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miércoles, 17 de agosto de 2011

Uno de cada dos


Parece que quienes venían anunciando la muerte del kirchnerismo estaban equivocados. El domingo quedó demostrado que está más fuerte que nunca y que no importa qué o quién tenga enfrente; son elegidos igual.

No es cierto que la gente los votó porque la oposición lucía desordenada y poco atractiva. Esa explicación de la realidad es tan caprichosa como aquella que los consideraba en extinción. El público votó a Cristina Kirchner porque prefiere a Cristina Kirchner antes que a cualquiera de las demás opciones.

Sostener que se la votó porque los demás son peores es como suponer que uno va a volverse homosexual porque no encuentra una buena pareja del sexo opuesto. ¿Es lógico pensar que un señor, cansado de buscar a la mujer de su vida y no hallarla, va a conformarse con Agustín? ¿Alguien le creería a una amiga si le dijera que se casó con Laurita porque no hay hombres que valgan la pena? Suena tan a excusa como lo otro y tan absurdo como aquello. La gente votó kirchnerismo porque lo prefirió al abanico de posibilidades que había, y punto.

Porque, además de falaz, el argumento transfiere la responsabilidad de la elección a la llamada oposición y no es justo. Los votantes que pusieron en el sobre la boleta azul con la cara de una Cristina sonriente son los exclusivos responsables del triunfo K. Y es bueno decirlo desde ahora por si acaso en el futuro hubiera que lamentarse del resultado de las internas abiertas del pasado domingo 14 de agosto.

Y hay otro argumento que invalida la moda instalada de cargar contra la oposición como si fuera tanto más mediocre que el oficialismo, dando a entender como que el sufrido votante se hubiese visto obligado a elegir el mal menor. Esto es falso aún cuando nadie hervía de emoción por los nombres que acompañaban a los demás candidatos. ¿Habrá gente de peor calaña entre los derrotados del domingo que Guillermo Moreno? ¿O es que ya nos acostumbramos a las groserías de Aníbal Fernández? ¿No alcanza para escandalizar que sea responsabilidad de uno de los ministros predilectos la fuga de cuantiosos fondos sin control, enmarcado el hecho en la modalidad “amiguismo”, que es política de estado? ¿Había algo peor que un gobierno complaciente con el narcotráfico, el lavado de dinero y el juego en gran escala? ¿Alguien podía imaginar más dependencia entre los tres poderes del estado que la planteada a lo largo de los últimos ocho años? ¿Se puede suponer mayor decadencia institucional del brazo de otra administración?

Cristina y su “troupe” estarán un período más, para empezar, porque uno de cada dos de nosotros así lo decidió.