Los argentinos tenemos mucho más
afecto por mirar hacia atrás que por proyectar nuestro propio futuro. No
estaría del todo mal si esa nostalgia por el pasado nos ayudara a no repetir
errores; eso, en política al menos, no es el caso.
Así como hemos permitido que la
demagogia, el intervencionismo estatal y el populismo se transformaran en
práctica habitual de cualquier administración, no estamos prestando merecida
atención al feroz y latente enfrentamiento en la fórmula presidencial que,
hasta hoy, tiene más intención de voto: Scioli-Zannini. Las diferencias que
ambos encarnan, por conocidas, no debieran parecernos menos peligrosas.
En 1972, la violencia que anidaba
en la sociedad argentina se hizo explícita cuando el general Perón decidió
volver al país tras su largo exilio. En un hecho de vandalismo inusitado, el
aeropuerto de Ezeiza se convirtió en un campo de batalla y marcó el inicio de
una época a la que el adjetivo de “sangrienta” le queda chico. Dos vertientes
del peronismo se enfrentaron entonces y ese episodio marcó el destino nacional
del siglo.
Hubo terrorismo y represión; hubo
muertos, sangre y dolor por décadas. Luego la política intentó componer los
estragos en una sociedad que no supo aceptar que de ciertas catástrofes nadie
sale indemne y que el concepto de “justicia” nunca es absoluto porque la
pacificación implica resignación y perdón de ambos lados.
Y vino el kirchnerismo a azuzar
rencores. Y a aprovecharse de ellos. Y alimentaron viejos y nuevos
enfrentamientos; los que ahora conviven en el oficialismo que, cuando reconoció
su incapacidad para mantenerse en el poder tras la salida de Cristina
Fernández, no dudó en apelar a la popularidad de quien nunca fue considerado
uno de los suyos: Daniel Scioli.
Por eso en este punto de la
historia sería útil identificar semejanzas y reconocer que el kirchnerismo puro
conserva muchos de los violentos del ’70 entre sus huestes. Justo los que no
responden a Scioli, sino a Zannini. Porque quienes acompañaron hasta acá al
actual Gobernador de la Provincia de Buenos Aires son, en su gran mayoría,
peronistas equivocados pero calmos y, vaya coincidencia, no cuentan con la
simpatía de “los otros”. Dos bandos, dos estilos, dos objetivos y un solo
espacio: el poder.
Los jóvenes y no tan jóvenes de
“La Cámpora”, agrupación nacida alrededor del hijo de la actual presidente y
futuro diputado nacional, se han hecho fuertes en la cancillería, los juzgados
nacionales, el Congreso y organismos claves como el registro de armas o la
Inspección de Justicia, organismo que controla la totalidad de las sociedades
que se forman en el país.
De triunfar en las elecciones del
próximo 25 de octubre, las huestes del gobernador Scioli, a quien dieron
escasísima participación en el armado de las listas de legisladores de modo que
tendrá pocos aliados en ambas cámaras, estarán atrincheradas en el Ejecutivo
Nacional. Se comenta que también le dejarían el manejo el ministerio de
Economía lo cual, ante el legado kirchnerista traducido en déficit, cepo,
inflación, pobreza y desempleo, no se sabe si es una concesión o una trampa.
Esta es la foto de lo que puede
ser un futuro gobierno de Daniel Scioli. Con final abierto, por supuesto, pero
con una certeza: el kirchnerismo no negocia ni retrocede. Aprovecharon la
figura del gobernador, simplemente; se juntaron exclusivamente por el objetivo:
quedarse. De ellos debiera aprender la oposición si está dispuesta a honrar esa
mayoría popular que no quiere la continuidad K.
Tal vez no sea función del
ciudadano común reparar en lo que puede venir pero sin duda es exigencia de la
oposición que, misteriosamente, omite cualquier referencia a este peligro. No
se trata simplemente de la recurrente mención del “país que nos merecemos” y de
la necesidad o la voluntad de “un cambio” que no terminan de definir en qué
consistiría. Es mucho peor que eso si continúa el kirchnerismo. Nos espera no
solamente el atraso económico que ya es endémico; no solamente el maltrato a
quien disiente, que también es endémico. Nos espera el atropello institucional
de Venezuela más la violencia narco de México. Y nos espera el enfrentamiento
interno con los violentos detentando los resortes del poder y la justicia.
Buenisimo Mary, es tal cual, realmente la situación mete miedo, tenemos una década del 70 a la vuelta de la esquina, lo mas curioso es que muchos no lo ven, entendería que fueran pibes de la secundaria, pero no, algunos ya peinan canas y parecen haber olvidado todo eso. Patético. Saludos.
ResponderBorrar