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viernes, 30 de abril de 2010

Ahora, el terror


Por estos días el país, sumergido por el kirchnerismo a vivir junto a él la hecatombe de su propia agonía política en la que naufraga y a duras penas, revive un clima irrespirable avivado hasta el extremo por el brazo más radicalizado de la vanguardia terrorista del peronismo que reina a sus anchas entre viejos compañeros de militancia.

Persecución política disfrazada de legalidad jurídica; venganza pura y llana maquillada para el consumo como “memoria histórica” y resentimiento en dosis para adictos impulsan enfrentamientos de todos contra todos para que la parálisis general del país pase desapercibida, para que no preocupe el aislamiento internacional, para desdibujar mientras sea posible los niveles indecentes de pobreza y marginalidad y para dificultar hasta el extremo el encuentro de voluntades dispuestas a revertir el actual proceso y poner entre rejas a los delincuentes que nos gobiernan.

El reciente simulacro de juicio popular que organizaron Bonafini y sus mamás para juzgar el comportamiento de un grupo de periodistas es tan grotesco como su impulsora, una mujer gélida y cruel cuyo corazón late sólo para festejar la muerte de inocentes. Fiscales, jurado, testigos y ella como juez fueron, con idéntica ilegitimidad, una siniestra pantomima de los tribunales que integraban en los ´70 los hijos de las Bonafinis, en los que juzgaban a quienes con anterioridad habían secuestrado. La única diferencia entre uno y otro episodio es el disparo sobre la víctima con que terminaba el “juicio” en aquellos años.

Pero los métodos son los mismos y también la intención. Ahora como entonces quieren sembrar el terror y para ello esta vez cuentan con la anuencia del poder político y los recursos del estado, pródigos ambos a la hora de solventar escraches y desórdenes. Esta escalada funesta va a terminar más temprano que tarde pero la evaluación del costo se vuelve difusa. ¿Costará vidas? Ya costó, miles. Cada chico desnutrido que no será nunca un adulto pleno, cada adolescente consumido por las drogas o enredado en la delincuencia producto de una marginalidad impuesta a fuerza de punterismo barrial y cada adulto convertido en rehén inmoral de la dádiva oficial son todas facturas imputables a este gobierno y la herencia que dejarán. Néstor y Cristina Kirchner han practicado peronismo de la más pura estirpe, destructor y acomplejado que destila envidia frente a las obras que, invariablemente, siempre son de otros.

Es de desear que éste sea el último sombrero que el peronismo tenga para lucir y que los Kirchner cierren el desfile de tan camaleónica colección. También dependerá del instante en que la sociedad se decida a decirles “basta” sin temor ni especulaciones y recordando que el secreto de la felicidad es la libertad y que el secreto de la libertad es el coraje.

lunes, 12 de abril de 2010

Promediando Abril, hibernados


Quien repare en que estamos promediando el cuarto mes del año y hasta acá no hemos hecho más que amontonar problemas nuevos y viejos debería preocuparse.

Una sana costumbre sugerida por la psicología tradicional indica listar las tareas pendientes de manera de evitar olvidos. Además, de esa forma uno puede comprobar visualmente si se está en un proceso donde se acumula más de lo que se resuelve y, eventualmente, revertirlo.

Hay que ser muy corajudo para aplicar ese sistema en el caso de nuestro país porque el efecto de una lista tan voluminosa puede resultar demoledor. En materia de instituciones sería difícil decidirse por cuál necesita con más urgencia un tratamiento de terapia intensiva pues son varias las que corren riesgo de vida en la actualidad.

No menos grave es la salud de los tres poderes del estado. El ejecutivo inunda de arbitrariedad su diario accionar y tiñe de autoritarismo todo lo que toca. Mandonea, presiona, destrata y pone en penitencia a sindicalistas, gobernadores, empresarios, jueces, intendentes, curas y periodistas por igual. El legislativo no padece menos conflictos; hace cinco meses que está hibernado y sólo levanta el hocico del barro para anotar un nuevo papelón a su voluminoso ranking de fallidos. Mientras tanto, el poder judicial que venía zafando de la mirada general pero no del descalabro, hoy expone sus miserias sin disimulo. En síntesis, la división entre los tres como sinónimo de control y garantía de independencia quedó reservada a los libros de texto.

La foto de la Argentina es patética: apila indigentes, incumple compromisos, manotea el dinero de los jubilados, apaña mafias y mafiosos y se endeuda hasta lo inaudito gastando lo que no tiene en políticas asistencialistas para mantener en pie un elefantiásico engranaje de pobres y punteros que sólo sirve para enriquecer a los punteros y multiplicar a los pobres.

En ese contexto, una desorientada oposición que no acierta con el contragolpe, observa alelada cómo una banda de forajidos deshace todo lo que encuentra a su paso. Tampoco es que se trata de un grupo de notables intentando frenar los excesos de los bárbaros pero la impunidad con que el oficialismo usa y abusa del poder del estado los tiene técnicamente neutralizados.

Para ensombrecer el panorama están empresariado y sindicalismo entregados a compartir la miel de los privilegios que siempre hay para los sumisos.

La iglesia, como hace más de medio siglo frente a un gobierno del mismo signo político, enfrenta en soledad desde el lugar que le corresponde, los excesos de una administración indecente que incentiva la pobreza como política de estado para exclusivo beneficio de su proyecto de poder personal.

En resumidas cuentas, así enumerados los conflictos en marcha y las tareas pendientes, la lista agobia.
Quien repare en que estamos promediando el cuarto mes del año y hasta acá no hemos hecho más que amontonar problemas nuevos y viejos debería preocuparse.


Una sana costumbre sugerida por la psicología tradicional indica listar las tareas pendientes de manera de evitar olvidos. Además, de esa forma uno puede comprobar visualmente si se está en un proceso donde se acumula más de lo que se resuelve y, eventualmente, revertirlo.

Hay que ser muy corajudo para aplicar ese sistema en el caso de nuestro país porque el efecto de una lista tan voluminosa puede resultar demoledor. En materia de instituciones sería difícil decidirse por cuál necesita con más urgencia un tratamiento de terapia intensiva pues son varias las que corren riesgo de vida en la actualidad.

No menos grave es la salud de los tres poderes del estado. El ejecutivo inunda de arbitrariedad su diario accionar y tiñe de autoritarismo todo lo que toca. Mandonea, presiona, destrata y pone en penitencia a sindicalistas, gobernadores, empresarios, jueces, intendentes, curas y periodistas por igual. El legislativo no padece menos conflictos; hace cinco meses que está hibernado y sólo levanta el hocico del barro para anotar un nuevo papelón a su voluminoso ranking de fallidos. Mientras tanto, el poder judicial que venía zafando de la mirada general pero no del descalabro, hoy expone sus miserias sin disimulo. En síntesis, la división entre los tres como sinónimo de control y garantía de independencia quedó reservada a los libros de texto.

La foto de la Argentina es patética: apila indigentes, incumple compromisos, manotea el dinero de los jubilados, apaña mafias y mafiosos y se endeuda hasta lo inaudito gastando lo que no tiene en políticas asistencialistas para mantener en pie un elefantiásico engranaje de pobres y punteros que sólo sirve para enriquecer a los punteros y multiplicar a los pobres.

En ese contexto, una desorientada oposición que no acierta con el contragolpe, observa alelada cómo una banda de forajidos deshace todo lo que encuentra a su paso. Tampoco es que se trata de un grupo de notables intentando frenar los excesos de los bárbaros pero la impunidad con que el oficialismo usa y abusa del poder del estado los tiene técnicamente neutralizados.

Para ensombrecer el panorama están empresariado y sindicalismo entregados a compartir la miel de los privilegios que siempre hay para los sumisos.

La iglesia, como hace más de medio siglo, enfrenta en soledad desde el lugar que le corresponde, los excesos de una administración indecente que incentiva la pobreza como política de estado para beneficio de su proyecto de poder personal.


En resumidas cuentas, así enumerados los conflictos en marcha y las tareas pendientes, la lista agobia.

martes, 6 de abril de 2010

jueves, 1 de abril de 2010

País Real & País Virtual


-¡Ay Lucre, menos mal que los celulares tienen “roaming” y los autos, manos libres; al menos así charlamos un rato mientras desfilamos a paso de hombre camino a la costa!

El que se estresa presenciando los enfrentamientos entre el oficialismo y todo el que ose contradecirlo es un verdadero pajarón. Hace años que los debates se desenvuelven de lunes a jueves y los viernes, como por arte de magia, nada pasa. El Congreso reposa y las lenguas también. Las crisis se toman respiro, los ánimos se aplacan y todo parece demostrar que lo grave del lunes no es lo suficientemente grave como para no admitir un cuarto intermedio.

Sin embargo, esa es la descripción del “relato” al que se refería la presidente al inicio de su mandato pues la realidad no se toma vacaciones. La realidad es la película que no mira la dirigencia. Mientras los senadores vuelan a sus provincias y los Kirchner a Calafate donde encuentran el botón del “stop” a la vida real, la inflación sigue su curso; los conflictos sociales se apilan sin resolución; la delincuencia avanza y la Argentina es un matete. Nada funciona, nada mejora, nada progresa para desvelo de millones que consumen realidad más que relato y reconocen la profundidad de nuestra decadencia. Y les preocupa.

Mientras tanto, como este país es un abanico de individualidades obsesionadas con el propio ombligo para los que “propio ombligo” significa exclusivamente el aquí y ahora, hoy un importante lote de argentinos comparte otra preocupación: a qué hora llegarán a la costa. Tal vez crean que allá no los alcanzará sino el relato.

Alvaro Alsogaray 22-6-1913 / 1-4-2005


Buenos Aires, 18/3/1976

Carta abierta, "Llamado a la reflexión" (*)


La destrucción profunda del ordenamiento económico junto con otras causas políticas y morales nos han arrastrado ya a la etapa del las grandes perturbaciones sociales y de los sacudimientos políticos. Los propios ministros del gobierno y los líderes de la caduca e irresponsable oposición hablan ya abiertamente del golpe de Estado. Frívolos intereses mundanos y materiales los alientan.

Nada sería más contrario a los intereses del país que precipitar en estos momentos un golpe. Las fuerzas armadas supieron retirarse en mayo de 1973 de la escena política y no deberían volver a ella sino cuando esté realmente en peligro la supervivencia misma de la libertad. Constituyen la última reserva y no deben ser arriesgadas bajo estas condiciones.
Entregaron el poder a los líderes políticos, incluyendo entre éstos a los dirigentes sindicales y empresarios que actúan en función política, y fueron esos líderes quienes crearon el caos actual. Por lo tanto, son los únicos responsables, los verdaderos y exclusivos culpables de esta gran frustración argentina. Y a ellos incumbe enfrentar las consecuencias y resolver, si pueden, el drama en que han sumido al país.

En los próximos 90 días asistiremos a una vertiginosa alza de precios y a una grave escasez de productos, que han comenzado a manifestarse; al cierre de muchas fuentes de trabajo y al comienzo de la desocupación masiva.

¿Por qué habría un golpe de estado liberar a los dirigentes políticos de su culpabilidad?

¿Por qué transformarlos en mártires incomprendidos de la democracia precisamente en momentos en que se verán obligados a proclamar su gran fracaso?

Dirigentes peronistas y radicales, con abrazos y elogios recíprocos, acaban de ratificar su alianza de la Hora del Pueblo que condujo al país al caos. Hay que permitirles -más hay que exigirles- que gobiernen juntos y resuelvan el problema. Dentro de tres meses el país entero estará clamando para que se vayan, pero no como perseguidos sino como culpables.
No necesitamos un golpe de estado.

La opinión de los técnicos y economistas de gabinete interesados en el golpe no debe inducir a nadie a precipitarse. Tres meses en la vida de un país no significan nada, pero estos próximos servirán para probar el definitivo fracaso de un régimen socio-económico de más de 30 años que ya no se sostiene y cuyo salvataje por ninguna razón debería facilitarse.
Muchos de quienes alimentan hoy el golpe, se congratularon haciendo la V de la victoria el día de las elecciones en que triunfó Perón y pronto volverían a cambiar de frente criticando el golpe. Otros, ingenuamente, creerán que éste les resolverá sus problemas personales cuando lo único que puede prometer es sangre, sudor y lágrimas. El mismo público que hoy protesta unánimemente por el actual estado de cosas, comenzará a vilipendiar a los militares, alentado por los políticos, a quienes habrá salvado in extremis causa.
No hay que caer en la trampa. Hay que saber esperar.
Ningún país queda tan destruido para que no pueda levantarse sobre sus escombros. La Argentina, sin dudas, lo hará.

Álvaro Alsogaray


(*) Publicada en la época, contenida en el libro "Experiencias de 50 años de política y economía argentina", Ed. Planeta, 1993, pp.91/92.-