
Una observación rápida sobre el reciente coloquio convocado por la tradicional institución IDEA, que reúne lo más granado del empresariado local, llevaría por título la excelente convocatoria que implican los ochocientos asistentes. Claro está que, como no hay en la Argentina ochocientos empresarios, el número sólo indica que la concurrencia incluyó mandos medios, personal de relaciones institucionales y comunicación y más de un enviado por cada compañía.
Sin embargo, un análisis profundo de las implicancias más que el mero relato de los hechos sobre el mismo evento arribaría a una conclusión diferente y casi de sentido contrario, de hacer hincapié en los pocos protagonistas que tuvo la multitudinaria reunión e inclusive las “bajas” respecto de años anteriores. En un país populista como el nuestro con cierta debilidad por las masas, es importante destacar la jerarquía del “quién” sobre el “cuántos” porque, en definitiva, es decididamente más relevante “quién” que “cuántos” en la toma de decisiones. Los que se guían por “cuántos”, por ejemplo, son los mismos que creyeron ver en Kirchner un cadáver político a partir del pasado 28 de junio.
Entonces, al contraste entre el número y la significación personal de los asistentes, se suman las ausencias. Julio Cobos, Elisa Carrió, Mauricio Macri, Jorge Brito y Alfredo Coto, cuyas voces sonaron otros años en aquellas reuniones, son algunos de los déficit de esta vuelta. Tampoco hubo mentes que intentaran reflexiones desligadas de la coyuntura.
Así planteado, el coloquio pareció, por momentos, atrasar alguna década. Las exposiciones de los profesores extranjeros convocados que insistieron con las recetas que el mundo aplica y cuyo resultado es no estar estancados como nosotros, ni la nota de color que significaron las visitas de los ex presidentes Gaviria y Toledo, lograron revertir esa sensación abonada, sobre todo, por el debate central entre Eduardo Duhalde y Rodolfo Terragno.
Varios eran los motivos para desilusionarse; primero que nada, porque ambos tuvieron sus oportunidades a través de los muchos años en que fueron funcionarios y ninguno de los dos tomó un instante para reconocer algún error de sus respectivas y múltiples gestiones.
Terragno comentó el nada innovador planteo del consenso y el diálogo y anunció su intención de solicitar una entrevista con la Presidente Kirchner. Duhalde, por su parte, se dedicó a reivindicar su paso por la Rosada y mencionar hasta el aburrimiento “lo que construimos” a partir del 2002 evitando cualquier referencia a lo que destruyó por entonces y aún antes. Insistió caprichosamente con la concreción de una Moncloa local en la que nadie cree y para la que no existen contexto ni liderazgos y aprovechó, genéticamente chicanero, para mandarle un par de mensajes a Néstor Kirchner utilizando el living de su gentil y desprevenido anfitrión.
Por lejos, la participación del moderador fue lo mejor del encuentro. Pepe Eliaschev, con destreza profesional y justicia histórica, sintetizó con una cita de Tomás Abraham aquel pobre espectáculo: “Yo lo veo a Duhalde, y lo veo a Duhalde”.
La organización del evento es particularmente destacable; sobria eficiencia de la que nos hemos desacostumbrado los argentinos se ocupó de cada detalle, para alivio de tan numerosa asistencia. Y vaya la última reflexión sobre el título del coloquio: “Argentina: un trabajo de todos”. ¿Será tan así? es la pregunta. Daría para pensar que no, en una sociedad donde la clase dirigente es muy poco representativa del sentir general, lo que indicaría que sus decisiones tampoco gozan de la popularidad que reclaman las gestiones “de todos”.
Entonces, el intento de repartir por partes iguales la responsabilidad del aquelarre actual que viene atado a las desastrosas decisiones tomadas en el pasado reciente es por completo impropio viniendo de un concilio político-empresario que reúne la aristocracia de ambas cofradías. Cierto es que las consecuencias de esas definiciones nos sacudieron a todos, pero que intenten decirnos que a Duhalde, de Mendiguren, Kirchner y a la tía Coca ahora les toca una mochila igual de pesada, es como demasiado.
Excelente María,me resulta tóxico utilizar la memoria para recordar las impresentables flores que adornaron esa tribuna en años recientes. Siempre abierta al seleccionado de lo peor del mundo. Derecha siniestra la bautizó un innombrable jefe de gabinete, peronalmente me refiero a ellos como la pinza derecha del cangrejo la que fija la presa para que la pinza izquierda la triture.
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