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viernes, 25 de septiembre de 2009

Es la Libertad, Estúpido!


Decía Von Mises que “El problema del socialismo es que aún los que se le oponen aceptan sus postulados”; nada más descriptivo del proceso de involución argentino en cuanto a la valoración de lo importante y lo accesorio. Recién ahora hay reacciones contrarias a la pretensión oficial de controlar los medios de comunicación, cuando el peronismo gobernante viene pisoteando las instituciones desde su arribo en 2003.

La sociedad argentina no entiende que la libertad es un concepto indivisible por cuanto debería haber rechazado cada atropello, no sólo el cometido contra sus intereses directos. Pero no lo hizo y, en su defecto, permitió socialismo más o menos encubierto mientras lo que se vulneraban fuesen derechos aparentemente ajenos. Ese es el gran error de la clase dirigente contemporánea, llena de empresarios socios del gobierno, partidos débiles y justicia dependiente del poder político. Ninguno ha defendido la libertad como valor esencial sino desde su conveniencia sectorial.

Todos los autoritarismos que padeció el mundo censuraron el pensamiento independiente. La Argentina no está excluida de esa estadística. El primero de los que eligió, Juan Manuel de Rosas, persiguió con saña manifiesta a sus opositores quienes, lejos de rendirse, se alejaron del país ante la amenaza a sus vidas para detenerse a pensar la sociedad que vendría luego de Rosas. De hecho, habría mucho para hacer después de tanto atraso porque la característica de los dictadores es frenar el crecimiento y trabar la libre iniciativa.

El siguiente capítulo de la misma pesadilla autoritaria nacional fue Juan Domingo Perón quien, más allá de sus sinuosos artilugios para acceder al poder, hostigó, intimidó y acalló cuanta voz adversa a sus modos y sus políticas pretendiera levantarse. Heredero por voluntad propia y admiración personal del fascismo europeo, no logró concretar su propio enunciado: “Yo pretendo imitar a Mussolini en todo, menos en sus errores” porque en la práctica llevó adelante lo peor de aquel régimen incluida la protección política de las figuras más deleznables de la locura nazi, paradigma de intolerancia.

El tercer episodio histórico donde la población se dio a sí misma un conductor autoritario es el reciente advenimiento de Néstor Kirchner. Los años que separan su aventura de las de Rosas y Perón debieran hacerla diferente; sin embargo, los parecidos son demasiados.

Los tres atacaron la raíz de la civilización occidental: el derecho a la libertad. Los tres profundizaron los disensos y asentaron sobre ellos su fuerza. Utilizaron el miedo como arma y el poder como instrumento y cuando entendieron que las instituciones de la república estaban lo suficientemente debilitadas, fueron por la prensa, último espejo de una realidad cuyo reflejo el gobierno peronista de los Kirchner se niega a mirar.

La Argentina vive los últimos instantes de libertad para expresarse. La ley de medios audiovisuales que impulsa el oficialismo está próxima a sancionarse. Hace unos días encontró el número necesario de cómplices en la Cámara de Diputados y todo indica que lo mismo habrá de ocurrir entre los senadores en breve.

Los detalles del delito casi aburren de tan repetidos: control del estado a diestra y siniestra (sobre todo, a siniestra); amigos del poder político a la titularidad de las empresas dueñas de medios de comunicación; amigos del poder político a la titularidad de las frecuencias de radio y televisión; amigos del poder político repartiéndose millonaria pauta publicitaria oficial; amigos del poder político a la pantalla y a los micrófonos de canales y radios; discurso único, vacuo y chorreando “auto-bombo” respecto de la gestión oficial y mucha cadena nacional para comunicar hasta el más insignificante proyecto del gubernamental.

La única diferencia entre las tres dictaduras mencionadas es la respuesta de las sociedades que las padecieron. Tanto Juan Manuel de Rosas en el siglo XIX como Juan Domingo Perón en el XX debieron enfrentar una resistencia intelectual y política pétrea para las que no existió nada superior a la defensa de la libertad del individuo. La clausura de medios de comunicación en ambos casos y los cientos de exiliados son prueba suficiente de la intolerancia reinante.

Lo más grave de la actual dictadura que padece la Argentina no es la genética peronista que el mundo civilizado conoce y rechaza sino la tibieza en el bando de la libertad. No hay espadas ni voces decididas sino apenas espasmos, tímidos y ocasionales, ritmo con el que no se derrota el autoritarismo.

El verdadero peligro argentino hoy es la falta de una sólida resistencia a las intenciones hegemónicas de Kirchner y de eso saca provecho porque sabe que el peronismo “disidente” antes que “disidente” es peronismo y sabe también que tiene por delante una sola complicación política real y es la que se creó a sí mismo cuando incorporó un vicepresidente de origen radical a la fórmula presidencial en 2007. Actualmente Julio Cobos representa la única tormenta que deberá sortear el kirchnerismo en el futuro inmediato y, muy probablemente, neutralizarlo sea su próximo objetivo.

viernes, 11 de septiembre de 2009

2001 - 11 de septiembre - 2009


"The Muslims refuse our culture and try to impose their culture on us. I reject them, and this is not only my duty toward my culture-it is toward my values, my principles, my civilization"
Oriana Fallaci

lunes, 7 de septiembre de 2009

"Son los Medios Audiovisuales, Estúpido"

La ausencia de Francisco de Narváez en el plenario de comisiones con el que se inició el tratamiento del proyecto de la ley “Lo mío es mío y lo tuyo es mío” es imperdonable. Faltó después de aburrirnos paseándose por los canales de televisión repitiendo una serie de vaguedades políticamente correctas llenas de conceptos vacíos y tan generales que resultan universalmente refrendables, desde Lenin a Hitler.

Salud y trabajo para todos, paz social, seguridad y un futuro venturoso, todo garantizado por Unión-PRO, obviamente, fue el pobre discurso con el que Franta ganó las elecciones a una no menos pobre oferta oficial el 28 de junio pasado. Tan pobres ambos, para ser equitativos, como el reclamo de la sociedad que no logra exigir menos slogans y más proyectos, menos sonrisas y mejores funcionarios.

Escuchar a miembros de la Coalición Cívica apelando a la primera enmienda de la Constitución norteamericana para defendernos de la intención kirchnerista de cerrarnos la boca a todos con el falaz argumento de deshacer un monopolio que no es tal pero al que, de última, él mismo alimentó, es una incoherencia ideológica, casi una ironía, tanto como los radicales reclamando freno a la intervención estatal en negocios perfectamente operables por privados. Kirchner lo hizo.

Hace seis años que no suena en el país una música más potente que el chancleteo de las pantuflas de Néstor, lo que es en sí mismo, una calamidad. Porque, si bien los hunos arruinaban el pasto a su paso, Kirchner arrasa con todo. Y como encima no ha parado de caminar ni un segundo, el daño producido es a gran escala.

Nadie parece ni aparece dispuesto a contrarrestar tanta destrucción y tanto despliegue. Néstor Kirchner pulverizó las fuerzas armadas; pauperizó la producción agroindustrial; ignoró a adversarios y humilló a seguidores; azuzó toda clase de enfrentamientos; aisló al país hasta arrinconarlo con las peores juntas de la región; le mostró los dientes a la Iglesia Católica y ahora va por los medios de comunicación.

En especial los audiovisuales, según trascendió, y trascendió también un supuesto interés personal en beneficiar con la adjudicación de los medios digitales a CTI, la compañía del mexicano Carlos Slim con quien el matrimonio se fotografiara sonriente y encuentro del que sólo trascendió la foto pero nunca los motivos. Para mayor coincidencia, en México aún reside el ex marido de la ministra Garré, el terrorista Juan Manuel Abal Medina cuyo hijo engrosa las filas del kirchnerismo auténtico y suele merodear por los despachos de la Jefatura de Gabinete.

Si hasta suena el nombre de Jorge “Corcho” Rodríguez entre los futuros beneficiados aunque en su caso y el de Lázaro Báez, les tocaría en suerte el juego por internet y el millonario paquete de los SMS para las apuestas por goles. En fin, la vida es una timba y si no lo era, lo será en breve.
Que la clase dirigente no haya previsto la tendencia que llevaban las administraciones mellizas, corregidas y aumentadas de Néstor y Cristina, es reprochable. ¿Tanto asesor y tantos privilegios para enterarse por el diario de la eficiencia oficial para “chuparse” un Pinedo para el gobierno en la nariz del principal operador del bloque opositor?

Se cosecha lo que se siembra. Ahora de Narváez denuncia en Facebook que lo quieren demandar penalmente por el supuesto ocultamiento de acciones pero se bancó dócilmente la conducción partidaria de Néstor Kirchner hasta que a él se le ocurrió renunciar y ahora se banca dócilmente la del felpudo (Buzzi dixit)

Estamos frente a la movida más osada de la era Kirchner y no se agota en el enorme daño económico que va infligir a las empresas relacionadas con el negocio de las comunicaciones, tanto a aquellas que tiene expresamente previsto perjudicar como a cientos de otras que también serán damnificadas. Tampoco se agota en la acumulación de desaires a la seguridad jurídica que es el pájaro llamador de inversiones en el mundo civilizado. Reformar la legislación vigente tal como está planeado implica el apogeo del autoritarismo puro y duro y la pérdida de todas las garantías constitucionales en forma paulatina.

En ese debate o en esa batalla como bien la definió el esbirro Mariotto que, como un chico maleducado levantaba los hombros ante el menor reclamo que sonaba desagradable a su oído, no tendrá la libertad de expresión voceros a la altura de las circunstancias. Nadie habrá de entender cabalmente el significado del desastre que se estará cometiendo porque hace décadas que la Argentina abandonó el culto por la libertad, a secas y porque, en realidad, es un valor que ha dejado de encabezar el listado de requerimientos de la sociedad.

De Narváez, el ausente, es tan traidor a la causa de la libertad como Macaluse y como cada uno de aquellos que, por acción u omisión, colaboran sin pelear con el éxito de las patrañas de la presente gestión.