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lunes, 3 de agosto de 2009

Los Festejos de ETA


"Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un sólo momento: ese en que el hombre sabe para siempre quién es” J.L.Borges



Cincuenta años de terrorismo hablan por sí solos. Muertes, sufrimiento sin fin, dolor, mutilaciones, daños psicológicos permanentes, miedo y enfrentamientos por millares. Eso es lo que viene imponiendo la organización vasca sin piedad a la población española.

El proceso que padece España no es, en esencia, muy diferente al que vivió la República Argentina en la década del ´70. Desde las tácticas intimidatorias enmarcadas en el terror que incluyen el atentado con explosivos o el tiro en la nuca; el amplio espectro de víctimas que abarca miembros del ejército y de las fuerzas de seguridad; jueces y abogados; empresarios; funcionarios públicos; intelectuales; profesores universitarios; periodistas; líderes sindicales y religiosos; trabajadores en general o turistas; y hasta el financiamiento, obtenido en ambos casos a través del cobro de rescates por secuestros, asaltos en almacenes de explosivos o el «impuesto revolucionario» que ETA obliga a pagar a empresarios del País Vasco bajo amenazas de asesinato.

También coincide la organización interna de las milicias armadas en distintos «comandos», coordinados por una «cúpula» militarizada; redes de refugios o «casas seguras», y zulos («agujero», en vasco) donde suelen esconder armas y explosivos. Del mismo modo que ocurrió en la Argentina durante los años en que la guerrilla armada impuso condiciones de extrema violencia, militantes subversivos se van del país al que ellos atacan a coordinar acciones logísticas y estratégicas desde el exterior. En la actualidad hay etarras en países latinoamericanos, porque encuentran afinidad y protección en ciertos gobiernos de la región.

Se vuelve pedagógico remontarse a los orígenes de las situaciones si el objetivo es el análisis profundo de los hechos y la búsqueda de soluciones. Por eso es interesante recordar el considerable apoyo que recibieron los terroristas etarras en épocas de la dictadura franquista, que difiere en este punto del caso argentino, ya que el accionar subversivo fue masivamente rechazado por la amplia mayoría de la sociedad. No se puntualiza aquella aprobación como un reproche sino para deducir de la experiencia concreta que el camino correcto para rechazar un autoritarismo no es a través de otro de distinto signo ideológico. Es hora de que el mundo entienda, acepte y reconozca el imperio de la libertad como vía excluyente para la consecución de cualquier objetivo y eso incluye la protesta y la solución de conflictos.

Ahora bien, ese terrorismo que inauguró sus operaciones en América Latina eligiendo a la Argentina como cabecera de playa para su atroz accionar, con una ferocidad desconocida, entrenamiento profesional, apoyo estratégico y financiamiento foráneos fue vencido, no sin esfuerzo y miles de bajas, por las fuerzas locales. ¿Cómo se hace imposible desalojarlos de España? ¿Tendrán que ver las formas de encarar el combate? ¿Habrá que admitir que el aniquilamiento de los movimientos terroristas y de las guerrillas urbanas debe ser encarado como guerras, no convencionales, pero guerras en el sentido esencial del término? ¿Será que la defensa de las sociedades reclama de sus clases dirigentes la valentía de pagar el precio de ser implacables ante el cobarde delito del atentado anónimo? ¿Qué ser “políticamente correctos” les hace ganar elecciones a los políticos y perder calidad de vida (y hasta la vida) a las personas que los votan? ¿Habrá de esa gente dispuesta a enfrentarse a la violencia sin evaluar los costos personales, para liderar los años que vienen en los que el terrorismo será el enemigo global?

En Colombia decididamente lo hubo. El éxito que registra en su lucha contra las FARC es una lección al mundo. Alvaro Uribe soporta el embate de muchos pseudo-defensores de los derechos humanos que intentan por todos los medios, frenar su campaña porque, en el fondo de sus ideologías, están más cerca de Marulanda, el Che y Fidel que de Uribe. Chávez, Kirchner (los dos), Correa, Ortega o Castro lamentan el desmantelamiento de la guerrilla colombiana mucho más que los atentados producidos en España por estos días, la caída de las Torres Gemelas, la voladura de la Amia o el accionar del ERP y Montoneros.

La pregunta de fondo es saber a qué tienen las sociedades más tolerancia, si al terrorismo o a la lucha contra el terrorismo porque de esa respuesta depende con qué habremos de convivir.

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