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miércoles, 11 de abril de 2012

La pelea de fondo


Hace algo más de un año recibí un repudio casi unánime por haber escrito la nota "Hay que bancar a Moyano" construida sobre la teoría del mal menor.
(http://maria-zaldivar.blogspot.com.ar/2011/03/hay-que-bancar-moyano.html) Entiendo ahora, como lo entendí en su momento, el riesgo que conlleva la sola posibilidad que implica conformarse. Pero el argumento es otro. Armando Ribas suele decir que uno no elige las posibilidades sino entre las posibilidades que la realidad nos plantea. En ese contexto, entre la izquierda radicalizada y el sindicalismo corrupto, prefería lo segundo. No dije que fuera la salida ni que era el inicio del cambio.
Simplemente que, muy a mi pesar, de lo que había era el mal menor. Porque hay que razonar de manera adulta y estratégica y no festejar infantilmente quién se perjudica sino quién sale fortalecido de la contienda. No sea cosa que el remedio termine siendo peor que la enfermedad.

En la misma línea de argumentación (pasado el tiempo algunos empezaron a encontrar cierta lamentable lógica en aquel análisis) un escenario similar tiende a repetirse por estos días: la gente "normal" se alegró con los tropiezos del vicepresidente, por varias razones. Entre otros motivos, porque se esmera a diario en demostrarnos que es un inútil de tiempo completo, que el cargo le queda gigante, que sus esfuerzos por lucir como un corrupto alcanzan de un éxito arrollador y porque su fracaso personal arrastraría a su verborrágica mentora.  

Y con eso nos dimos manija. Cuando los diarios le pegaban, más gozábamos los "buenos", en algún punto, porque el "malo" de las películas (que en la Argentina siempre gana) andaba en problemas. Para peor, nos pareció verlo medio solo en su cruzada por sobrevivir y eso, nos siguió alentando. Que Luis D'Elía vía Twitter fuera su soporte político más sólido era casi una sinfonía de Bach. Y explotamos cuando la ministra Garré declaró sentir un "gran respeto" por el juez de la causa a quien Boudou había maltratado públicamente. 

Sin embargo, para el ojo del análisis fue entonces cuando la luz colorada se encendió y el destello rezaba con claridad "Danger". Los twitteros y el periodismo vislumbraron desinteligencias en el equipo gobernante. Eso es correcto pero no la interpretación. "La ministra de Seguridad  defiende al juez" sonaba por todos lados mientras el embate de envergadura pronunciado por el funcionario musical era dejado en segundo plano; sin embargo, en esa mención hecha al pasar pero con nombre y apellido al inicio de su monólogo estaba alojado el nudo gordiano del conflicto K, los eternos dos bandos del kakismo.

Nilda Garré no defendía a Rafecas (quien empuñó un arma contra personas e  instituciones y reivindica esa conducta no puede hoy desvelarse por los dichos desaforados de Boudou). Garré defendía al "otro bando", encarnado en este caso puntual en el procurador Righi, y al monje negro de ese grupo que ha sido siempre Horacio Verbitsky.  

Ellos representan la corporación de Tribunales y sus allegados, el lobby  judicial, los estudios jurídicos "asociados" a los juzgados federales y, en definitiva, los que tienen en sus manos la libertad de cada uno de nosotros. Porque de nuestros bienes el gobierno ya dispone a través del Ejecutivo y muchas veces, con la complicidad del poder legislativo que vota exacciones ilegales, impuestos abusivos y retenciones confiscatorias. Pero los jueces pueden disponer de nuestra libertad. Y  lo hacen; si no, preguntémosle a cientos de presos sin sentencia que el régimen apila en las cárceles desde hace años. 

La corporación salió, corporativamente si se me permite la redundancia, a bancarse a sí misma: los magistrados, los fiscales, los profesionales, el ex ministro Iribarne, el Colegio Público de Abogados y los distintos organismos que los nuclea. Son los mismos que impulsan muchas de las aberraciones previstas en la revisión actual de los códigos. Son los que tienen en barbecho la reforma de la constitución, cuyo eje es desterrar el actual sistema de equilibrio de poderes y reemplazarlo por uno parlamentario que les asegure el desdibujamiento de la figura del presidente tal como lo conocemos y delegue más facultades en los diputados y senadores. Ese cambio aseguraría más corporación y menos representación o sea más poder para ellos y menos para el resto.

Resulta que el affaire que hoy desvela al vicepresidente es una circunstancia paralela a la pelea de fondo. El negocio del juego es muchas pero muchas veces millonario y compra y/o alquila muchas pero muchas voluntades alojadas en muchos pero muchos y diversos estamentos. Uno se sorprendería al enterarse cuántos políticos que ve indignarse en los debates televisivos, cuántos periodistas que opinan sobre las virtudes o la falta de virtudes de los funcionarios y cuántos jueces que deciden sobre nuestros bienes y nuestra libertad ambulatoria le deben a la industria del juego su banca, su espacio, su portal o su nombramiento. Pocos temas son tan sensibles como la fortuna que manejan esas empresas para "adornar" gente. Escasas son, entonces, las voces independientes que pueden opinar sin condicionamientos.  

En el caso argentino (como siempre nosotros, poco afectos a la competencia) sólo hay dos contendientes. Lo bueno de eso es que, al público, le facilita entender a qué bando o banda pertenece cada uno y está claro que en estos casos, no hay buenos y malos, simplemente rivales peleando por la misma baldosa y cómplices con una u otra camiseta. Lo malo es que la gente se quede en la disputa de superficie y se le pase por alto la otra, la de fondo, la que el año pasado enfrentó a Moyano con los K, la que libran Mariotto y sus cruzados K contra el gobernador Scioli y la que hoy disputa Boudou contra varios ex "cumpas". Por un hecho circunstancial, se empieza a romper la omertá; en general es siempre así: el desencadenante es un hecho fortuito. Crujen los tan mencionados "códigos" propios de la mafia, esos que nos describió Hollywood en películas memorables que hasta el vicepresidente aconseja ver. En este tema, la casa tampoco está en orden, la suerte no está echada pero el ventilador está prendido. Tiemblan y no de frío funcionarios, medios grandes y chiquitos y también una larga lista de comunicadores.  

El más reciente capítulo del “Boudougate” lo acaba de escribir el Procurador Esteban Righi, quien optó por ofenderse en lugar de defenderse. Su renuncia es un mensaje directo a Cristina Kirchner que tomó partido por uno de los bandos. Habrá que observar de cerca las reacciones de la corporación judicial. ¿Seguirá respondiendo a Righi? Si así fuera ¿Eso implicará un enfriamiento de las aceitadas relaciones con el poder político?

Si veo de un lado una amenaza de negocios turbios y del otro una amenaza a la libertad, prefiero que la batalla la gane el primero o, mejor dicho, que la pierda el segundo. Insisto con que las opciones son éstas. En el presente "multiple choice"  las posibilidades son: a) Boudou; b) Verbitsky. No hay c) ninguno;  d) Churchill.

Es Boudou o Verbitsky con lo que cada uno de ellos implica. Yo ya elegí. Ahora le toca a Ud.

lunes, 2 de abril de 2012

El pobre destino de las Malvinas


Es una lástima que el reclamo de soberanía esté siempre enancado en una especulación política de orden interno. Por si no queda claro el concepto: la Argentina utiliza el tema Malvinas cuando el frente doméstico está espeso. Lo hizo en 1982 y lo vuelve a hacer ahora. ¿Determina esa circunstancia que un interés espurio motorizó a los sucesivos gobiernos a agitar, generalmente airosos, el dedo índice frente a la nariz del imperio británico? Por lo pronto, estaría probado que la preocupación por la propiedad de esas tierras y la suerte de sus moradores vienen detrás de la coyuntura política que anima el reclamo. 
Durante las últimas décadas sucedieron hechos extraordinarios para la  humanidad: cayó el muro de Berlín, China comenzó un lento proceso de apertura tras siglos de un férreo aislamiento y desapareció la Rusia comunista que conocimos. El mundo entero interpretó que el vecino no es necesariamente un adversario; se dio cuenta de que comerciar puede ser un buen negocio para todas las partes y que la cultura o las tradiciones no se diluyen por compartirlas. La tecnología y el increíble desarrollo de las comunicaciones hicieron el resto. El planeta se achicó y los profundos cambios descriptos le dieron a las fronteras una significación distinta a la que habían tenido allá lejos, en la construcción de las nacionalidades. 
Sin embargo, las dictaduras siempre agitaron los nacionalismos como un recurso de unión o acaso de distracción para los problemas cotidianos sin resolver y en su genética la confrontación de "nosotros" vs. "ellos" es un mandamiento que contradice el rumbo de la civilización pero que replican no importa el continente ni el siglo. 
Es difícil vivir en un país que suele transitar contra la corriente universal. La Argentina practica ese estilo hace más de medio siglo. Cuando el repudio del nazismo era unánime, nuestro país ofrecía protección a encumbrados criminales del ejército alemán. En la actualidad y no sólo en el tema Malvinas, tampoco estamos registrando la flexibilizaron de los límites geográficos que practica la civilización.  
Durante su primer gobierno, Juan Manuel de Rosas instruyó por escrito al representante argentino en Londres en los siguientes términos: "Artículo adicional a las instrucciones dadas con fecha de hoy (21 de noviembre de 1838)  al Señor Ministro Plenipotenciario Dr. Don Manuel Moreno. Insistirá así que se le presente la ocasión en el reclamo de la ocupación de las Islas Malvinas [hecho acaecido en 1833] y entonces explorará con sagacidad sin que pueda trascender ser la idea de este Gobierno si habría disposición en el de S. M. B. a hacer lugar a una transacción pecuniaria para cancelar la deuda pendiente del empréstito argentino". El texto mencionado consta en el expediente No. 3 del año 1842 de la División de Asuntos Políticos del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina. 
Resulta casi una obviedad aclarar que la idea del Brigadier Rosas de entregar las Islas Malvinas a los acreedores ingleses no tuvo acogida en el Reino Unido. Pero es un episodio que merece el recuerdo por tratarse de una opción llamativamente heterodoxa para un controvertido personaje de la historia argentina, inmerecidamente recordado como un gran defensor de la soberanía y la nacionalidad. 
Valga la mención histórica pero también el intento de huir de las dos taras argentinas de los últimos años: vivir mirándonos el ombligo y por el espejito retrovisor. Vayamos directamente a la torpe incursión militar de 1982. Esa insana decisión significó un empeoramiento del status quo argentino en el contexto del conflicto y una simultánea mejora de la situación de los, hasta entonces, "kelpers". 
Para Gran Bretaña los habitantes de las islas eran ciudadanos de segunda; sin embargo, a partir de su triunfo militar, la estrategia inglesa pasó por atender los reclamos de ese puñado de moradores que le habían sido absolutamente indiferentes y cuyo destino, muy probablemente, le siga sin desvelar. Sin embargo, la Argentina le sirvió en bandeja la excusa y lo que hicimos, y seguimos haciendo, es acercar los isleños al Foreing Office. 
Ahora aducen que ellos tienen voz y que se deben respetar sus preferencias. Hay una realidad política cierta: la mayoría de ellos son ingleses o de raíz inglesa lo cual, los hace proclives a preferir esa nacionalidad y no la nuestra. También son testigos, como el mundo entero, del dudoso buen trato que reciben acá los ciudadanos de sus autoridades, por lo cual parece difícil creer que alguien voluntariamente decida ser argentino por elección en el contexto actual. 
Tal vez no sean estas las reflexiones que preferiría el lector pero es una necesidad decir la verdad. Tenemos que dejar de ser una sociedad adolescente que hace lo que quiere (muchas veces sin medir los alcances de sus acciones) y luego rechaza los costos. Es preciso asumir las consecuencias de nuestras decisiones. En materia militar, la Argentina perdió la guerra en 1982 y desde entonces, en el plano político, no ha desarrollado una estrategia coherente a favor de sus declamados objetivos. Y este cargo cuenta también para la administración actual, independientemente de sus extemporáneas declaraciones, absolutamente desaconsejadas por los manuales de buenos modales y de diplomacia.