En la práctica
cotidiana de su característica más saliente, la superficialidad, los argentinos
impiden que el cambalache del que hablaba Discépolo pierda vigencia. Eso,
sumado a la adolescente costumbre de buscar en otros la responsabilidad por lo
que nos pasa, hacen un “combo” lamentable que deja a la intemperie lo peor de
nosotros. Es que si algo ha hecho bien el kirchnerismo es, precisamente,
exponer lo peor de cada uno.
Comparar el griterío
que se produjo de manera espontánea alrededor de Kicillof con el episodio que
vivió el periodista Nelson Castro en un bar de la calle Santa Fe es como sumar
peras y jirafas, y llamar “escrache” a cualquiera de estos incidentes es una
burrada. Los pasajeros de Buquebus lo único que hicieron fue aprovechar la
rarísima circunstancia de tener acceso a un funcionario de este gobierno, para
decirle en la cara la opinión que tienen de él. No fue organizado, nadie
convocó a nadie; simplemente se inspiraron cuando vieron volviendo del
extranjero al señor que por televisión les revolea el dedito frente a sus
narices y pontifica sobre la argentinidad y el patriotismo de gastar en el
país; ese señor que, además de sermonearlos, los destrata cada vez que les
prohíbe disponer de su dinero. Ese día hubo una coincidencia de gente que
piensa igual y que se manifestó libre y espontáneamente. Quienes coreaban
“ca-ra-dura” acompañando el descriptivo epíteto con un rítmico agitar de
palmas, nada tienen que ver con un “escrache”, mecanismo perverso que el
nazismo usó con frecuencia contra los judíos, y que la izquierda radicalizada
copió en la Argentina para consumo interno. No son lo mismo primero que nada,
porque los escraches fueron, entonces en la Alemania nazi como ahora en la
Argentina K, alentados desde la cima del poder político contra ciudadanos
indefensos. En todo caso, si se quieren buscar paralelos con dichos o hechos de
la historia, los rasgos de intolerancia y hartazgo que presenciamos a diario
contra miembros del poder tienen más que ver con “El que siembra vientos, recoge tempestades”.
Las voces que se
levantaron para solidarizarse con la variante Kicillof “papá” tampoco califican
pues están aplicando la lógica adolescente de invertir la carga de las
responsabilidades. Un padre “como la gente”, un padre maduro y digno, un padre
que valora la libertad y se hace cargo de sus acciones se plantea “¿qué estaré
haciendo para generar determinadas reacciones en los otros?” y se preocupa por
evitar que su conducta resulte una mochila para sus familiares. Un padre
populista/peronista o malcriadito se pregunta indignado: “¿cómo es posible que
la gente me diga su opinión si estoy con “el nene” a upa y, además, ni siquiera
me interesa lo que piensan los demás?” Se vuelve a aplicar la noción del
disparador. La “reacción” es posterior a la “acción” y lo que pasó en el
barco fue una reacción.
El suceso Nelson
Castro se enmarca en el ejercicio pleno de la libertad. El dueño de un local se
reservó el derecho de admisión y se lo comunicó. Punto. Pasan dos cosas igualmente
graves: primero que, como la noción de propiedad privada viene desdibujándose hace
décadas a fuerza de impuestos, leyes, ordenanzas y controles, el público no la
tiene demasiado presente y le cuesta reconocer a golpe de vista que, dentro de
las normas, “con mi negocio hago lo que quiero” y dentro del “lo que
quiero” está elegir a mis clientes. La segunda cuestión es la arbitrariedad
impuesta con ferocidad por esta administración, que vocifera improperios o
aplaude en privado y calla en público según de quien se trate; porque si lo
mismo le hubieran hecho a “uno de los de ellos” estaría el coro de voceros a
sueldo aullando “¡discriminación!” “¡discriminación!”. Desde Florencia Peña a
Carlos Kunkel y de Filmus a Pablo Echarri estarían con la ropa desgarrada
frente al Inadi denunciando al dueño del boliche. Pero como le pasó a un
personero de Magnetto, jeje… que se arregle. Arbitrariedad y bajezas, el gran
logro del kirchnerismo; peronismo puro y duro del mejor para los que dicen que
esto no es peronismo. Los K pueden decir, como Eva Duarte: “Esta es nuestra
obra” y en este caso puntual, no estarían mintiendo.
Mientras se cocina
ese estado de beligerancia en la sociedad, el gobierno largó la carrera
electoral y, para variar, picó en punta.
Al congelar
los precios, el partido gobernante se asegura días de paz para avanzar en la captación de
más votos mientras convencen a la “gilada” (entiéndase por tal a los millones
de personas a los cuales el populismo se encargó de marginar de la instrucción
mínima como para aprender que el único que genera inflación es el estado) los
convencen, decía, de que los malos de la película son los “formadores de
precios” y los buenos son ellos, que se baten a duelo con el empresariado para
defenderles el bolsillo.
Entre eso y los
planes de vagancia que volantean entre pobres y militantes consolidan un piso
de votos imbatible. Los voceros indirectos del kirchnerismo ya empezaron a
trabajar para instalar la idea de que ganarán las legislativas por el 42% de
los votos. Tomá mate. Si a eso se le suma una reciente medición donde el número
más alto se lo lleva el porcentaje de desaprobación del público a la oposición,
sería prudente empezar a aterrarse.
En otro orden de
cosas pero no menos inquietante están los empujones al poder judicial que hacen
Hebe Bonafini y otros K con su particular estilo, o sea a lo bestia. “Los
jueces deben ser interpelados” acaba de decir como si tal cosa Agustín Rossi,
avalando la monstruosidad que Cristina Kirchner da en llamar “la
democratización de la justicia”. Eso y estar deslizándonos por la
bicisenda hacia una dictadura de derecho es lo mismo.
En el ámbito
internacional no estamos mejor. Así como Uruguay le debe gran parte del
crecimiento exponencial de sus exportaciones a Néstor y Cristina Kirchner que
ahogaron a los productores locales impidiendo la venta al exterior de sus
cosechas, los habitantes de las islas Malvinas (de segunda categoría para el Reino Unido
desde siempre) le deben al dúo Timerman-Cristina su súbito descubrimiento por
parte de Gran Bretaña; recién ahora fueron registrados x el amperímetro inglés,
a partir de los berrinches argentinos. Semejante gestión en pro de los
intereses de los isleños que de kelpers han pasado a ser tan británicos como
David Cameron, exige, como mínimo y para empezar, una escultura tamaño natural del
matrimonio K en las inmediaciones de las islas, una suerte de Estatua de la
Libertad de Sudamérica, fácilmente visualizable desde lejos a modo de
agradecimiento. Aunque todo indica que eso no va a ocurrir. Lejos de ello, a
las expresiones del canciller argentino sobre que en veinte años las Malvinas
estarían recuperadas, desde las islas le respondieron que es más fácil que en
ese lapso ponga una bandera en la luna. No se le burla la Reina de Inglaterra,
no se le burla Cameron, ni siquiera su canciller. Se le burlan los kelpers.
Como diría la presidente, es “too much”.
Sin embargo y a
pesar del bochorno que nos causan estos burdos tropezones, todo esto es nada al lado del acuerdo que
impulsa Cristina Kirchner con Irán, un país peligroso, terrorista, que despierta
la desconfianza del mundo civilizado y con razón. Avenirse a sus condiciones para compartir
una parodia que nada tiene que ver con la búsqueda de justicia es de las
facturas más abultadas que deberá pagar esta administración tarde o temprano.
Si no es la Patria, se lo demandará Dios algún día.
Lo cierto es que
están desaforados. El kirchnerismo ha entrado en la etapa mística. Sólo nos
queda rezar.
"el partido gobernante se asegura días de paz para avanzar en la captación de más votos mientras convencen a la “gilada” (entiéndase por tal a los millones de personas a los cuales el populismo se encargó de marginar de la instrucción mínima como para aprender que el único que genera inflación es el estado"
ResponderBorrarBien expresado y muy cierto, pero sabés que conozco gente con posgrados bancados por el banco mundial que sostienen que la inflación la forman los empresarios ?? Increìble !
Excelente María. Triste vivir en un país así. Políticos no menos corruptos que ineptos y una oposición que no hace mayores méritos para catalogada de opositora. Qué futuro le espera a un país que después de casi una década con precios de materias primas nunca vistos y con niveles récord de cosechas aún está en emergencia económica. La mediocridad, la insensatez,... todo en pos de la defensa de "la mesa de los argentinos". Deprimente, demasiado. Prefiero cambiar un poco y referirme a la claridad con que definís al único responsable de la inflación. Sos digna de ser discípula de M. Friedman y merecedora de felicitaciones. Saludos.
ResponderBorrarExcelente tu visión para analizar esta realidad, María. Ahora, si Dios por la circunstancia que sea, no los puede demandar, no podríamos comenzar nosotros?
ResponderBorrarUn Abrazo!
Gracias x los comentarios!
ResponderBorrarJajaja yo hubiese empezado hace rato, pero... me parece q no hay suficiente masa crítica para cambiar el sistema. Como máximo, lo que quieren muchos es cambiar a los K...para sentarse ellos y hacer lo mismo!!!
María, tu artículo como siempre es un 10 !!! Sos tan clara en tus conceptos, comparto todo lo que expresás y me embarga una profunda tristeza, una tristeza que llevo desde hace tiempo en el corazón, ya que lamentablemente no le veo salida a esta hecatombe a la que nos están llevando, yo también quisiera verlos a todos encerrados y que paguen de por vida por lo que nos están haciendo vivir !!! Y lo que decís es cierto, se van los K y vendrán otros que harán más de lo mismo...habría que nacer de nuevo como país...
ResponderBorrarEs muy triste realmente xq nuestros conflictos son provocados. No padecimos catástrofes naturales o enfrentamientos raciales o religiosos. Simplemente una banda de ladrones puso el país patas arriba.
BorrarTal cual, además tenemos todos los suelos, todos los climas, riquezas naturales, extensiones de tierras que otros países quieran tener...pero ladrones en el poder !!! No sabemos aprovechar el hermoso país que tenemos !!! Andrea
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