Como si no bastara con “el relato” falaz y retorcido
que hace el kirchnerismo de la realidad y que no son más que mentiras, tenemos
que tolerar lo mismo de la oposición, por llamarle de alguna manera a quienes
no militan en el oficialismo.
En realidad, quienes administran el estado nos inundan
con su particular interpretación de los hechos que, en la práctica, dista enormemente
de lo que la ciudadanía percibe a diario. Se niega la inflación que los precios
certifican y que los sindicatos confirman en los pedidos de incremento de
salarios. Se niega la inseguridad que las estadísticas más austeras demuestran
en un crecimiento exponencial. Se niega el aislamiento internacional. Se niega
el desabastecimiento y/o la dificultad para obtener bienes que fueron de libre
disponibilidad durante las últimas décadas. Se niega el tarifazo y se miente
descaradamente en la descripción de un país que no es ni va a ser como ellos
dicen porque el rumbo que le impuso a la Argentina este peronismo es de
decadencia inevitable.
Tempranamente, el kirchnerismo intentó un engendro
político que bautizó “transversalidad” con la clara intención de captar
voluntades de distintos colores políticos. A casi diez años de su irrupción en
la realidad nacional, el único corte transversal que ha conseguido fue
traspasarnos con la tragedia que, en principio, no distingue capacidad
económica pero que suele golpear con mayor brutalidad sobre la población más
vulnerable pero por una razón numérica y no social: los pobres son muchos más.
Acá es donde la oposición miente cuando dice “la
corrupción mata”. No señores, lo que mata es el populismo, no la corrupción y
sobran los ejemplos; basta recordar el proceso de privatizaciones de los ´90
que estuvo plagado de irregularidades y de sospechas más o menos confirmadas y
que, sin embargo, no registra cadáveres en su haber.
Mata el populismo que pretende instalar en la
conciencia colectiva, convenientemente desinformada y embrutecida tras décadas
de “Alpargatas sí, libros, no”, la noción del “hombre nuevo” que un gobierno
iluminado y lleno de poder (específicamente éste) va a conseguir “por las
buenas o por las malas”. Con frases como “a mí no me van a parar” la autoridad
muta en autoritarismo con la complacencia general. El populismo mata porque le
asegura a los súbditos que va a imponer un modelo de sociedad solidaria a la
fuerza, en la que se va a encargar de redistribuir el dinero ajeno.
El hombre es lo que es, no lo que el populismo quiere
que sea y quien encauza la conducta humana no es un líder iluminado sino un
sistema de base sólida, con una justicia independiente (a la que nadie se
atreva a pedirle “encarecidamente” nada desde un púlpito en medio de una arenga
de barricada). El comportamiento social reclama un engranaje sano donde cada
individuo detecte que es beneficioso para sí (y por extensión, para el
conjunto) hacer las cosas bien. El populismo es todo lo contrario; es un
sistema que habilita las conductas inmorales y antisociales porque echa a andar
un mecanismo de transferencia de responsabilidades en el que el estado nos acaricia
el lomo mientras nos compadece y nos endulza el oído convenciéndonos de que la
culpa de nuestros errores siempre es de otro.
Así, el populismo gana adeptos y los gobiernos
inescrupulosos, con ese “jocker” en el bolsillo van tejiendo sus corrupciones,
amiguismos y arbitrariedades.
Por eso ningún opositor dice que el populismo es el
que mata porque les conviene el otro discurso: “mata la corrupción” y con eso
les alcanza para señalar con el dedo a los funcionarios de turno. Ellos son
corruptos (vaya novedad…) y al resto le queda el camino llano para seguir practicando
populismo.
Tal vez no sea
el momento de decirle a los cientos de damnificados en la tragedia ocurrida en
la estación de trenes el pasado 22 de febrero que ese desastre es producto del
populismo y, como tal, absolutamente evitable. Pero alguien debería animarse y
pronto porque, como el populismo apila pobres y tragedias, habría que
advertirles que habrá una próxima cualquier día de estos. Y que en esa, volverán
a ser protagonistas.
Solo se animan a hablar frente a multitudes pagas. Igualmente el populismo se viene arraigando hace mucho, como sacarlo?
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