanzar en su juzgamiento.

Pero acá no terminan las angustias para los argentinos. Parece cierto aquello de que la manzana podrida pudre al resto porque quienes nacieron a la política impolutos, los macristas, se han copiado la trampa de los peronistas: descubierta por la sociedad su infinita tibieza y su carencia de ideología, se acaban de dividir en dos: los buenos de Juntos por el Cambio y los malos de Juntos por el Cambio, donde los malos actualmente están en la gestión y los buenos, en el banco. Ellos se hacen llamar “halcones y palomas” dando a entender que los tibios son los que gobiernan y los bravos son los suplentes. 

Cabe también recordar que entre los suplentes, los duros e inflexibles, está el propio Mauricio Macri, el Piñera argentino, el socio del PP español; está Patricia Bullrich, que se negó a firmar la Carta de Madrid contra el globalismo marxista del Grupo de Puebla y quien demoró treinta segundos en bajarse de la interna partidaria no bien se sentó a negociar cargos y espacios de poder con la “paloma” Horacio Rodríguez Larreta, actual jefe de gobierno porteño, cuya figura se vislumbra como candidato presidencial de ese espacio. Para los críticos de María Eugenia Vidal, un curso on line de ciencia política básica afirmaría sin margen de error que ese era el momento de frenar su ascenso, que Bullrich lo tuvo en sus manos y que lo descartó vaya uno a saber por qué otros objetivos. 

¿Con qué peronismo republicano y macrismo duro quiere engatusar al público la casta política? Patricia Bullrich, personaje de pasado guerrillero y una cintura política para cambiar de partido que envidiaría la misma Paloma Herrera, utilizó pasajes oficiales para viajar al interior del país a hacer proselitismo y acaba de sugerir la identificación de los “no vacunados” casa por casa como medida oficial para paliar los supuestos efectos sociales del covid; ni Gollán se atrevió a tanto ¿De qué diferencia hablan? La conducta es una sola, el autoritarismo es una forma de entender el ejercicio del poder y el delito o el pecado es robar, mentir o engañar, no importan el volumen o la magnitud.

No hay un Kast en Argentina, ni un Abascal, ni un Trump. No hay halcones en la política argentina. No hay ningún político que esté dispuesto rechazar el status quo. Las opciones que hacen fila no quieren cambiar el sistema; quieren reemplazar a los que están para subirse ellos a los privilegios de casta. Ojalá los argentinos lo vean y sigan reclamándole a sus representantes un cambio de rumbo y no solamente de sombrero.





Macri insólito

Cuando se trata de reunirse con Mauricio Macri, Pablo Casado se siente como en casa. Ambos transitan una feroz interna partidaria, paradójicamente, con personajes que ellos mismos inventaron; están en medio de una dura pulseada por sendos liderazgos y esas rencillas internas los tienen atrapados sin poder ver el bosque.

Porque el bosque es la agenda globalista que avanza a paso firme y sin descanso tanto en Europa como en la América hispana. Por eso preocupa que no rechacen con vehemencia las imposiciones de la izquierda. Los problemas internos de sus armados políticos y la imposibilidad de resolverlos evidencian falta de liderazgo. Sus reparos para definirse ideológicamente evidencian tibieza, dos carencias con las que es difícil encarar proyectos de envergadura.

En su reciente visita a la Argentina, el titular del Partido Popular español se ha reunido con el ex presidente Mauricio Macri y con el actual jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta por separado aunque pertenecen a la misma coalición, para no dejar dudas de que el enfrentamiento entre ambos por estas horas es, como decimos los argentinos, “a cara de perro”. 

En su breve paso por Argentina, el político español tuvo tiempo para las contradicciones. Se fotografió firmando un documento en el que propone una “alianza por la libertad”, se expresó contra el Grupo de Puebla en un evento organizado en su honor en los salones del Club Español pero en lo concreto, evitó manifestar sus preferencias en el proceso chileno. Curioso, porque la situación de ese país tiende peligrosamente a parecerse a la de España, donde gobierna una alianza entre el socialismo y el comunismo chavista. El candidato de izquierda Gabriel Boric pelea la presidencia de Chile aliado al partido comunista frente a José Antonio Kast, un conservador de derechas. A la pregunta de si festejaría su eventual triunfo, ensayó un tibio “Ahora estamos aquí festejando en la Argentina el futuro triunfo del PRO”; tan políticamente correcto que empalaga. Su socio argentino estuvo aún peor ya que, frente al mismo micrófono, respondió “Voy a festejar lo que a los chilenos los ponga contentos”. Es decir que, de consagrarse un régimen marxista-friendly en el país vecino, Mauricio Macri festejaría. Impresionante.

Ninguno de quienes se retrataron escribiendo contra las izquierdas que asolan nuestras regiones quiso o se animó a definirse a favor del candidato que, sin remilgos, propone un decidido rechazo a los lobbies de la agenda globalista; en suma, un monumento a la tibieza. No se puede encontrar mejores exponentes de la “derechita cobarde” que estos agentes del cualquierismo ideológico. 

Pablo Casado viajó a la Argentina a proponer una alianza por la libertad. Loable, pero esa gesta ya está en marcha desde el 26 de octubre de 2020, fecha en que nació la Carta de Madrid, un esfuerzo de la Fundación Disenso que, con el liderazgo político del diputado español Santiago Abascal, constituyó una explícita denuncia de las organizaciones de izquierda en Iberoamérica considerándolas una amenaza para la democracia liberal y frente a las que propone una decidida resistencia. Desde entonces, la iniciativa ha cosechado numerosos apoyos internacionales, de México a Chile o Argentina, políticos, intelectuales y personalidades de todos los ámbitos se fueron sumando al compromiso de frenar el embate empobrecedor y esclavizante de la izquierda.

Pero la resistencia se practica en la incomodidad del llano, en el barro, en la calle no en los cocktails de las ongs y frente a las cámaras; se pelea en la perseverancia, con las herramientas que haya, en la convicción de que se no se eligen las alternativas sino entre las alternativas y que si se declama la defensa de la libertad, esencialmente, hay que ser valiente. 

Ni la Iberosfera ni España se sacudirán el yugo de las izquierdas que se les han infiltrado en las entrañas con personajes tibios. Tampoco podrán solos, por eso la propuesta del Foro de Madrid es inspiradora, porque entiende que la dimensión del peligro excede las mezquindades partidarias. La invitación a luchar por nuestra libertad sigue abierta. Una vez más, vale aquella frase con la que Abascal cerró su intervención a propósito del vertiginoso crecimiento de Vox en las urnas: porque esta batalla no es para cualquiera, para los dispuestos a sumarse, “Bienvenidos a la resistencia”. 


lunes, 8 de febrero de 2021

Imprevisión y Juntos por el Cambio

                       (Nota publicada en Infobae el viernes 5/1/21)


Los economistas se han puesto de moda y hoy llenan páginas de publicaciones y minutos de televisión hablando del PBI, de la emisión monetaria y del déficit primario (temas importantísimos todos) pero ninguno alude a los otros déficits que pesan sobre los argentinos y que también son actores protagónicos de la postración argentina. La imprevisión es uno de ellos y, en gran proporción, el que nos trajo hasta la situación dramática en la que nos encontramos. 

 

En una descripción del cuadro de situación actual, sería redundante mencionar la pésima performance de la Argentina en materia sanitaria en cuanto a su desempeño frente al tema de la pandemia, desastre solo equiparable a la que estamos teniendo en la provisión de vacunas y el operativo de vacunación. Además, la gestión Fernández-Fernández (la denominamos así para obviar la estéril tarea de definir el porcentaje de cuánta responsabilidad de gestión le cabe a cada uno) lleva un año sin resolver los gigantescos problemas económicos que arrastra el país y que se resumen en un concepto: la escasez, esto es la falta de casi todo en infinidad de planos. Hay millones de personas cuyas necesidades oscilan entre comida, agua, cloacas, trabajo, vivienda, salud, educación y/o seguridad.

 

Muchos se espantan comprobando el hacinamiento y la marginalidad que se vive en varias provincias argentinas pero se acostumbraron a los señores feudales que las gobiernan desde hace décadas. Las diferentes administraciones nacionales convivieron con ellos, negociaron con ellos, repartieron cuotas de poder y de negocios con ellos mientras los medios de comunicación los retrataron inaugurando faraónicas obras públicas o, al menos, cortando cintas, transmitieron carreras desde autódromos dignos de países ricos anclados en provincias sin cloacas, con casinos más propios de Las Vegas que de distritos con 80% de empleados públicos y 50% de indigentes. 

 

Vaya una mención especial al otro germen de este entramado siniestro: los empresarios de la construcción, que hicieron y hacen posible la farsa y el robo. 

 

La imprevisión, un rudimento que parece abstracto y lejano, ha jugado un papel clave en el desarrollo de la vida política nacional y vuelve a jugarlo en este año electoral. Los argentinos padecemos de seria imprevisión frente a las consecuencias que inevitablemente tienen los actos; sin embargo, no hacemos esa conexión y luego no nos privamos de sorprendemos por los efectos y nos preguntamos qué ha fallado. 

 

Descartando mala fe, con escaso rigor analítico se pretendió instalar que el Cambiemos es “kirchnerismo de buenos modales”. Ser superficial es una carencia del intelecto; una incapacidad del juicio, una torpeza del conocimiento; es la imposibilidad de reconocer matices, es ver la vida en blanco y negro y es, también, una forma más sencilla de vivir: lo que no es A, es B y listo. 

 

Según el científico Lair Ribeiro, la inteligencia es la capacidad de hacer distinciones; y sí; distinguir matices abre el abanico del pensamiento, lo hace más complejo y demuestra que los parecidos son, en todo caso, eso; parecidos. 

 

El exitoso joint-venture electoral conformado por el macrismo y los radicales que en la gestión resultó un fiasco (evento probado por los hechos), puede haber votado leyes y acompañado decisiones ejecutivas espantosas (realidad también demostrada empíricamente) pero aún eso no lo hace esencialmente lo mismo que el kirchnerismo. “Esencia”, noción asociada a la filosofía y el derecho natural que escapa a la comprensión y el conocimiento de algunas disciplinas pero imprescindible si se pretende entender y conducir al hombre y, por extensión, a la sociedad.

 

Para quien tenga la capacidad de analizar minuciosamente y con objetividad, ni el peronismo de las últimas décadas llega a ser lo mismo que los K. Entonces, quienes repiten esa fórmula y tienen la capacidad de influir sobre el público, están arrastrando a una equivocación masiva y están pecando de una gran imprevisión. 

 

Porque, aceptados los adefesios llevados adelante por la actual oposición, cabe listar aquello de lo que no fueron capaces y, por tanto, lo que los diferencia del oficialismo.

 

Cambiemos no es lo mismo que Cristina y Alberto por muchas razones, no solo por su estética ni sus modales, que tampoco son temas menores; no solo porque no hizo abuso de la cadena nacional (o sea de un método de imposición de su relato político que implica la certeza de que el otro debe escucharnos y de que el estado puede usar la fuerza contra el ciudadano bajo cualquier circunstancia, en un sentido claramente autoritario del ejercicio del poder); Cambiemos no es kirchnerismo de buenos modales porque, a pesar de su espantoso desempeño en materia económica y de los posibles favores que habrían recibido algunos amigos a lo largo de la gestión, nadie ha probado que fueran una asociación ilícita; nadie los filmó contando fajos de dinero, pidiendo favores ni revoleando bolsos llenos de moneda extranjera. 

 

Cambiemos no es kirchnerismo de buenos modales porque no es genéticamente destructivo, no responde filosóficamente a la acción política del enfrentamiento permanente enancado en la noción de amigo-enemigo y a la consecuente estrategia de aniquilamiento del adversario; porque no firmó acuerdos con estados considerados terroristas; porque no persigue jueces ni acusa sin pruebas. Y porque ninguno de sus funcionarios estuvo involucrado o sospechado del asesinato de ningún miembro del ministerio público ni de persona alguna. Por estas cosas, entre otras, Cambiemos no es simple, ligeramente “kirchnerismo de buenos modales”. 

 

Cambiemos es un engendro pseudo-político sin identidad ideológica, timorato, hartantemente tibio, que supo capitalizar y desperdiciar en tiempo record las ganas de cambio del electorado. Es “buenismo” tonto que no distingue entre negociar, ceder y entregar, que detesta la competencia, sobre todo de neuronas, y por eso va eligiendo colaboradores en escala de expertiz descendente. ¿Podrá cambiar? ¿Podrá reconocer que el método que los llevó a la cima del poder fue también el que lo destronó? ¿Podrá animarse a elegir otras políticas y otras personas y entender que la decadencia argentina está atada al sistema político que heredaron, usaron, engordaron pero no ayudaron a cambiar? ¿Podrá reconocer errores? No se sabe. Habrá que mirar lo que hace porque lo que dice suele sonar bien pero ya sabemos que nunca alcanza. 

 

La supervivencia del peronismo responde a su capacidad de incorporación de distintas corrientes de pensamiento, lo que le falta a Juntos por el Cambio. Creció como una fuerza filo social-demócrata más radicalismo y ahí se estancó. Aceptó peronismo vergonzante y liberalismo no explícito en dosis homeopáticas pero sigue expulsando gente. Lo hizo con Massa en su momento y ahora lo hace con los liberales sin entender que el desplazado no se queda inmóvil fuera del tablero sino que sigue incidiendo; dado que continúan en carrera, la pregunta es dónde los prefieren, si al lado o enfrente. Con esta actitud de contumaz ceguera, es legítimo facturarle, también, la diáspora de elementos republicanos que, no teniendo cabida en el armado opositor, buscan participar con opciones propias que, indudablemente, debilitan el espectro rival para alegría del oficialismo.

 

Paradójicamente, son los primeros en elogiar a líderes como Angela Merkel. ¿Habrán leído que su candidatura surgió de una coalición de partidos? De ser por ellos Churchill hubiese sido repudiado cuando privilegió la derrota de Hitler a costa de ciertas concesiones en materia política. 

 

Eso, en cuanto a la dirigencia. Pero a los ciudadanos también nos queda reflexionar sobre la imprevisión. Todo el espectro no kirchnerista debe reconocer el punto crítico en el que el país se encuentra; muy probablemente un punto de inflexión y acá viene la necesidad de tomar decisiones mirando más allá de la coyuntura. 

 

Si en los próximos meses el voto del no kirchnerismo se dispersa favorece al oficialismo. Y si eso pasa y los Fernández-Fernández obtienen las mayorías parlamentarias que tanto codician, no aleguemos mala suerte. La imprevisión habrá ganado otra importante batalla. 

 

Tras el desgaste de una gestión más que mala, el kirchnerismo podría perder entre 3 y 4 bancas clave en el Senado y recudir su quórum propio a un agónico 37. De las 24 bancas que están en juego, le corresponden 15 y las 9 restantes, a Juntos por el Cambio. ¿No es el momento de fortalecer el bloque opositor? ¿Habrá mejor oportunidad en el futuro particularmente incierto que se presenta para los próximos meses?

 

Es un deber de Juntos por el Cambio entender la gravedad del cuadro y bloquear sus mezquindades. Porque como en algún momento reunieron el 41% de las preferencias, le cabe el deber de convencer al resto de los opositores a unir fuerzas para enfrentar lo peor de la política argentina; pero para eso es preciso atraerlos, no con cargos para luego neutralizarlos sino con acciones que deriven en auténticos cambios. Y para eso JxC debe correr del centro de las decisiones a aquellos dirigentes que fracasaron estrepitosamente, que en la actualidad hacen reacio, con toda lógica, el voto por esas mismas caras y debe desistir de las políticas que tampoco dieron resultado. Será posible un acuerdo amplio solo sin las caras y las herramientas de la ruina que hicieron posible el retorno del kirchnerismo. Menos estado, menos gasto público, menos amigos y más capacidad técnica, menos populismo, menos “cualquierismo” y más firmeza, más convicciones, más liberalismo político y económico.

 

Si esa premisa se da la oposición, en ese caso entendida como un solo conjunto, tiene la inmensa responsabilidad de asumir que está en sus manos prever el futuro cercano para evitar lamentos posteriores. No buscar una confluencia amplia sería una imprevisión absoluta, que nos costará las próximas décadas mientras hoy, sumidos en la sesesperanza, los mayores se mueren y los jóvenes se van. Como decía Machado: “Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora. Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora”