Recomendado

Recomendado
2da Edición

Encargue acá su Libro

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

domingo, 29 de enero de 2012

La cola está servida

Bastó la mera promesa de una rebajita en el precio del transporte público para encolumnar a  la sociedad argentina en una fila interminable, como la que hacíamos en el colegio aunque mucho más larga y a una edad en la que ya no es tiempo de disciplinarnos.  Horas y horas improductivas insumió el público argentino sin lamentos ni reproche, bajo el calor abrasador del verano porteño. Mientras tanto, mansos y no buenos, pasaban frente a sus narices y sus ojos impávidos los temas que ninguna sociedad hubiese tolerado: el cierre de las importaciones en pleno siglo XXI y el consiguiente malestar (que no será gratis) provocado en los países vecinos a quienes decimos adorar; los largos y repetidos cortes de luz consecuencia de la política oficial de pertinaz desinversión; los planes de reforma constitucional con el objetivo de tener kirchnerismo para rato; la pavorosa sequía que castigó el 80% de la cosecha y que se traduce en pérdidas varias veces millonarias para los productores pero también para el Gobierno que, vía impuestos, se queda con una interesante porción de sus ganancias; la enfermedad de la señora Kirchner tratada al estilo presidencial: como un conventillo; el índice de inflación que sigue arriba del 20% anual; la estadística de seis policías muertos en veinte días (lo que hace un promedio de uno cada tres días) y las declaraciones oficiales patoteriles sobre Malvinas sumadas a la designación de una azafata súbitamente (por no decir “nueva”) rica para representarnos ante una de las sociedades más conservadoras de Europa.

En verdad, nada me importa menos que lo que piensen o el mal trago de los ingleses cada vez que deban sumar a la aeromoza a los ámbitos que así lo requieran. Al fin y al cabo, es la misma Inglaterra que supo encantarse con la minifalda de Zulemita y el revoleo del protocolo que hizo su encantador padre cuando juntos visitaron a la Reina allá por los ´90. Churchill ya les había avisado lo que es el peronismo de modo que ahora no hicieron más que cometer el mismo error que muchos argentinos: desoir y creer que hay diferentes peronismos.

La designación de Castro agrede a los argentinos porque es un clarísimo mensaje hacia nosotros. Como agreden los demás devenidos diplomáticos K: Twitterman (menos locuaz que antes por las redes sociales pero igualmente desafortunado), Patricia Vaca Narvaja, Argüello o Balza. La vergüenza está en que se pueda nombrar personas tan escasamente  calificadas en la certeza de que nadie se inmutará. El bochorno es peor hacia adentro porque habla del gobierno, por supuesto, pero también desnuda a una sociedad sin reacción, o sin pudor.

Mientras todo esto ocurre, la gente hace cola para obtener su tarjeta para viajar baratito en colectivo. Es que la Argentina se ha vuelto baratita y no precisamente en sus precios. Como las colas no difieren unas de otras, uno tiene que acercarse y preguntar para qué es cada una. Porque hemos visto similares frente al consulado español para conseguir la documentación europea, y otras no menos voluminosas en las paradas de colectivos cuando hay paro de subtes o de trenes. Las únicas distintas son aquellas que hacemos hace más de un año para cargar combustible porque, por lógica, en esas estamos sentados en nuestros autos. Ahí hay que preguntar si hay nafta o sólo gasoil.

Por eso, cuando algunos arriesgaron que pronto vendrán las colas del racionamiento, no sonó demasiado exagerado porque esos fueron maltratos que las sociedades no incorporaron súbitamente sino de a poco, como en la Argentina, estando algo peor cada día. Así fue en Rusia, en Cuba y en Venezuela. Bajo esos regímenes opresivos la población ve una cola y aún sin saber qué se vende o reparte, se detiene pues tales son sus carencias que cualquier producto que se consiga es bienvenido. El público necesita tanto lechuga como medias. Y festeja conseguir lo que sea.

Hoy en la Argentina no podemos elegir libremente qué libros, películas, comestibles, ropa, esencias, cosméticos, electrónicos o autos comprar. Tampoco podemos celebrar contratos privados sin el control del estado. No podemos decidir en qué moneda comerciar ni qué, ni cuánto ni cómo. No podemos. Esas son algunas de las libertades que hemos perdido a manos de la actual administración. Hoy, merced al control de importaciones con que el “Príncipe” para la Presidente Kirchner o sea el iletrado secretario Moreno pretende evitar la fuga de divisas, empezaron a faltar insumos básicos así que, además de repuestos para los autos de alta gama, ya escasean hasta ciertos medicamentos.

A ver si en este contexto alguien puede sostener que resulta descabellado imaginar racionamiento masivo de alimentos a mediano plazo.

lunes, 9 de enero de 2012

¿Cuestión de Estado?

La historia de los blogs, modalidad de periodismo amateur que nació en Estados Unidos hace algo más de diez años, cuenta que surgieron como una suerte de control de rigurosidad sobre la prensa gráfica. Varios hechos precisos donde blogueros independientes cuestionaron información reproducida por grandes diarios dieron como resultado una explosión a favor del prestigio de esos sitios que de repente ponían en jaque a periodistas tradicionales cuyas firmas habían representado palabra santa durante décadas. 

Los blogueros se permitieron dudar de la veracidad de ciertos datos y sus intervenciones llegaron a provocar resonantes renuncias cuando pusieron blanco sobre negro gruesas inexactitudes publicadas y hasta algún fraude fotográfico. 
En los países en  los que la libertad no abunda, como en Cuba, o en aquellos donde la concentración de los medios de comunicación pone la diversidad de opiniones en segundo plano, como en Argentina, los blogs son un soplo de aire fresco para el sistema e invitan a mirar los temas desde ópticas diferentes. 

La crisis que viene generando el gobierno k tras empujar la sanción de una ley que embreta  a los medios de comunicación para que no digan lo que disgusta a las autoridades, ha puesto en emergencia la frágil estructura de información existente en el país y a sus tímidos mandamases que resultaron leones herbívoros frente al canibalismo oficial. Los poderosos multimedios no lucen tan poderosos y parecen atinar a poco.Las críticas a lo que veían mal se moderaron y espaciaron, y las columnas que  incorporan sobrevuelan la coyuntura pero evitan el enfoque de nuestro verdadero problema: la raíz autoritaria del gobierno que va contagiándose a la sociedad. 

La invitación a pensar, entonces, escasea desde las publicaciones en "letra de molde" como le gusta decir a la presidente Kirchner pero abundan, por suerte, en el ciberespacio. Desde esa butaca virtual, entablamos un debate imaginario con Carlos Pagni respecto de su nota sobre la salud de Cristina Kirchner que reproduce el diario La Nación en su edición del lunes 9 de enero. (http://www.lanacion.com.ar/1439001-hubo-una-mala-praxis-del-gobierno)
Más allá del error o no del diagnóstico sobre su enfermedad, (si ese fuera el caso, al fin y al cabo, errar es humano) me genera alguna incomodidad el planteo que hace el columnista dando por cierto que la salud de un presidente es cosa de interés público y que, como tal, tiene la obligación de cuidarla y de la mejor manera. Acto seguido, relaciona los fallidos en el diagnóstico presidencial con el profesional que se encuentra a cargo de la salud de la primera mandataria preguntándose si serán las manos adecuadas en las cuales depositar dicho bien público.  
Del comentario se desprende, entonces, que el mandato popular vendría a limitar el libre albedrío de los presidentes que no gozarían del derecho, como cualquier otro individuo, de elegir cómo y con quién atenderse.  
Pagni plantea que el médico de cabecera de la presidente es el mismo de su marido, de cuyos problemas coronarios todos supimos; sería opinable achacar el desenlace a la destreza profesional de su médico pero, aún así  ¿es exigible que Cristina Kirchner, la persona, abandone a su médico de confianza porque su salud es "de interés público"? ¿No tiene un presidente la libertad de elegir su médico como lo hace todo ciudadano? Además, en ese caso se abriría un capítulo incierto: ¿Quién debería determinar cómo se nombra a la o las personas para esa tarea y quién determinaría la expertiz aceptable?  
Desde un punto de vista estrictamente filosófico, un liberal dirá que la salud de un mandatario no difiere en importancia de la salud del resto de los habitantes de un país y que todos, uno y los otros, gozan del mismo derecho de decidir sobre sí mismos y eso, incluye la selección de los profesionales de la medicina que cuidan de sus personas. Distinto es reclamarle por el nombramiento de autoridades; sí es una cuestión de estado (aunque, paradójicamente, no se lo suele considerar de ese modo) la idoneidad de quienes ocupan los ministerios y demás espacios de decisión porque desde esos lugares influyen en la vida cotidiana de los habitantes, en sus bienes y sus destinos. 
Pero la salud presidencial no es una cuestión de estado. Sostenerlo recorta de manera arbitraria la libertad del funcionario y sigue alimentando en una población suficientemente catequizada en socialismo, la peligrosa noción de la existencia de un status superior al individuo que tiene derecho, facultad y potestad para decidir por él.

viernes, 6 de enero de 2012

Enero o Agosto?


Aunque estamos transitando la primera semana del año, la realidad que nos convida nuestra clase política agobia de tal manera que no parece enero sino agosto. Arrancamos el domingo con un gobernador aparentemente asesinado por su mujer, un intendente perdido con rumbo desconocido, los últimos instantes de la tiroides de Cristina Kirchner, el aumento del 125 por ciento en el costo del pasaje de subte, el sapo que sigue masticando el Jefe de Gobierno tras el abrupto traspaso sumado al gesto de sorpresa que no han podido borrar de sus rostros  los funcionarios porteños (continúan sin metabolizar los modos del kirchnerismo), ocho heridos graves en un accidente ferroviario por completo evitable (después de casi una década de trenes subsidiados por imperio de la beneficencia oficial con el dinero ajeno, los pasajeros siguen viajando como ganado) y el supuesto suicidio de un ex diputado peronista por Entre Ríos. Sacando esta breve reseña, nada más.

Agregar a la lista los manteros de la calle Florida sería una imprecisión porque es una cuestión que se arrastra del año pasado, aunque la evolución del proceso merece una reflexión: el gobierno local prometió erradicar ese engendro de comercio ilegal que creció a la vista impasible de los tres poderes del estado porteño que intentaron sacarlos y, ante la lógica resistencia del puñado de perjudicados, se echaron atrás con la decisión.
La policía de proximidad, ese amorfo inventado en la Ciudad de Buenos Aires que no termina de encontrar su lugar en el espacio porque no es ni chicha ni limonada, tampoco pudo desalojarlos pues para un operativo de esa envergadura necesita el apoyo de la Federal y la Federal, está claro, jamás va a estar dispuesta a colaborar con Macri.  Conclusión: los manteros siguen allí y en lugar de suprimirlos, el macrismo hizo con ellos lo mismo que el peronismo con los pobres: los multiplicó pues en lugar de integrarlos a la economía formal y transformarlos en comerciantes, cientos de comerciantes ahora son manteros. Reacción lógica, por otra parte, porque si el estado protege la informalidad, la incentiva y por ende se vuelve legítimo combatir la competencia desleal instalándose en plena calle, al lado de los privilegiados por el régimen.
Vaya este comentario para quienes todavía alientan alguna mísera esperanza en “Mauricio Macri 2015”. Si la ley establece que “el que puede lo más, puede lo menos” cabe preguntarse qué pasa con el que no puede ni  lo menos.
A fin de año nos enteramos de la incorporación de Emilio Monzó al equipo PRO, un ex operador de Daniel Scioli con quien Macri sueña hacer buenas migas en aras de ampliar su horizonte político en el distrito más numeroso del país. Lo que el Jefe de gobierno porteño no ha entendido aún (y parece que su estrecho núcleo de cerebros tampoco) es que el peronismo no le va a ceder jamás “un tranco de pollo” diría la presidente. El peronismo no comparte el poder adquirido; es más,  no le tiembla el pulso en quedarse con el que consiguen otros así que más vale que se afirme en su silla. Monzó arrancó su “armado nacional” tropezando en Tigre con el peronismo que rodea al intendente Massa y desde entonces no volvió a asomar la cabeza.
El otro error garrafal de Macri es creer que el operador político se compra hecho y eso lo lleva a depositar en el elegido sus expectativas de crecimiento, fronteras afuera del PRO.
Un militante aprende rápido que en cualquier partido político el cargo no hace a la persona sino al revés. La pertenencia al peronismo es un respaldo en sí mismo, pero creer que el peso adquirido en ese hábitat es propio es una equivocación que se paga cara. Monzó fue Monzó mientras “operó” para el gobernador del principal distrito del país. Los intendentes lo recibían como tal y sus logros estaban más alimentados por el lugar de donde venía que por quién era. Ahora va a intentar la titánica tarea de establecer diálogo con las provincias pero ha cambiado el remitente; ya no viene de La Plata; ahora es el mensajero de Avenida de Mayo.
Mientras tanto, lo cierto es que el peronismo (k, menemista y duhaldista) hoy está encolumnado tras la gestión de la presidente Kirchner y la búsqueda de una suerte de oficialismo opositor, si existiera, va a requerir de una lupa más que de un operador.
Claro que la vida no es una foto pero por ahora el peronismo sigue acaparando los papeles protagónicos, los de reparto y hasta el relleno. Como quien juega a la perinola, alguien ha cantado “Toma todo”.