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miércoles, 29 de julio de 2009

Populismo Latinoamericano, otra forma de terrorismo


El plan populista desplegado en América Latina es un éxito abrumador.

En los años ´60 desembarcaron en la región las primeras células de guerrilla urbana entrenadas en la Cuba castrista y en Líbano. El país elegido en primer término fue la Argentina, donde un grado de violencia desconocido asoló a la población durante una década. Derrotado el brazo ejecutor pero no la ideología, brotes de similares características se reprodujeron a lo largo del continente: Chile, Uruguay, Brasil, Guatemala, Colombia y México para nombrar algunos ejemplos debieron soportar también el flagelo del asesinato en nombre de una supuesta causa liberadora. Con mayor o menor suerte, dichos focos terroristas, todos de izquierda radicalizada, fueron sofocados pero importantes secuelas de su accionar persisten en las sociedades que los sufrieron.

El hambre encabeza el sembrado de padecimientos. La pobreza regional es resultado de administraciones irregulares, muchas veces de facto, escaso respeto por las leyes y falta de garantías al capital y la inversión, único mecanismo de creación de riqueza. El legado ideológico es el otro cáncer, probablemente aún más nefasto que el económico pues no se revierte sólo con políticas públicas correctas.

La manipulación de amplios sectores sociales que, en grado de indigencia, están privados de educación, orienta con perversa intencionalidad a una falsa utopía socialista que los confunde con la esperanza de un mejor pasar de la mano de un estado proveedor y protector que los va a rescatar de las garras del perverso sistema capitalista que, se les inculca, los abandonó.

Incoherencias de la guerra de guerrillas del siglo XX: los que perdieron por las armas y no pudieron instalar a la fuerza regímenes políticos totalitarios, en la actualidad ganan terreno en el plano de las reivindicaciones sociales “políticamente correctas”. Allí se han mimetizado tras la noción de “derechos humanos” y bajo esa bandera sentencian con más autoridad que los jueces haciéndose dueños de la definición del bien y del mal. Lo curioso es presenciar cómo, frente a ese despropósito, la razón retrocede, se repliega y teme.

El reciente episodio de Honduras es un claro ejemplo. Pocas fueron las voces, todas aisladas, que se atrevieron a pronunciarse a favor de las decisiones tomadas en ejercicio pleno de la libre determinación, por un país soberano. Sin llegar al extremo del ridículo en el que cayó por voluntad propia la Presidente argentina Cristina Kirchner de sobrevolar el territorio hondureño reclamando el respeto a las instituciones que ella y el partido gobernante que la respalda avasallan a diario desde hace décadas, el continente entero intentó forzar la reivindicación del dictador impulsado más por el castigo que recibirían de la izquierda que por genuina convicción. Todos sabían que el modelo Zelaya era una dictadura encubierta orientada a perpetuarse en el poder. Todos sabían del apoyo estratégico que recibe de Chávez y nadie reclamó por las libertades conculcadas mientras eran las de “los otros”. Como nadie aúlla por el atropello chavista a los medios de comunicación, o por la masacre que impusieron las FARC en Colombia a la población civil.

Las airadas voces que, invariablemente, se levantan en la Argentina cuando el revés de los hechos le toca a la izquierda, nada dicen hoy que Alfredo Solari, prestigioso profesor de Derecho Constitucional, es perseguido sin descanso para que abandone la universidad luego de décadas de enseñanza porque se animó a ejercer la defensa de algunos de los militares que lucharon contra el terrorismo. Nada dicen esos militantes del terror sobre la negación de justicia que se practica en la Argentina como nada dicen en favor de la libertad de expresión, de la libertad de cátedra o de la libertad a secas.

Quiera Dios que despierten en esta parte del continente americano los defensores de la libertad y murmuren, como Jorge Luis Borges “Mi carne puede tener miedo; yo no” y se embarquen definitivamente a su conquista, sin descanso.

"Todo está como era entonces"


La clase dirigente argentina sigue girando sobre su propio eje sin atender los reclamos y necesidades de sus respectivos representados.

Hace exactamente un mes, los argentinos definíamos el recambio parcial de legisladores para los próximos cuatro años. Con alguna dispersión de preferencias, el mensaje al gobierno nacional fue claro: “ustedes, no”. Sin embargo, Cristina y su séquito insisten en su propia agenda, que chorrea títulos y que en la práctica mantiene intactos los genes kirchneristas del autoritarismo, el hermetismo y el resentimiento social (tanto como para demostrarle a los que lo ponen en duda que la filosofía K es, en esencia, peronismo en estado puro)
¿Qué fueron los dichos de la Presidenta al día siguiente de su derrota electoral sino una confirmación del rumbo, además de algunas contradicciones propias de su más visceral forma de ser? En esa oportunidad apuró la declaración de dar por cerrado el libro de pases ministeriales tras la caída de Graciela Ocaña, cuyo compás de espera hasta después de las elecciones para abandonar el cargo fue un secreto a voces. A pesar de lo dicho y al mejor estilo de la política tozuda de la que Cristina ha hecho una norma, los argentinos presenciamos una sangría ministerial desde entonces casi tan inútil como las intervenciones presidenciales en los foros internacionales a los que adora concurrir para llegar tarde, decir inconveniencias y granjearse la crítica de locales y extranjeros.

Dos son los últimos mamarrachos memorables. Uno fue el paseo aéreo que realizó en compañía del Presidente Correa mientras el mismo ex presidente hondureño aclaraba que él no había pedido intermediación alguna ni de Argentina ni de Ecuador. Papelón uno. El otro fue la repetida guarangada de llegar tarde a una cumbre como para evidenciar dos carencias: de educación y de importancia; más allá del protocolo, quedaron demostrados el desconocimiento de una norma de urbanidad elemental y la insignificancia de su presencia, ya que los hechos se desarrollan sin alteraciones aún en su ausencia.

Pero el 28 de junio el mensaje también tuvo otros destinatarios que tampoco registraron la voz de las urnas.
Los empresarios siguen reptando alrededor de ciertos despachos oficiales, siguen aplaudiendo y apañando las medidas oficiales y siguen sin atreverse a dar una versión de la realidad que pueda irritar a Cristina Kirchner. Siguen, en suma, sosteniendo el estado clientelista que les da de comer (opíparamente) Es un empresariado cautivo, en una suerte de convivencia con el Estado que tiene demasiado de connivencia y por la que deberán dar cuenta tarde o temprano.

El sindicalismo, artífice último de esta estructura de hambre en la que aún encuentra respaldo el matrimonio presidencial, con la derrota a cuestas se hace el gil porque sabe que acapara la millonaria fortuna de las obras sociales. Esa manija les asegura la conducción de la calesita, cuántas vueltas le hagan dar, a qué velocidad y quiénes participan. El amague de ruptura fue mera presión de un sector sobre otro para obtener participación en las decisiones de cúpula y nada más.

La ilusión de vivir en nuestro país un proceso similar al que significó la caída del PRI en México luego de setenta años ininterrumpidos de ejercicio del poder, por efecto de la efectiva fractura sindical duró el tiempo de mostrarse los dientes, al sólo efecto de “arreglar”. Y de nuevo, todos amigos.

La vergonzosa actitud del Poder Judicial, probablemente el más corporativo de los poderes, lo que es decir mucho, demuestra tampoco haber tomado debida nota del cambio del viento. Las dos variedades se encuentran intactas: oficialistas e invisibles hacen lo suyo como hasta ahora. Unos, apuntalan los engendros kirchneristas mientras que los otros ni respiran intentando sobrevivir hasta que pase el temporal. No hay mal que dure cien años y con un poco de suerte, confían en verlos partir desde sus despachos. Conservar el cargo, de eso se trata.

Las universidades, bien gracias. Foros de debate, de ponencias novedosas en otros países, en la Argentina no hay ninguna que, además de alguna medición estadística de relevancia escasa, levante su voz para clamar por ley, instituciones, rumbo, Constitución, largo plazo, ideas o valores. Si hoy mismo el profesor Alfredo Solari está siendo perseguido políticamente desde la universidad pública y no hay decano, rector, claustro académico, Consejo Directivo o Colegio de Abogados que haya emitido una sílaba en defensa de la libertad de cátedra. El puestito, hay que cuidar el puestito a toda costa sugieren los involucrados como expiación a tanta cobardía, como si se pudiera retener el puestito cuando el autoritarismo se lleva puesta la libertad misma. Y la dignidad, por supuesto.

La oposición política mientras todo aquello sucede, enfrascada en pellizcarse para caer en la cuenta de que realmente le ganaron a Néstor Kirchner, hace treinta días que se mira el ombligo. Y comenta la realidad desde los estudios de TN. Alguien debería aclararles que esa es función periodística y que mientras los periodistas describen los políticos hacen. Casi cabe preguntarse si en realidad alguien le ganó o es que simplemente Kirchner perdió pues lo cierto es que al menos el oficialismo ha recuperado la iniciativa; como quien cambia los muebles de lugar, ha redistribuido los mismos hombres de diferente manera, dato mucho más elocuente que el infértil diálogo al que, sin convicción alguna, convocó a sus adversarios políticos.

Ninguna de las partes cree en una resolución acordada para los enormes problemas que la república, o sea nosotros, arrastra. Sin embargo, tampoco ninguno ha hecho siquiera el gesto de levantar el guante.

lunes, 20 de julio de 2009

Un Festejo "No Positivo"


Luego de las grandes traiciones cruzadas desde y hacia todos los sentidos que se prodigaron entre “compañeros”, hace rato que el peronismo quedó inhibido de festejar el Día la Lealtad. Algo similar le ocurre hoy, que se conmemora el Día del Amigo, a prácticamente la totalidad de la dirigencia política argentina.

Scioli y Reutemann, para dar dos ejemplos de un largo listado, no deben figurar en los llamados por realizar de Carlos Menem. Ni Das Neves y Acevedo en los de Kirchner, como tampoco Solá y Duhalde en los de ninguno de los dos.

Pero la cosa no termina con ellos, figurones, tropa privilegiada de un movimiento amorfo que adopta y adapta sus formas al calor de las conveniencias coyunturales. Los peronistas, que no respetan nada en la carrera tras el poder, por qué habrían de reconocer las sensibles vetas de la amistad, un sentimiento que privilegia a quien lo recibe pero más aún al que lo prodiga.

En honor a la verdad, hay que reconocer que las mezquindades no son patrimonio de los peronistas. Ellos hacen escuela pero los vienen imitando con empeño. Balza, por ejemplo, es un traidor que recibe unánime repudio de sus pares. El almirante Godoy no se queda atrás; ambos avergüenzan el uniforme que portan independientemente del color político que anide en sus almas, en el caso de que tuvieran; color político, se entiende.

La renunciada ex ministra Ocaña bien se ha ganado un lugar en la lista de “no amigos”, no tanto por alejarse de la musa inspiradora de su carrera política sino por la forma en que lo hizo, sin privarse de criticarla por los métodos arbitrarios que aplica en el accionar interno y gracias a los cuales ella obtuvo una banca en Diputados.

Mientras tanto, López Murphy por episodios de la interna política de cuando aún encabezaba Recrear y era un aliado estratégico (por ese entonces, el único) del PRO, y el Gobernador Sobisch por hechos propios de su gestión que deshicieron su acuerdo político con el Jefe de Gobierno porteño, aunque los dos por el mismo motivo, tampoco dirían que registran a Mauricio Macri entre los amigos. Ambos padecieron su merodeo esquivo al compromiso y su ausencia en momentos críticos, en esas situaciones donde lo único que cuenta de la gente es su incondicionalidad.

El duhaldismo también guarda pesadas facturas a los coqueteos de “Franta” de Narváez y, aunque duchos en el conocimiento de la condición humana, no consiguen digerir el empujón que les metió para despegarse de ellos en el último tramo de los cien metros llanos de campaña.

Aunque tal vez el paradigma moderno de la deslealtad o el ejemplo más flagrante de conducta “no positiva” a los valores de la amistad sea Julio Cobos, quien llegó a la vicepresidencia contrariando a su propio partido por arrimarse a los Kirchner y luego ganó una impensable popularidad oponiéndoseles. Hoy suena políticamente incorrecto criticarlo pues, en la lectura superficial que hace el público, prefiere rescatar el revés que significó aquel episodio para la administración de Cristina que la ambivalencia inescrupulosa de Cobos.

Seguramente el lector esté recordando otros tantos ejemplos que abultarían la lista y que no harían sino confirmar que el Día del Amigo es, para la política argentina, un festejo “no positivo”. Una lástima. Otra más, en realidad, porque los vicios de la conducta tienen vasos comunicantes entre la faz privada y la pública.

martes, 7 de julio de 2009

El PRI Argentino





Siete décadas ininterrumpidas se mantuvo en el poder el Partido Revolucionario Institucional (más conocido como PRI) en México. El corporativismo fue su columna vertebral alrededor de la que aglutinó movimientos obreros, líderes sindicales y organizaciones campesinas. En sus primeras etapas mostró una ideología nacional-socialista inclinada hacia la izquierda (nacionalización del petróleo, la industria eléctrica; una continua expansión de las empresas del estado y creación de sistemas estatales de salud y de alimentación) Estatismo más concentración política y económica desembocaron en fuertes devaluaciones y la inexorable consecuencia de desempleo y extrema pobreza. El ejercicio de la cosa pública se prostituyó tras décadas de unicato y el empleo público se transformó en el refugio de punteros leales a la conducción partidaria.

El hartazgo de la población sumado a la necesidad de mejorar los cuadros de la arrasada administración pública que garantizaran la construcción de políticas sanas y una labor profesional, atrajo a una nueva camada de funcionarios públicos, la mayor parte de ellos con estudios de posgrado en Estados Unidos, quienes desplazaron a la generación anterior, formada en las prácticas de patronaje que habían caracterizado al partido gobernante. Así consiguieron derrotarlo luego de setenta años de monocromía.

La alternancia del año 2000 fue posible a partir de acuerdos entre distintos sectores que van desde los conservadores hasta el ultraizquierdista Partido del Trabajo, todos críticos de los modos y la filosofía del PRI, que formalizaron un bloque legislativo unificado. También colaboró el denominado “Pemexgate” (desvío de fondos del sindicato petrolero hacia la campaña presidencial de Francisco Labastida, candidado por el Partido Revolucionario Institucional de ese año 2000). Pérdida de credibilidad, crisis económica, corrupción, narcotráfico y escándalos que incluyeron varios asesinatos políticos, determinaron el fin de aquella hegemonía.
Pero el verdadero golpe de gracia llegó cuando la Asamblea Nacional de los Trabajadores aprobó la creación de una nueva central sindical. La Asamblea fue convocada por 17 organizaciones escindidas del oficialista Congreso del Trabajo, que agrupaba a 36 confederaciones gremiales con unos 6 millones de afiliados.

Sin embargo, tras las grandes derrotas que sufrió en sucesivas elecciones desde entonces hasta el 2006, el PRI fue capaz de recuperarse electoralmente en el 2007 mediante las elecciones de algunos Estados. Ayer ganaba en ocho de nueve distritos con el eslogan de “PRI de hoy, Experiencia probada, nueva actitud”. Ningún dirigente explicó en detalle en qué consisten las novedades incorporadas aunque cabe interpretar que mantiene el paradigma que le dio origen, sus banderas, principios y tendencia.

La historia reciente del PRI registra innumerables similitudes con el devenir de nuestro autóctono “Pejota”. Las bases de sustentación, la ideología de fondo, las formas de administración, los vínculos y alianzas y los resultados sociales de ese coctel tienen variantes mínimas. Por eso, pasada la euforia de la derrota kirchnerista, sería útil conocer la agenda de los nuevos ganadores porque, hasta ahora, lo que sabemos de ellos es su oposición al matrimonio gobernante detalle que, por sí sólo, entusiasma. Claro que son importantes la distribución entre las provincias de los suculentos ingresos que arroja la Ley del Cheque, las definiciones de política agropecuaria, el presupuesto del año entrante, la regularización del INDEC y las medidas contra la gripe A. O las causas judiciales que súbita y misteriosamente han despertado del largo letargo que las mantenía en una suerte de limbo: no concluían pero tampoco avanzaban. Para estas arduas tareas hemos sentado en el Congreso hombres de probada idoneidad.

Pero también es imprescindible ir más allá. "El imperativo de la hora es aglutinarse” dijera premonitoriamente Adolfo Bioy Casares en el “Diccionario del Argentino Exquisito” y éste que ha vencido es lo qué denominaba el “peronismo fino”. Necesitamos que “el peronismo fino”, porque está encaramado en su partido, enfrente la cuestión sindical y nos diga qué rumbo tomarán los gremios y qué medidas tomarán ellos, los ganadores, frente a esa corporación de tan brutal poder concentrado en lo político y económico, capaz de movilizar o parar el país, literalmente.

Ya es tiempo de que Francisco De Narváez se defina respecto del fondo de esta contienda luego de tantos meses hablando de formas. Ese es el verdadero “modelo” que defendía Néstor Kirchner con uñas y dientes. ¿Se habrá percatado Francisco del silencio de los popes sindicales? ¿Tendrá curiosidad por saber el motivo de tan bajo perfil? ¿Estará sabiendo hacia dónde se encaminarán los próximos pasos de la Central Obrera? Su reciente y equivocado análisis sobre la agotada vigencia de Eduardo Duhalde preocupa porque no es momento de errar diagnósticos. ¿Contemplará que sus planes y los de su principal aliado dependen, en gran medida, de decisiones ajenas?

El desmantelamiento político del PRI vino acompañado del apoyo sindical a la renovación política. Nadie supuso que alcanzaría con el acuerdo legislativo. Por ahora, el kirchnerismo conserva ese as y, así las cosas, nada será muy diferente. El paradigma seguirá estando garantizado. Mientras tanto, la sociedad le dio al peronismo fino el voto de confianza que éste le requirió para liderar el cambio. Ahora le debe la explicación de cómo será el siguiente round. Si es que existe; a menos que se haya tratado, simplemente, del “PJ de hoy, experiencia probada, nueva actitud”.