Parece que Cristina se ha vuelto conservadora. Al menos,
ahora está más cerca del tea party que del peronista (según ella misma lo
catalogara) Barak Obama. La presidente argentina se ha metido en la campaña
presidencial americana con los mismos modales con los que irrumpe en nuestras
casas dos o tres veces por semana: de prepo. Y la novedad es que juega para
Mitt Romney. Si, como lo "oye". Sólo así se entiende la reciente
declaración de guerra comercial que le ha revoleado al machucado moreno.
Algunos observadores especulan con los crecientes problemas
que acumulan los demócratas y los nubarrones que afrontan de cara a las
próximas elecciones. A partir de la conocida cintura política de
Cristina, dicen, su intención de mostrarle las uñas podría responder a un
posicionamiento estratégico apostando todas la fichas a ganador. Se trataría de
una movida de gran audacia pero digamos que los argentinos estamos
acostumbrados al peculiar estilo K. Es más, también estamos curtidos en materia
de barbaridades sobre política exterior: apuramos a la corona británica con el
tema Malvinas; le metemos una zancadilla tras otra a los "hermanos"
brasileños incumpliendo con los acuerdos firmados y con los deseos de
colaboración mútua declamados; le hicimos pito catalán a los
"hermanos" chilenos negándonos a colaborar con la justicia trasandina
cuando nos solicitó la extradición de un confeso terrorista; le tuvimos clausurado durante cuatro años un puente
internacional a los "hermanos" uruguayos mientras el
zafarrancho sirvió a la causa local; fastidiamos a los Reyes de España hasta
lograr que saltearan a la Argentina en su última visita a la región. En fin, no
se trata de un pormenorizado prontuario de lo actuado en materia de relaciones
exteriores sino apenas una muestra incompleta y al azar de algunos de nuestros
logros en la materia.
En esa línea de comportamiento ¿Por qué habría de salvarse
Obama? ¿Nos debería importar acaso que esté en plena campaña para lograr su
reelección y que una denuncia internacional en contra del país que administra,
por estrafalaria y absurda que sea, no lo favorece? ¿Son detalles de las
relaciones de altísimo nivel en las que Cristina repara? ¿Habrá tenido algo que
ver el patotero Guillermo Moreno? ¿Aportará una cuota de necesaria prudencia
con sesudas reflexiones el canciller Timmerman?
Definitivamente las respuestas a todas las preguntas son
"no". La Argentina se maneja en el mundo como en la versión de
entrecasa: es un mono con navaja, peligroso e irracional, y gratuitamente
dañino.
Es probable que nadie le diga a la presidente el concepto
que la comunidad internacional civilizada tiene de ella. Puede que ese lote de
impresentables que la rodea no tenga registro de ese concepto porque no
frecuenta ámbitos académicos o financieros globales. Puede que se trate de
ambientes que les son ajenos porque es muy probable que hayan salido del país
por primera vez como Néstor, una vez arribados a los espacios que La Cámpora y
la burocracia nacional les tenían reservados.
Alguien debería animarse y contarle a Cristina Kirchner que
las reacciones sobre ella en el mundo son dos: están los que se burlan y los
que se espantan. Tengo la dicha de estar pasando una temporada de estudio en
Chicago. La universidad es un ámbito fascinante porque uno se abstrae de lo
cotidiano para pensar. Y puedo asegurar que los académios americanos (y los no
americanos invitados por ellos a sumarse a sus equipos de trabajo) piensan y
mucho. En esos espacios la gente se horroriza del devenir argentino. Ven en
Cristina una copia desdibujada y emberretada de Perón, a quien tienen como la
bisagra argentina entre la plenitud y la decadencia.
Los estudiosos de la ciencia política no le encuentran
salida a la Argentina porque la ven entrampada en una espiral y porque el
sistema político sólo admite similares que retroalimentan en perversa sintonía
la selección minuciosa de parecidos. Los estudiosos del proceso argentino
tienen claro que la maquinaria peronista construida hace 70 años se alimenta de
glóbulos sanos donde sea que los encuentre, los tritura y escupe el
carozo. Ellos entendieron mejor y más rápido
que nosotros que tras el peronismo sólo quedan desperdicios. Son muy
respetuosos porque identifican claramente el drama de la sociedad, de los millones
que están atrapados por un sistema perverso que se aprovecha de ellos. Se
conduelen. Hacen silencio cuando se termina el diagnóstico y mueven la cabeza
de este a oeste.
También están los que se ríen
de ella y, por caracter transitivo, de cada uno de nosotros. Y esos son,
mayoritariamente, los demócratas que, con su aire de condescendiente
superioridad, miran al mundo por encima del hombro. No por ella sino por mí
tuve que decirle a más de uno que aflojara con las burlas porque "su"
peronista, si bien es más preparado y más sobrio, no viene luciéndose
precisamente. Obama ha duplicado el deficit americano en lo que va de su
gestión, multiplicó los subsidios y amplió las dádivas a indocumentados e
ilegales, una injusticia con el nativo que mira cómo sus impuestos fluyen al
mantenimiento de hordas de gente que viola la ley. En una palabra, Obama viene
aplicando con suma prolijidad el manual del buen peronista.
En oportunidad de los 100 años
del nacimiento de Milton Friedman, la fundación que lleva su nombre festejó el
acontecimiento en la ciudad de Chicago, donde el genio pasó varias décadas de
su prolífera vida académica. La oradora central del evento fue Condolezza Rice
que, además de dar una clase de sencillez y de oratoria, fascinó al auditorio
con anécdotas y reflexiones personales. "Vivir en una sociedad libre
implica que no siempre haya alguien que te cuide y que a veces hay cosas de las
que uno es el único responsable" dijo y arrancó un cerrado aplauso del
auditorio. Obama como Cristina se resisten a una de las dos premisas: a la
responsabilidad personal o a la libertad. O a las dos.
Por eso es una traición
denunciarlo. Porque pertenecen al mismo bando y porque la movida de Kirchner
termina beneficiando a los críticos del presidente americano a cuya cabeza se
encuentra la dupla Romney-Ryan. Bromas aparte, la fórmula republicana no debe
contarse entre los preferidos de la presidente argentina. Por
eso Cristina, a la larga lista de lo que le falta aprender, debería
agregar la noción de las consecuencias de los actos propios.
Excelente como siempre, María!
ResponderBorrarsesudo análisis, las dos veces con S, Excelente te felicito @eliahuacosta
ResponderBorrarMuy bueno María!!!!!!
ResponderBorrarMaría, como dijo alguien, con nula autoridad para juzgar nada y con la audacia propia de la ignorancia, MAGNIFICO.
ResponderBorrarCuando armé el fotomontaje que ilustra el post pensé que me había salido muy chiquita la cabeza. Ahora que leo esto me doy cuenta que no me equivoqué. Es microcéfala, nomás.
ResponderBorrarUps! Era tuyo?!?!?! Buenísimo! Gracias x el aporte!
BorrarExcelente!!
ResponderBorrarEntré por primera vez a leerte y me voy satisfecho. Un abrazo!
ResponderBorrarBuenisimo María !! FElicitaciones.
ResponderBorrarProfesora,excelente su comentario.
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