
Decía Von Mises que “El problema del socialismo es que aún los que se le oponen aceptan sus postulados”; nada más descriptivo del proceso de involución argentino en cuanto a la valoración de lo importante y lo accesorio. Recién ahora hay reacciones contrarias a la pretensión oficial de controlar los medios de comunicación, cuando el peronismo gobernante viene pisoteando las instituciones desde su arribo en 2003.
La sociedad argentina no entiende que la libertad es un concepto indivisible por cuanto debería haber rechazado cada atropello, no sólo el cometido contra sus intereses directos. Pero no lo hizo y, en su defecto, permitió socialismo más o menos encubierto mientras lo que se vulneraban fuesen derechos aparentemente ajenos. Ese es el gran error de la clase dirigente contemporánea, llena de empresarios socios del gobierno, partidos débiles y justicia dependiente del poder político. Ninguno ha defendido la libertad como valor esencial sino desde su conveniencia sectorial.
Todos los autoritarismos que padeció el mundo censuraron el pensamiento independiente. La Argentina no está excluida de esa estadística. El primero de los que eligió, Juan Manuel de Rosas, persiguió con saña manifiesta a sus opositores quienes, lejos de rendirse, se alejaron del país ante la amenaza a sus vidas para detenerse a pensar la sociedad que vendría luego de Rosas. De hecho, habría mucho para hacer después de tanto atraso porque la característica de los dictadores es frenar el crecimiento y trabar la libre iniciativa.
El siguiente capítulo de la misma pesadilla autoritaria nacional fue Juan Domingo Perón quien, más allá de sus sinuosos artilugios para acceder al poder, hostigó, intimidó y acalló cuanta voz adversa a sus modos y sus políticas pretendiera levantarse. Heredero por voluntad propia y admiración personal del fascismo europeo, no logró concretar su propio enunciado: “Yo pretendo imitar a Mussolini en todo, menos en sus errores” porque en la práctica llevó adelante lo peor de aquel régimen incluida la protección política de las figuras más deleznables de la locura nazi, paradigma de intolerancia.
El tercer episodio histórico donde la población se dio a sí misma un conductor autoritario es el reciente advenimiento de Néstor Kirchner. Los años que separan su aventura de las de Rosas y Perón debieran hacerla diferente; sin embargo, los parecidos son demasiados.
Los tres atacaron la raíz de la civilización occidental: el derecho a la libertad. Los tres profundizaron los disensos y asentaron sobre ellos su fuerza. Utilizaron el miedo como arma y el poder como instrumento y cuando entendieron que las instituciones de la república estaban lo suficientemente debilitadas, fueron por la prensa, último espejo de una realidad cuyo reflejo el gobierno peronista de los Kirchner se niega a mirar.
La Argentina vive los últimos instantes de libertad para expresarse. La ley de medios audiovisuales que impulsa el oficialismo está próxima a sancionarse. Hace unos días encontró el número necesario de cómplices en la Cámara de Diputados y todo indica que lo mismo habrá de ocurrir entre los senadores en breve.
Los detalles del delito casi aburren de tan repetidos: control del estado a diestra y siniestra (sobre todo, a siniestra); amigos del poder político a la titularidad de las empresas dueñas de medios de comunicación; amigos del poder político a la titularidad de las frecuencias de radio y televisión; amigos del poder político repartiéndose millonaria pauta publicitaria oficial; amigos del poder político a la pantalla y a los micrófonos de canales y radios; discurso único, vacuo y chorreando “auto-bombo” respecto de la gestión oficial y mucha cadena nacional para comunicar hasta el más insignificante proyecto del gubernamental.
La única diferencia entre las tres dictaduras mencionadas es la respuesta de las sociedades que las padecieron. Tanto Juan Manuel de Rosas en el siglo XIX como Juan Domingo Perón en el XX debieron enfrentar una resistencia intelectual y política pétrea para las que no existió nada superior a la defensa de la libertad del individuo. La clausura de medios de comunicación en ambos casos y los cientos de exiliados son prueba suficiente de la intolerancia reinante.
Lo más grave de la actual dictadura que padece la Argentina no es la genética peronista que el mundo civilizado conoce y rechaza sino la tibieza en el bando de la libertad. No hay espadas ni voces decididas sino apenas espasmos, tímidos y ocasionales, ritmo con el que no se derrota el autoritarismo.
El verdadero peligro argentino hoy es la falta de una sólida resistencia a las intenciones hegemónicas de Kirchner y de eso saca provecho porque sabe que el peronismo “disidente” antes que “disidente” es peronismo y sabe también que tiene por delante una sola complicación política real y es la que se creó a sí mismo cuando incorporó un vicepresidente de origen radical a la fórmula presidencial en 2007. Actualmente Julio Cobos representa la única tormenta que deberá sortear el kirchnerismo en el futuro inmediato y, muy probablemente, neutralizarlo sea su próximo objetivo.
La sociedad argentina no entiende que la libertad es un concepto indivisible por cuanto debería haber rechazado cada atropello, no sólo el cometido contra sus intereses directos. Pero no lo hizo y, en su defecto, permitió socialismo más o menos encubierto mientras lo que se vulneraban fuesen derechos aparentemente ajenos. Ese es el gran error de la clase dirigente contemporánea, llena de empresarios socios del gobierno, partidos débiles y justicia dependiente del poder político. Ninguno ha defendido la libertad como valor esencial sino desde su conveniencia sectorial.
Todos los autoritarismos que padeció el mundo censuraron el pensamiento independiente. La Argentina no está excluida de esa estadística. El primero de los que eligió, Juan Manuel de Rosas, persiguió con saña manifiesta a sus opositores quienes, lejos de rendirse, se alejaron del país ante la amenaza a sus vidas para detenerse a pensar la sociedad que vendría luego de Rosas. De hecho, habría mucho para hacer después de tanto atraso porque la característica de los dictadores es frenar el crecimiento y trabar la libre iniciativa.
El siguiente capítulo de la misma pesadilla autoritaria nacional fue Juan Domingo Perón quien, más allá de sus sinuosos artilugios para acceder al poder, hostigó, intimidó y acalló cuanta voz adversa a sus modos y sus políticas pretendiera levantarse. Heredero por voluntad propia y admiración personal del fascismo europeo, no logró concretar su propio enunciado: “Yo pretendo imitar a Mussolini en todo, menos en sus errores” porque en la práctica llevó adelante lo peor de aquel régimen incluida la protección política de las figuras más deleznables de la locura nazi, paradigma de intolerancia.
El tercer episodio histórico donde la población se dio a sí misma un conductor autoritario es el reciente advenimiento de Néstor Kirchner. Los años que separan su aventura de las de Rosas y Perón debieran hacerla diferente; sin embargo, los parecidos son demasiados.
Los tres atacaron la raíz de la civilización occidental: el derecho a la libertad. Los tres profundizaron los disensos y asentaron sobre ellos su fuerza. Utilizaron el miedo como arma y el poder como instrumento y cuando entendieron que las instituciones de la república estaban lo suficientemente debilitadas, fueron por la prensa, último espejo de una realidad cuyo reflejo el gobierno peronista de los Kirchner se niega a mirar.
La Argentina vive los últimos instantes de libertad para expresarse. La ley de medios audiovisuales que impulsa el oficialismo está próxima a sancionarse. Hace unos días encontró el número necesario de cómplices en la Cámara de Diputados y todo indica que lo mismo habrá de ocurrir entre los senadores en breve.
Los detalles del delito casi aburren de tan repetidos: control del estado a diestra y siniestra (sobre todo, a siniestra); amigos del poder político a la titularidad de las empresas dueñas de medios de comunicación; amigos del poder político a la titularidad de las frecuencias de radio y televisión; amigos del poder político repartiéndose millonaria pauta publicitaria oficial; amigos del poder político a la pantalla y a los micrófonos de canales y radios; discurso único, vacuo y chorreando “auto-bombo” respecto de la gestión oficial y mucha cadena nacional para comunicar hasta el más insignificante proyecto del gubernamental.
La única diferencia entre las tres dictaduras mencionadas es la respuesta de las sociedades que las padecieron. Tanto Juan Manuel de Rosas en el siglo XIX como Juan Domingo Perón en el XX debieron enfrentar una resistencia intelectual y política pétrea para las que no existió nada superior a la defensa de la libertad del individuo. La clausura de medios de comunicación en ambos casos y los cientos de exiliados son prueba suficiente de la intolerancia reinante.
Lo más grave de la actual dictadura que padece la Argentina no es la genética peronista que el mundo civilizado conoce y rechaza sino la tibieza en el bando de la libertad. No hay espadas ni voces decididas sino apenas espasmos, tímidos y ocasionales, ritmo con el que no se derrota el autoritarismo.
El verdadero peligro argentino hoy es la falta de una sólida resistencia a las intenciones hegemónicas de Kirchner y de eso saca provecho porque sabe que el peronismo “disidente” antes que “disidente” es peronismo y sabe también que tiene por delante una sola complicación política real y es la que se creó a sí mismo cuando incorporó un vicepresidente de origen radical a la fórmula presidencial en 2007. Actualmente Julio Cobos representa la única tormenta que deberá sortear el kirchnerismo en el futuro inmediato y, muy probablemente, neutralizarlo sea su próximo objetivo.
Mejor que excelente..me gusta el crespón....Libertad: descansa en paz.
ResponderBorrarLo lamento por los autoritarios en turno... siempre la Libertad puede más y si no, que estudien.
J. Schroder
Querida aniga, podemos reeditar las charlas entre Victoria y Jauretche que terminaron en aprecio mutuo porque eran gente de la Vieja Patria.
ResponderBorrarTu antiperonismo es lógico y K no ha hecho algo demasiado eficaz para diluirlo.
Sin embargo, analizando las cosas de este lado del problema te propongo que seas mas fría en el tema Cleto.
Nuestro problema no es que Cleto no sea peronista, nuestro problema real es que cualquier candidato transicional tiene que tener votos peronistas actualmente pero el candidato potencial para el 2011 tiene que tener votos no peronistas.
Exquisitamente nuevos, jóvenes, lejanos de los aparatos.
Helaz, la gran esperanza Blanca se queda sin nafta en el circuito final.
Scioli se inmola en beneficio de causas incomprensibles, solo para el.
Veinte años de gobernar la provincia de Buenos Aires son demasiados.
Si el peronismo no tiene un candidato modelo Atilio Bramuglia para el 2011 perderá inevitablemente las elecciones del 2011, por derecha e izquierda, a la vez y aparece un nuevo escenario.
Entonces la lucha no será por la presidencia –ya rifada por K –sino por mantener ese piso diferenciado que le permita al peronismo tener poder territorial, finalmente acceder a la democracia interna.
Generar su inevitable Concilio Vaticano.
Tema complejo porque Cleto es un candidato transicional emanado del Parlamento pero no sabemos si en dos años sus inseguridades no lo harán convertirse en un simple recipiente del radicalismo sin proyecto y del peronismo transformista pero sin gimnasia parlamentaria alguna.
A veces mejor ser José Maria Guido que De la Rua.
Con el afecto de siempre.
Harry.
Favor de no humillar mi inteligencia suponiendo q apuesto aunq más no fuese un cospel en Cleto!!! Dios me libre de tal estupidez. Lo dicho es una descripción del panorama q Néstor vé en su pantalla. Cobos es el escollo, el único, q cataliza todas las debilidades del votante medio (qué feo suena...): ambivalente, desleal, tibio, impredecible.
ResponderBorrarTe recuerdo q es el humano q mejor mide (desde hace meses)... dato q vuela las orejas de Mr K.
OBVIO q Cobos no aguanta un round y... mucho me temo q x eso las "fuerzas del mal" lo entronicen...
Espero ver el proceso x internet, desde lejanos parajes. Cruce Ud los dedos si es tan amable, amigo de siempre.
Se agradece la lectura de este espacio, aunq no tenga el background del suyo
Supongo que el problema querida amiga es el eterno Gorro Frigio del radicalismo que se limita a una postura de combate sobre el ring pero que esta tan fracturado como el PJ.
ResponderBorrarTambién ellos cuidan su espacio territorial y nada mas.
La señora Stolbizer -a quien no conozco –genera la empatía de una directora de escuelas de provincia, a lo sumo una Dirección Nacional de Escuelas, cargo que ya ocupó sin rubor alguno, Octavio Bordón.
La señora Carrio pasa de Hanna Arendt a De Gaulle con faldas, al Mahatma Ghandi con una insaciable vocación de fractura que un adversario solo puede estimular.
Y si bien estos radicales no tienen la crisis estructural del peronismo y aun así..y aun así no han podido evitar la narcisista fragmentación telegénica.
Aunque el checo de la serpiente en el cuello en eso llego más rápido y con los reflejos directos de un killer serial a la franja generacional que le interesaba.
Hace muy poco tiempo todo el mundo acudía detrás del señor Blumberg-y en que quedó realmente?
Solo una gran crisis interna y externa a la vez, puede reproducir un modelo similar al gaullista que pase de la IV Republica a la V, los políticos solos no lo harán.
El grupo de tareas de intelectuales que rodean a Duhalde están descubriendo el parlamentarismo, en el 2010, casi.
Con cursillos por Internet.
Eduardo Amadeo allí esta, junto con Terragno para explicar algo que ya conocemos desde hace 40 años.
Pero en estos tiempos de alta corrección política hay algo peor todavía.
Los jóvenes solo conocieron como modelos referenciales al peronismo de Menem y al de K.
Más allá de eso una una sucesión de gobiernos militares y el fantasma invencible de Valdemar –Alfonsín.
Que con unos pocos meses más de vida hubiese sido despachado raudamente a Tegucigalpa.
Junto a Jimy Carter.
Todos detrás del sombrero blanco del “liberal” Zelaya.
Estos jóvenes que llegan son una extraña alquimia de peronismo alfonsinista revisitado.
El pinosolanismo en la Capital, un triunfo adolescente del nacionalismo maurrasiano y de la nueva izquierda a la vez, es una variante barrial del esquema purificado por el Oso de Oro del festival de Cannes.
Las fuerzas políticas argentinas están redescubriendo la línea Maginot.
Clavados con cauto espesor en el lodo de la trinchera no tienen el menor atisbo de movimiento, maniobra, reflexión.
Y la reforma política, que es exactamente eso?
Felicitaciones por el blog.
Y éxito. ¡
Harry.
Kraft y Baremboin, etapa crítica del piquete.
ResponderBorrarHay una dimensión política infrecuente que es la belleza ucronica del acontecimiento.
Baremboim lo dijo cuando se hundieron las Twin Towers, y no es un sádico.
La comisión interna de Kraft logró convertir su lucha gremial permanente en un mediano hecho político, que, en esta Argentina aburrida, resultó un incentivo general.
Piquetes hubo miles, de todo pelaje. Pero cuando se corta el acceso norte a la ciudad, el perjuicio a la clase media central es decisorio. Por eso Aníbal le pidió a Scioli que mande la policía brava, esa tradicional del caballo, bastón y lacrimógeno.
Se siente claramente que lo de Kraft es una etapa crítica del piquete. En el sentido médico del vocablo: etapa de la enfermedad en la cual el enfermo se repone o muere. Lo que está en juego es si el piquete retrocede, fracasa, u ocupa todo el espacio político y gremial. Es una pulseada formidable.
Un ingrediente infrecuente en este tipo de luchas es la estrategia de la empresa.
Es evidente que llegaron a la conclusión de enfrentar a la comisión interna cueste lo que cueste. Mucha gente ignora la magnitud mundial de la empresa. Tiene musculatura fornida.
No es casual –los marxistas dicen que nada es casual- que todo el archipiélago de izquierda se haya unido en la ocasión. Hasta Beatriz Sarlo descubre en la comisión interna el renacimiento del espíritu de Agustín Tosco. Bueno, ella merece ese deseo imaginario, en algo debe creerse a su edad, no?
Pero no, la comisión interna es el antiquísimo marxismo, degradado, repetido hasta el hartazgo. El mismo que combatió contra Perón. En 1943.
Kraf no necesita mi defensa ni la de la embajada de los EEUU, se arregla sola.
Invirtió, compite, no recibe ni pide subsidios.
El conflicto llegó al corazón del gobierno y del peronismo.
Creo que ambos terminarán eligiendo por la empresa, por su propia historia.
Exitos¡¡¡¡