Dres. Zaffaroni, Arslanián, Pinedo y Gil Lavedra entregando a CFK el proyecto de Código Penal. De pie, Dr Zannini
Alguien tiene que cargar con la ingrata tarea de decir
lo que la gente no quiere escuchar. Y, si se trata de una sociedad adolescente
y malcriada a fuerza de gobiernos populistas que durante décadas le endulzaron
el oído con falacias, tanto peor. Los políticos en la Argentina saben muy poco;
de hecho vienen cada vez más iletrados pero aterrizan en la lucha por el poder
con un experto en marketing político bajo el brazo que les susurra cómo ganar
elecciones.
Eso lo copiaron del primer mundo. Como suele ocurrir,
toman la receta incompleta. La preparación personal previa y los equipos de consulta
que se necesitan para el después, quedan en el tintero. Así, como Dios los trajo al
mundo en materia de proyecto, encaran gestiones para una sociedad que viene escuchando desde hace
setenta años del peronismo y sucedáneos “Vos no tenés la
culpa de nada. El país se hizo pelota solo. El responsable de la decadencia es
otro”.
Contenta y satisfecha la ciudadanía, exultante cada
domingo de votación creyendo que la magia de la urna resuelve por sí misma los problemas, se
volvió experta en silbar cuando aquellos a los que elige resultan torpes,
indecentes, ladrones, corruptos y/o incapaces. No conformes con su propia
performance en materia electiva, cuando los mismos que fracasaron y/o los
defraudaron cambian de partido, los siguen para volverlos a votar en la
hipócrita creencia de que el envase modifica el contenido.
En este sentido, hay casos emblemáticos que ilustran
la conducta esquizoide del votante medio. Allá por 2008, miles de personas marcharon
indignadas por la avenida del Libertador de la capital para manifestar su rechazo
a la famosa “Resolución 125”, entendida como un avance desmedido del estado
sobre el sector agropecuario. En 2013, quien fuera el inspirador de aquella
salvajada, el entonces ministro de Economía Martín Lousteau, fue masivamente
votado por millones de porteños para representarlos en el Congreso Nacional.
No es el único caso. Para hacer honor a la verdad, los
inventores del salto en garrocha en términos políticos fueron los peronistas.
Allá por los ´90 hizo punta Patricia Bullrich. Si bien obtuvo una ininterrumpida beca dentro de la estructura del estado, su trascendencia política ha sido siempre escasa; por suerte. La catarata
vino después. Pero el punto digno de reflexión no son los caraduras que buscan
sobrevivir en el mar de chantas en que se ha transformado la política toda,
sino la reacción del público.
Es asombroso constatar los halagos que arrancan una
sarta de individuos que hemos visto recorrer el espinel del peronismo en todas
sus variedades, con lo que eso implica: menemistas con Menem, duhaldistas con
Duhalde, sciolistas con Scioli y kirchneristas con los Kirchner; son figuras
que han desfilado por los permeables medios de comunicación locales explicando
cómo se sale de las crisis que ellos mismos provocan.
La izquierda argentina, cuya representación crece por
falta de opciones válidas más que por una legítima coincidencia ideológica del
electorado, ha sido históricamente estatista y autoritaria y, por ende, simpatizante
de las dictaduras de izquierda. No engañan a nadie hoy cuando se identifican
con Maduro porque lo hicieron aún antes de las elecciones. Ni cabe tampoco indignarse
con su apoyo a cualquier estatización. Son izquierdas con banderas de
izquierda. No usan careta para promover políticas aberrantes y perimidas.
Para una mente razonablemente crítica, tampoco es opinable
el papel demoledor que ha jugado el peronismo desde que alumbró en la escena
nacional. Porque es una fuerza que sabe y mucho de persecución política y de arbitrariedad, de
desprecio por la ley y de corrupción y ni siquiera se ha tomado la molestia de
disimular. La ostentación del delito es un tic netamente peronista.
Entonces, aplaudir a quien critica a Aníbal Fernández
es tan útil como vibrar de emoción con los juicios anti kirchneristas de Julio Bárbaro
o de Jorge Yoma. O de Marcos Aguinis, que con una mano empuña la pluma con la
que fustiga al sistema por inmoral y con la otra cobra una jubilación de
privilegio, precisamente una de las baratijas más vergonzosas de ese sistema y reflejo
de la connivencia transversal de la clase dirigente argentina.
Pero cuando Federico Pinedo dice que Guillermo Moreno “se hace el malo pero es un tipo simpático”, se abstiene de denunciar el
empujón a la justicia que promovía el ministro Alak por ser “su amigo personal” o colabora con el oficialismo en el intento de destrozar el Código Penal vigente ¿en qué se diferencia de Luis D´Elía destilando veneno contra la “puta
oligarquía”? ¿No espera el pueblo que esa oposición que se vende como distinta sea
un dique de contención frente al “puto populismo”?
¿Sirve de algo que Sanz y Stolbizer compitan a ver
quién dice más calificativos agraviantes contra los K en público y luego voten la
“profundización del modelo” acompañando los adefesios kirchneristas en el
Congreso? ¿Suma el civilista-penalista Ricardo Gil Lavedra hablando mal del
gobierno frente a las cámaras y trenzando con sus esbirros en las comisiones
demoledoras de nuestros códigos?
¿Vale un cospel que cualquiera de ellos acompañe a la ciudadanía en las marchas de
protesta callejeras cuando son brazos incondicionales de esa corporación
política que apila privilegios? En el fondo ¿no se siente uno un poco tonto
defendiéndolos?
No me mate, amable lector. No mate al mensajero por el
mensaje. Yo no los inventé. Ni siquiera colaboré en sentarlos en las bancas que
ocupan. Como mucho puede acusarme de mal gusto por describirlos.
Sencillamentd brillante. Aplusos
ResponderBorrarGracias!
Borrar¡Felicitaciones, María Zaldívar!
ResponderBorrargracias!
Borrar¿Sirve de algo el aplauso a la escritora de este excelente post si también el mundo liberal acompañó a Menem con una perversión y ansia de poder incontenible?. ¿Sirve poner en evidencia el deterioro general de la clase política y dirigencial de La Argentina, un país en extinción, cuándo solo damos un recetario de miserias y sabemos que el mercado por si solo no resuelve el problema de 12 millones de pobres y en aumento?
ResponderBorrarSí todo sirve, más cuando los valores tradicionales están en decadencia y los quieren cambiar para peor.
El liberalismo no acompañó a Menem, sino apenas algunos liberales. El mundo demuestra que el mercado dentro de un estado chico organiza sociedades más sanas.
BorrarSirve decir la verdad. Mi responsabilidad es poner la mirada sobre lo q está mal, señalar e intentar del público una reflexión conjunta ya q la política no lo hace.
Estoy totalmente de acuerdo, tengo 74 años y he vivido y padecido todo la era "peronista populista" , nuestra nación esta podrida y embelezada con el facilismo, creo que no hay solución ha este declive permanente y moriré sin llegar ha ver un resurgimiento, Peron nos hizo "MIERDA".
ResponderBorrar"El facilismo" es un excelente resumen de nuestra dolencia colectiva. Gracias x asomarse a mi trabajo y hacer su aporte
BorrarQué pluma carajo !!!!. Excelente María. Sólo permíteme ser pesimista. El populismo continuará hasta que la población deje de ser " dependiente ", ya sea por pobreza , o por falta de formación. Sin educación no tenemos destino.
BorrarJajaja gracias! y si en algún punto he sonado optimista, se trata de un enorme malentendido...!!!
BorrarExcelsior !!! como siempre Mary !!
ResponderBorrarJajaja! Gracias!
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