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viernes, 8 de febrero de 2013

El que siembra vientos...


En la práctica cotidiana de su característica más saliente, la superficialidad, los argentinos impiden que el cambalache del que hablaba Discépolo pierda vigencia. Eso, sumado a la adolescente costumbre de buscar en otros la responsabilidad por lo que nos pasa, hacen un “combo” lamentable que deja a la intemperie lo peor de nosotros. Es que si algo ha hecho bien el kirchnerismo es, precisamente, exponer lo peor de cada uno.
Comparar el griterío que se produjo de manera espontánea alrededor de Kicillof con el episodio que vivió el periodista Nelson Castro en un bar de la calle Santa Fe es como sumar peras y jirafas, y llamar “escrache” a cualquiera de estos incidentes es una burrada. Los pasajeros de Buquebus lo único que hicieron fue aprovechar la rarísima circunstancia de tener acceso a un funcionario de este gobierno, para decirle en la cara la opinión que tienen de él. No fue organizado, nadie convocó a nadie; simplemente se inspiraron cuando vieron volviendo del extranjero al señor que por televisión les revolea el dedito frente a sus narices y pontifica sobre la argentinidad y el patriotismo de gastar en el país; ese señor que, además de sermonearlos, los destrata cada vez que les prohíbe disponer de su dinero. Ese día hubo una coincidencia de gente que piensa igual y que se manifestó libre y espontáneamente. Quienes coreaban “ca-ra-dura” acompañando el descriptivo epíteto con un rítmico agitar de palmas, nada tienen que ver con un “escrache”, mecanismo perverso que el nazismo usó con frecuencia contra los judíos, y que la izquierda radicalizada copió en la Argentina para consumo interno. No son lo mismo primero que nada, porque los escraches fueron, entonces en la Alemania nazi como ahora en la Argentina K, alentados desde la cima del poder político contra ciudadanos indefensos. En todo caso, si se quieren buscar paralelos con dichos o hechos de la historia, los rasgos de intolerancia y hartazgo que presenciamos a diario contra miembros del poder tienen más que ver con “El que siembra vientos, recoge tempestades”.
Las voces que se levantaron para solidarizarse con la variante Kicillof “papá” tampoco califican pues están aplicando la lógica adolescente de invertir la carga de las responsabilidades. Un padre “como la gente”, un padre maduro y digno, un padre que valora la libertad y se hace cargo de sus acciones se plantea “¿qué estaré haciendo para generar determinadas reacciones en los otros?” y se preocupa por evitar que su conducta resulte una mochila para sus familiares. Un padre populista/peronista o malcriadito se pregunta indignado: “¿cómo es posible que la gente me diga su opinión si estoy con “el nene” a upa y, además, ni siquiera me interesa lo que piensan los demás?” Se vuelve a aplicar la noción del disparador. La “reacción” es posterior a  la “acción” y lo que pasó en el barco fue una reacción.
El suceso Nelson Castro se enmarca en el ejercicio pleno de la libertad. El dueño de un local se reservó el derecho de admisión y se lo comunicó. Punto. Pasan dos cosas igualmente graves: primero que, como la noción de propiedad privada viene desdibujándose hace décadas a fuerza de impuestos, leyes, ordenanzas y controles, el público no la tiene demasiado presente y le cuesta reconocer a golpe de vista que, dentro de las normas,  “con mi negocio hago lo que quiero” y dentro del “lo que quiero” está elegir a mis clientes. La segunda cuestión es la arbitrariedad impuesta con ferocidad por esta administración, que vocifera improperios o aplaude en privado y calla en público según de quien se trate; porque si lo mismo le hubieran hecho a “uno de los de ellos” estaría el coro de voceros a sueldo aullando “¡discriminación!” “¡discriminación!”. Desde Florencia Peña a Carlos Kunkel y de Filmus a Pablo Echarri estarían con la ropa desgarrada frente al Inadi denunciando al dueño del boliche. Pero como le pasó a un personero de Magnetto, jeje… que se arregle. Arbitrariedad y bajezas, el gran logro del kirchnerismo; peronismo puro y duro del mejor para los que dicen que esto no es peronismo. Los K pueden decir, como Eva Duarte: “Esta es nuestra obra” y en este caso puntual, no estarían mintiendo.  
Mientras se cocina ese estado de beligerancia en la sociedad, el gobierno largó la carrera electoral y, para variar, picó en punta.
 Al congelar los precios, el partido gobernante se asegura días de paz para avanzar en la captación de más votos mientras convencen a la “gilada” (entiéndase por tal a los millones de personas a los cuales el populismo se encargó de marginar de la instrucción mínima como para aprender que el único que genera inflación es el estado) los convencen, decía, de que los malos de la película son los “formadores de precios” y los buenos son ellos, que se baten a duelo con el empresariado para defenderles el bolsillo.
Entre eso y los planes de vagancia que volantean entre pobres y militantes consolidan un piso de votos imbatible. Los voceros indirectos del kirchnerismo ya empezaron a trabajar para instalar la idea de que ganarán las legislativas por el 42% de los votos. Tomá mate. Si a eso se le suma una reciente medición donde el número más alto se lo lleva el porcentaje de desaprobación del público a la oposición, sería prudente empezar a aterrarse.
En otro orden de cosas pero no menos inquietante están los empujones al poder judicial que hacen Hebe Bonafini y otros K con su particular estilo, o sea a lo bestia. “Los jueces deben ser interpelados” acaba de decir como si tal cosa Agustín Rossi, avalando la monstruosidad que Cristina Kirchner da en llamar “la democratización de la justicia”.  Eso y estar deslizándonos por la bicisenda hacia una dictadura de derecho es lo mismo.
En el ámbito internacional no estamos mejor. Así como Uruguay le debe gran parte del crecimiento exponencial de sus exportaciones a Néstor y Cristina Kirchner que ahogaron a los productores locales impidiendo la venta al exterior de sus cosechas, los habitantes de las islas  Malvinas (de segunda categoría para el Reino Unido desde siempre) le deben al dúo Timerman-Cristina su súbito descubrimiento por parte de Gran Bretaña; recién ahora fueron registrados x el amperímetro inglés, a partir de los berrinches argentinos. Semejante gestión en pro de los intereses de los isleños que de kelpers han pasado a ser tan británicos como David Cameron, exige, como mínimo y para empezar, una escultura tamaño natural del matrimonio K en las inmediaciones de las islas, una suerte de Estatua de la Libertad de Sudamérica, fácilmente visualizable desde lejos a modo de agradecimiento. Aunque todo indica que eso no va a ocurrir. Lejos de ello, a las expresiones del canciller argentino sobre que en veinte años las Malvinas estarían recuperadas, desde las islas le respondieron que es más fácil que en ese lapso ponga una bandera en la luna. No se le burla la Reina de Inglaterra, no se le burla Cameron, ni siquiera su canciller. Se le burlan los kelpers. Como diría la presidente, es “too much”.
Sin embargo y a pesar del bochorno que nos causan estos burdos tropezones, todo esto es nada al lado del acuerdo que impulsa Cristina Kirchner con Irán, un país peligroso, terrorista, que despierta la desconfianza del mundo civilizado y con razón. Avenirse a sus condiciones para compartir una parodia que nada tiene que ver con la búsqueda de justicia es de las facturas más abultadas que deberá pagar esta administración tarde o temprano. Si no es la Patria, se lo demandará Dios algún día.
Lo cierto es que están desaforados. El kirchnerismo ha entrado en la etapa mística. Sólo nos queda rezar.

7 comentarios:

  1. "el partido gobernante se asegura días de paz para avanzar en la captación de más votos mientras convencen a la “gilada” (entiéndase por tal a los millones de personas a los cuales el populismo se encargó de marginar de la instrucción mínima como para aprender que el único que genera inflación es el estado"

    Bien expresado y muy cierto, pero sabés que conozco gente con posgrados bancados por el banco mundial que sostienen que la inflación la forman los empresarios ?? Increìble !

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  2. Excelente María. Triste vivir en un país así. Políticos no menos corruptos que ineptos y una oposición que no hace mayores méritos para catalogada de opositora. Qué futuro le espera a un país que después de casi una década con precios de materias primas nunca vistos y con niveles récord de cosechas aún está en emergencia económica. La mediocridad, la insensatez,... todo en pos de la defensa de "la mesa de los argentinos". Deprimente, demasiado. Prefiero cambiar un poco y referirme a la claridad con que definís al único responsable de la inflación. Sos digna de ser discípula de M. Friedman y merecedora de felicitaciones. Saludos.

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  3. Excelente tu visión para analizar esta realidad, María. Ahora, si Dios por la circunstancia que sea, no los puede demandar, no podríamos comenzar nosotros?
    Un Abrazo!

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  4. Gracias x los comentarios!
    Jajaja yo hubiese empezado hace rato, pero... me parece q no hay suficiente masa crítica para cambiar el sistema. Como máximo, lo que quieren muchos es cambiar a los K...para sentarse ellos y hacer lo mismo!!!

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  5. María, tu artículo como siempre es un 10 !!! Sos tan clara en tus conceptos, comparto todo lo que expresás y me embarga una profunda tristeza, una tristeza que llevo desde hace tiempo en el corazón, ya que lamentablemente no le veo salida a esta hecatombe a la que nos están llevando, yo también quisiera verlos a todos encerrados y que paguen de por vida por lo que nos están haciendo vivir !!! Y lo que decís es cierto, se van los K y vendrán otros que harán más de lo mismo...habría que nacer de nuevo como país...

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    1. Es muy triste realmente xq nuestros conflictos son provocados. No padecimos catástrofes naturales o enfrentamientos raciales o religiosos. Simplemente una banda de ladrones puso el país patas arriba.

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  6. Andrea Gentile9 feb 2013, 03:26:00

    Tal cual, además tenemos todos los suelos, todos los climas, riquezas naturales, extensiones de tierras que otros países quieran tener...pero ladrones en el poder !!! No sabemos aprovechar el hermoso país que tenemos !!! Andrea

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