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viernes, 31 de diciembre de 2010

Indecentes


Tras la muerte de Néstor Kirchner escribimos en este mismo espacio una nota titulada "Hipócritas" (http://maria-zaldivar.blogspot.com/2010/10/hipocritas.html) que recibió una importante adhesión del público. A dos meses de aquello y próximos a finalizar el año, se hace oportuno aludir a otra recurrencia nacional: la indecencia.

Indecentes todos y cada uno de los funcionarios de la presente administración con Cristina Fernández a la cabeza por permitirse todas las inconductas, por avalarlas, compartirlas o disculparlas lo que los hace cómplices y partícipes necesarios de la anomia que profundizaron en estos últimos siete años.

Indecente la oposición que prometió lo que no podía cumplir; que no hizo lo posible y lo imposible por frenar la barbarie K y terminó acompañando torpe y ruidosamente la gestión oficial; indecente toda vez que se mostró insignificante y superflua, que convalidó con acciones y omisiones cada patraña, cada delito y cada obcenidad servidas por el poder político.

Indecentes los representantes sindicales y empresarios que negocian cada palmo de sus privilegios en plena conciencia de arrancarlos ilegítimamente para satisfacer intereses espúreos, que corrompen funcionarios para obtenerlos o que se dejan corromper por ellos para seguir estando; indecentes por anteponer el corto plazo y la ventaja inmediata; indecentes cada vez que incumplen con la obligación sectorial que les cabe de defender las instituciones y las utilizan en provecho personal. Indecentes por no hacerse cargo de la enorme responsabilidad que tienen en la descomposición social que padece hoy la Argentina.

Indecentes los jefes militares que negociaron su propia impunidad a cambio de entregar a subalternos y arrojarlos a las fauces del enemigo ignorando la noción de autoridad en la que se formaron.

Indecente el periodismo lacayo y el colaboracionista que por pesos o por cargos distorsiona la verdad. Indecente por claudicar, por hincarse frente al poder, por no entender la dignidad de la resistencia al autoritarismo y suponer que es menos grave ser obsecuente que ser falso. Indecentes los que aceptan trabajar para medios del gobierno, decir o escribir lo que les mandan y aceptar dinero malversado de lo que se recauda para otros fines.

Indecentes los jueces que especulan con su estabilidad antes de firmar una sentencia, que toleran presiones políticas, que tienen contacto con funcionarios o con privados y abren la posibilidad de "interesantes" ofrecimientos. Indecentes cuando se resisten a renunciar si no pueden hacer frente a la arbitrariedad del poder.

Y también indecente una generosa porción de la sociedad argentina que calla y otorga; que se refugia en los shoppings para desconocer la realidad que la rodea; que con el cliché de "esto siempre fue así" acepta el robo, la coima y los incapaces al frente de cualquier cosa; indecente cada ciudadano que emplea personal "en negro" y evade impuestos bajo la excusa de que el gobierno es el primer defraudador; el que toma el atajo y se trepa a la corrupción crónica.

Muchos indecentes abriga esta sociedad empobrecida en su espíritu, casi tantos como hipócritas y mucho me temo que los indecentes descriptos hoy sean los mismos aquellos hipócritas.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Un médico acá, por favor



Décadas tuvieron que pasar para que alcanzara el país una homogeneidad como la que ostenta hoy. Desde el primer gobierno de Juan Domingo Perón la Argentina no mostraba una situación tan pareja en la que nada está bien. Actualmente podemos decir que absolutamente todo está patas arriba y eso no es fácil de lograr; requiere de una sostenida acción de destrucción de algunos y de una contundente inacción de otros.

Sólo extranjeros o inconscientes pueden festejar algo por estos días en la Argentina. El país está en llamas y el futuro inmediato no puede lucir más oscuro. Sin embargo, ¿Por qué extraños logros brindan los que brindan? ¿Cuántos proyectos se pueden materializar en el presente contexto? ¿Qué días de gloria se vislumbran? ¿Cuáles son los éxitos posibles? ¿O es que hay quienes encuentran un motivo de alegría en el mero hecho cronológico de un año que termina?

El país atraviesa la peor crisis de su historia porque, a diferencia de otras, en esta oportunidad no existe una reserva moral ni cultural que apuntale a nuestra sociedad, despojada de valores y a la deriva. La educación hecha resultados vergonzosos al punto que hemos dado a luz una generación de mal instruidos y amorales. El principio de autoridad está desdibujado tras años de prédica disolvente; la figura del padre en la casa es tan insignificante como la del policía en la calle y la de la maestra en la escuela. De allí en más, todo fue posible, mientras la televisión alienta el consumo de baratijas de gusto escaso y sustancia nula; los sindicalistas de hecho manejan las empresas porque su poder no creció para beneficiar a sus representados sino para amenazar a los empleadores; las usurpaciones de viviendas son moneda corriente; el delito crece de manera exponencial pues la Argentina se ha convertido en tierra “amigable” para la proliferación de los delitos preferidos del crimen organizado: tráfico de drogas y lavado de dinero; la justicia está dividida en dos bandos: los timoratos y los adictos al régimen. Para finalizar un rapidísimo panorama de la realidad argentina, es interesante señalar que la política se convirtió en la vía de florecimiento económico de miles de marginales que alimentan este círculo perverso o al menos callan y otorgan por lo que es impensable suponer que a través de ella podrá alentarse el cambio de rumbo.

Si falta nafta para el auto, luz para la heladera y gas para la hornalla; si también falta seguridad para las personas, justicia para dirimir conflictos y libertad para transitar; si millones de argentinos pasan hambre hace décadas y los populismos sucesivos lo único que hacen por ellos es multiplicarlos; si nos hemos fumado en cuatro años la producción ganadera de una generación y nuestros alumnos son extremadamente poco calificados; si la policía deambula desarmada y siempre recibe la orden de proteger a "los malos"; si la delincuencia no conoce techo ni límite y respetar la propiedad privada se volvió “de cumplimiento imposible”; y si además de todo eso ahora conducen nuestros destinos quienes en los ´70 se armaron contra los habitantes y las instituciones del país y son los únicos que tienen un proyecto, me pregunto: ¿no habría que investigar la salud mental de los argentinos que aún así festejan?

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El Sainete


La curiosidad del Departamento de Estado sobre la forma en que Cristina Kirchner resuelve las situaciones de estrés ha sido respondida por la misma mandataria en estos días. No trascendió hasta ahora qué contestaron los funcionarios a aquel requerimiento pero sin duda merecía un “Maravillosamente” a tenor de su gesto impertérrito luego de la revelación de las buenas y secretas migas que mantiene con Hillary para domar al vecino díscolo, Evo.

Pero hay que reconocer que no son pocos los funcionarios que andan con el corazón en la mano porque, a pesar de los alaridos de horror que debimos soportar de cierto periodismo local y extranjero y de ciertos líderes –unos y otros, todos “progres”-, lo más escandaloso del incidente no son las preguntas que con toda lógica se hace la primera potencia mundial sobre los personajes con los que debe arriar, sino las respuestas recibidas.

Bien dice la sabiduría popular que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. En cuanto a qué relación guarda uno con sus insultos no está definido pero nadie quiere ni imaginarlo. Uno de los cables que nos involucra informa de la dificultad que enfrentó la embajada norteamericana en muchos casos para hacer callar a los opinadores de turno. Trascendió que no alcanzaba con las maneras diplomáticas para conseguir que los interlocutores se guardaran algún detalle aunque más no fuera, para sus sesiones particulares de terapia.

Lo cierto es que esto, además, ha desatado la furia de nuestros dirigentes y la decisión unánime de impedir la impunidad del oficialismo con un rigor nunca visto. “¡Basta de atropellos! Hasta acá llegaron” se escuchó decir en una reunión en la que Franta de Narváez daba directivas políticas a Pepe Scioli mientras sonreía a las cámaras que tiene instaladas por docenas en su bunker de campaña. Sin ir más lejos, no bien se enteró el colorado de que Aníbal le andaba pispeando su correo electrónico ardió Troya. Sin filtro y totalmente sacado, el apuesto millonario le espetó al jefe de gabinete, por televisión claro, que dejara de hacerlo. Y fue más allá porque le puso fecha a semejante amenaza: “ya” dicen los presentes que bramó, púrpura de ira. Una vez que los periodistas tomaron la última imagen del irritado legislador salieron a buscar la respuesta de Fernández. Su ausencia de los lugares que suele frecuentar provocó una ola de trascendidos que coincidían con un incontrolable ataque de pánico que le habría producido el ultimátum del diputado.

Otro que está sacado es el canciller Twitterman. Tan loco lo puso la filtración de Wikileaks que le han tenido que esconder el celular para que no blasfeme a través de las redes sociales. El, que venía sopapeando a diestra y siniestra (sobre todo esto último) tuvo que llamarse a silencio primero porque su jefa así lo ha dispuesto y luego porque el paradero de su teléfono lo tiene tan preocupado como la recepción que vayan a recibir de Morales cuando se encuentren cara a cara en La Feliz en los próximos días.

“¿Yo señor?” balbuceaba Jorge Taiana mientras relativizaba la parte que le tocó de la fuga. “¿A quién salvo a los yanquis de mala madre puede importarle qué hice yo hace más de treinta años?” se preguntaba furioso.

Un sombrío personaje que nadie reconoció resultó ser el otrora sonriente Sergio Massa. Desencajado repetía ante quien quisiera escucharlo que los motes de “psicópata” y “perverso” habían sido sacados de contexto.

La fila más larga es la de los indignados. Escenas de pugilato se vivieron para decidir quién la encabezaba. El ex canciller apuró el paso pero Alberto Fernández lo chistó y con un “¡a la cola que yo llegué antes!” lo hizo desistir. Con la excusa de su estatura lo iban relegando a medida que la fila se poblaba. Mauricio desde su luna de miel pidió que no lo dejasen afuera y avisó que no quiere formar último, dijo que si le hacen una porquería se la van a ver con su papá y hasta amenazó con cantar si no le guardan un lugar. Sería una injusticia porque su nutrido equipo de expertos en relaciones internacionales está trabajando duro con los especialistas en imagen desde que se supo que la embajadora americana lo tiene por un maleducado.

Pero fue Aníbal quien, a punta de bigote, logró la “pole position”. Aseguró que no piensa darle entidad a esa sarta de estupideces, que las épocas de procesado quedaron atrás, que el capítulo como intendente de Quilmes ya fue y que no está dispuesto a tolerar tanta buena memoria de nadie. “Estamos en la Argentina, una sociedad sana en la que nunca pasa nada porque cualquier zafarrancho prescribe tarde o temprano. Falta que sigan preguntando por los fondos de Santa Cruz” gritaba enajenado. “Evidentemente los patitos de Carrió no son los únicos mareados” acotó mientras se alejaba entonando “¡país generoso! ¡país generoso!” camino a su taller de bonsái.

Hay frases célebres que ayudan a entender. Churchill dijo que “La indignación es la estrategia que reviste de dignidad al idiota” y queda superlativa a continuación del memorable “al que le quepa el sayo, que se lo ponga” del gobernador Angeloz.

Mientras el sainete se desarrolla y pocos son los que salvan sus pilchas del ridículo, el Frente para la Victoria instalaba por cuarta vez consecutiva a Eduardo Fellner al frente de la Cámara Baja como para garantizar la “continuidad del modelo” y Cristina Kirchner anunciaba por cadena nacional el volanteo de más y más dinero al ritmo de la discrecionalidad peronista. Dicen los que estaban cerca de la presidente que la escucharon atender un llamado de Barak directo a su teléfono celular pero hasta que no lo publique Wikileaks no vamos a poder confirmarlo.

Wikileaks

Los 250.000 cables reservados que funcionarios americanos elaboraron alrededor del mundo y que una aparente fuga de información ha puesto a disposición de la tía Porota es el mayor papelón político de la historia de Estados Unidos y lo protagonizó, por qué no recordarlo, un demócrata.

El paralelo que trazó tempranamente Cristina Kirchner entre Barack Obama y la demagogia peronista hoy suena poco menos que premonitorio. A casi dos años de administración, el presidente americano se ha esmerado en darle la razón: su impulso a leyes decididamente populistas en clara negación del espíritu de los “founding fathers” que hizo de Estados Unidos esa tierra de oportunidades a la que llegan hombres de todo el planeta en busca de un futuro mejor sumado a la improvisación en áreas sensibles de su gobierno lo emparentan con una gimnasia que también es la columna vertebral del peronismo.

Lejos de sorprender la reacción mundial ante un episodio más colorido que dramático, vuelve a mostrar quién es quién: el periodismo internacional se mostró implacable y escandalizado en una clásica actitud sobreactuada frente a cualquier desliz que provenga de América del Norte mientras se regodea ventilando detalles que, si son incómodos y comprometedores, mejor; no se trata más que de un ademán previsible por parte de un segmento históricamente tolerante con ciertos regímenes y particularmente crítico con Estados Unidos; pero que ese rencor mundial más o menos encubierto hacia lo que representa esa nación se haya desplegado con más virulencia desde los estados más afines ideológicamente con el “peronista Obama” hizo posible el absurdo de que el soporte y la defensa le viniera de los gobiernos de derecha.

La moraleja es casi una obviedad y deja al descubierto una vez más la naturaleza de la izquierda que, más allá de las circunstanciales simpatías que pueda abrigar hacia alguna conducción más socialista en Estados Unidos, lo que genéticamente rechaza son los valores fundantes de aquel estilo de vida cuyo garante y fortaleza es el amor a la libertad.

Ese compromiso, que siente en lo personal cada americano, es el que los mantiene a la cabeza del mundo porque en la libertad se encuentran todos y desde ese acuerdo superador seguirán liderando a pesar de los peronistas con los que deban lidiar, locales y visitantes.

Nada del sistema americano está en tela de juicio, tan sólo la pericia de un puñado de funcionarios que, tratándose de aquella sociedad, muy probablemente paguen con sus futuros políticos el costo del incidente.