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lunes, 7 de junio de 2010

¿Feliz Día?




A 200 años del día en que Mariano Moreno ponía en la calle el primer diario argentino no hay demasiado para festejar, a no ser el mero paso del tiempo. El país ha dejado de querer la libertad como la quisieron los hombres que construyeron el país.

La libertad no se obtiene de mucho nombrarla; no se declama, se ejercita a diario. Es una forma de vida y se aprende. La Argentina hace décadas que reemplazó la enseñanza de la libertad por la práctica de modelos sociales perversos que llenan el discurso de palabras vacías de contenido donde la libertad es, como mucho, un slogan.

El amor a la libertad es otra cosa. El amor a la libertad es anterior a las corporaciones políticas. Es entender que el crecimiento personal es posible y que no depende de cuánto intervenga el estado en nuestras vidas sino de cuánto espacio nos deja para desenvolvernos. Es creer en el esfuerzo que cada uno hace en su propio favor. Es confiar en que las instituciones de la república colaboren garantizando la vigencia del estado de derecho, la igualdad ante la ley y la idoneidad de los funcionarios públicos. Y además, el amor a la libertad no depende de que lo profese o traicione el vecino. El amor a la libertad es una elección individual.

Hoy, que por un excelente trabajo de posicionamiento propagandístico, la izquierda subversiva que nos azotó en los ´70 goza de una inmerecida buena imagen, la sociedad argentina ciclotímica, inconstante como un adolescente y snob, saltó de vereda y ahora los acompaña, festeja y convalida arbitrariedades, disculpa el olvido de la ley y hasta el desprecio por las instituciones. O calla. Calla ante las persecuciones políticas disfrazadas de legalidad sin inmutarse. Calla la sociedad cuando no rechaza la arbitrariedad y cuando calla legitima el delito. La historia enseña que los totalitarismos se instalaron con la complicidad popular en el atropello a los derechos individuales y también enseña el costo que se paga por ese error.

“Faltan voceros de la libertad” dijo el desaparecido Julio Ramos en el homenaje a los 90 años del ingeniero Alsogaray. Es claro que faltan ellos y el eco de sus prédicas. La anoréxica esperanza de quienes no han emigrado aún se asienta en identificar, a pesar de los vaivenes de la moda, la existencia de espíritus genuinamente comprometidos con la libertad. Aunque es cierto: para que eso suceda es condición que la sociedad argentina madure y abandone la impunidad, a veces especulativa, con que aplaude o repudia un mismo principio según caliente el sol.

1 comentario:

  1. Completamente de acuerdo. Ahora, ¿llegaremos a cambiar a tiempo, o volveremos a pagar esos errores como la historia nos tiene acostumbrados?

    Saludos
    PLPLE

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