Es banal ocuparse de detalles coyunturales cuando la
gravedad del enfermo hace temer por su vida; como si decidiéramos hacerle un
lifting tras confirmar el diagnóstico de una enfermedad terminal.
Cada vez que recibo la invitación a una mesa redonda,
una exposición o un debate sobre las elecciones en Venezuela, la globalización
en el siglo XXI o la historia de las relaciones bilaterales con el Estado del Vaticano
me sube la presión. Y cuando veo que entre los disertantes figuran connotados
miembros de la llamada “oposición”, el desagrado se transforma en ira.
Porque nadie puede desconocer el hecho de que estamos
asomados al abismo y que el único debate que cabe en estos días es cómo evitar
zambullirnos en una dictadura electiva. Dedicarle tiempo a cualquier otro tema
significa distracción para el público y complicidad con el régimen. Para que
sea posible que la autoridad se apodere de nuestras libertades se necesita de
la colaboración de todos los factores de poder: la oposición política, los
sindicatos, las comunidades religiosas, los medios de comunicación y el poder
económico. Si pasamos revista, hay un
alarmante alineamiento de unos y otros actores a la política de pan y circo: el dinero está acomodado
bajo el sobaco de los negocios con el estado y desde allí se enriquece, calla
y otorga; los diferentes credos, otrora defensores de principios y valores
morales, emiten muy de tanto en tanto un imperceptible ruidito que, por tímido,
no alcanza ni a sonido; las décadas de promiscuidad con el poder político
debilitó tanto a los sindicatos que en la actualidad, aunque quisieran, no
tendrían la fuerza suficiente para hacerle frente al proyecto de poder absoluto;
el periodismo resultó ser la más auténtica de las resistencias pero el dinero
oficial viene comprando y alquilando voluntades a un ritmo imparable y la bola
de medios que responden al “relato” es de una magnitud sólo comparable a la que
construyó Perón a lo largo de su dictadura allá por los años ´50.
Vaya un párrafo especial a la “oposición”. Varios de
los más televisivos seguramente no leerán estas líneas por estar fuera del
país. Hace unas pocas semanas los vimos, relajados, sonrientes y juntos, en el
Caribe. Parece que fueron a Venezuela intentando frenar, sin suerte, las prácticas de fraude
que no pudieron evitar en la Argentina en 2011. Vinieron con el tiempo justo
para vaciar la valija y cambiar guayabera por ropa de abrigo y volar a Estados
Unidos. Como el riesgo de irregularidades por el norte está reducido a cero,
tal vez les quede un rato para aprovechar los precios conmovedoramente bajos que
pone al alcance del consumidor el capitalismo salvaje. O, dicho en otras
palabras, que se dediquen a hacer shopping puro y llano.
Algunos hasta nos harán la concesión de volver rápido
para estar presentes en la marcha de protesta del 8 de noviembre, tanto como
para arañar algún rédito político pensando en futuras candidaturas. Es que la
sociedad está tan espeluznantemente sola en esta lucha contra la dictadura y
tan golpeada por la estafa recurrente de las distintas “oposiciones” que
cualquier mínimo detalle de atención a sus reclamos lo recibe como una gota de agua en medio del desierto.
Pero llegada a esta instancia, esa gente movilizada
tiene que reconocer y aceptar que todos los políticos en la Argentina gozan de
un sinfín de privilegios y que, a la hora de la verdad, sus intereses los
ubican más cerca de los otros privilegiados que del ciudadano de a pie. En esa
encrucijada no les importa su procedencia ideológica. Los diputados y senadores
de cualquier partido se reparten las pensiones graciables (que otorgan
discrecionalmente a quienes ellos deciden y a veces se las quedan para consumo
familiar); cada mes cobran unos 20 sueldos mínimos, suma que aplaca los nervios a cualquiera; disponen de decenas de pasajes
que usan o los cambian por dinero en efectivo; tienen autos, vales de nafta,
secretarias, infraestructura, cargos para nombrar personal que se viene apilando
en la administración pública y que en muchos casos allí se eterniza aún después
del fin del mandato del funcionario que lo nombró; sesionan una vez cada muerte
de obispo; viajan por todo el mundo invitados por gobiernos, empresas,
organizaciones no gubernamentales o por nosotros, los asalariados que pagamos
impuestos. No rinden cuentas de su trabajo, del grado de eficiencia de sus
gestiones, de sus gastos ni de nada y tienen un carnet de cuero con la foto
(sólo de frente aunque varios deberían portar esa de frente y perfil con el
número debajo), paquetísimo carnet que les garantiza impunidad en la vía pública
porque saben que viven en un país donde ser clase dirigente es un privilegio.
Para que tenga una idea, los diputados se reparten en 45
comisiones permanentes y entre 24 los senadores (restando al vicepresidente y
alguna otra autoridad, a razón de dos y un pedacito de senador por cada una). Cada
comisión, en la práctica, significa presidente, vicepresidente, secretarios y secretarias,
asesores (nunca olvidar los valiosísimos asesores), puestos, cargos,
nombramientos y burocracia a granel.
Ahora yo le pregunto al amable lector: ¿Cree que uno
de los 257 diputados o uno de los 72 senadores querría cambiarse por Ud? ¿Se le
ocurre un buen motivo para eso? ¿Se imagina a uno de los 257 o de los 72 cambiando el sistema y despojándose de alguna de las ventajas mencionadas? ¿Los vio alguna vez con la SUBE en el
bolsillo esperando el 254 en Constitución o el tren en alguna estación del
conurbano? ¿Supone que invierten sólo 6 pesos en esos estresantes almuerzos de
trabajo que suelen ocuparlos hasta pasadas las 4 de la tarde?
Algunos diputados y senadores opositores, en lugar de sesionar y
tener asistencia perfecta en las reuniones de comisión ya que el oficialismo sí lo
hace, firmaron un compromiso público en orden a que la ciudadanía les crea que
evitarán la reelección indefinida de Cristina Kirchner. La noticia puede
resultar auspiciosa dependiendo de cómo se la lea. Porque también puede
alarmarnos que los legisladores tengan que comprometerse explícitamente y por escrito a no violar la Constitución Nacional porque sus palabras ya no
tienen valor ante la opinión pública, y no la tienen porque se han cansado de
traicionar sus propios dichos. Patricia Bullrich es apenas una muestra de esa
inconducta saltimbanqui. Suena pavoroso, ¿cierto?
Además, no va a faltar el idiota que critique a Carrió
por no firmar ese panfleto vergonzoso que privilegia los gestos corporativos sobre
el valor de la individualidad. En una sociedad profundamente socialista como la
argentina, distinguirse es pecado y en este caso particular, en las críticas
mezquinas va a pesar más la resistencia a sumarse al sindicato legislativo de
un instante y para la foto que la coherencia de conducta que se obtiene sólo a través del tiempo. Las acciones
colectivas sirven para neutralizar las diferencias porque todo va a parar a la
misma bolsa y en una sociedad que tiene historia de actitudes públicas
reprochables el manto masificador es cómodo y ventajoso.
El gobierno es sordo, mudo y malo; y no malo de ineficiente sino malo de maldad. No va a cambiar
porque no quiere y porque no sabe ser mejor. Nació en la marginalidad de la
política, allí creció, hibernó y perduró. Volvió recargado con los derrotados
de ayer y los resentidos de hoy. No tiene arreglo. Entonces, sería útil un
doble objetivo para la marcha del 8N: recordarle nuevamente al kirchnerismo que está
incumpliendo con todos los principios de la república y a la oposición, que para
derrotar a la dictadura electiva necesitamos algo más que críticos verbales de
la actual gestión.
Estimada María. Magnífico, me he preguntado si ese compromiso explícito a no violar la Constitución Nacional no será una prima para aquellos que llegado el momento sirvan para conformar mayoría (recuerdo a Borocotó, Paola Spátola, je... y Carlitos). La falta de ideas claras por parte de los líderes de los partidos significó la integración dentro del mismo de personas con ideas y proyectos de pais muy diferentes, y lo que fácil se integra, fácil se desintegra. Estamos en el fondo, hoy es más sencillo, se requiere unidad, veremos si están a la altura de Lilita. Impecable.
ResponderBorrarUna vez mas, brillante! Este es precisamente el nudo gordiano. Si la pseudo-oposicion sigue embelesandose en las chicanas que de vez en cuando les tira el oficialismo para entretenerlos y si siguen calculando que cargos podrian agarrar...el paso al abismo es ineludible.
ResponderBorrarAca se trata de acordar tres o cuatro temas basicos en los que toda la sociedad esta de acuerdo, y el primero y fundamental es: "respeto irrestricto a la Constitucion Nacional"
Da gusto leer tus articulos Maria, ojalá tengan la difusion que merecen
Clara y brillante como siempre María !! Saludos y felicitaciones !!
ResponderBorrarMe quedó resonando un párrafo en la mollera... y solo puedo recordar a dos personas que renunciaron a todo privilegio económico luego de terminar sus mandatos, Dr. Arturo Illia y Dr. Luis Zamora. Y este último siquiera ejerció su profesión de abogado y salió a golpear puertas de las casas y vender libros. Yo no se si lo hubiera podido hacer. Fantástico el artículo en su estructura estés o no de acuerdo. Gracias por regalarnoslo. Lord Gus
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