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martes, 14 de octubre de 2008

El Canciller, la Mujer Policía, el narco y Playboy




Como no le faltan ingredientes al episodio del avión particular cargado de funcionarios K que transportó hasta nuestro país 800.000 dólares hasta ahora pertenecientes al Gran Bonete, acaba de emerger una pieza clave en la defensa de los narcos venezolanos y de los funcionarios argentinos: la mujer policía.


El testimonio de la agente de Seguridad Aeroportuaria que tuvo la feliz idea de solicitar a Antonini que abriera la famosa valija, parece la médula argumental con la que los involucrados en aquel vuelo y en ilícitos varios intentarán zafar de las garras de la justicia. En Estados Unidos, al menos, ya que en la Argentina aún persiste la intención inicial de olvidar el desafortunado suceso que podría empañar la luna de miel entre los K y Hugo Chávez. En honor a tamaño idilio, desacreditar los dichos de Antonini es el arma que disparan en tandem, como tortolitos, ambos mandatarios.

Burdo, dicen algunos pero lo cierto es que el estudio jurídico del ex SIDE Darío Richarte, “sushi” de nacimiento y abogado del desplazado Uberti, se encarga también -vaya casualidad- de coordinar tareas para la defensa del narcotraficante Franklin Durán. En esa movida se inscribe el viaje de la ex policía a Miami y la grotesca telenovela urdida alrededor de sus declaraciones.


El resto es para el bochorno: las deducciones de la testigo sobre las intenciones de los supuestos agentes del FBI que la interrogaron no se sabe sobre qué durante dos horas, sus miedos e indignaciones sólo comparables con las del canciller argentino que, por indicación de la señora Presidenta y con la obediencia del subalterno digna de su formación cuasi militar en las filas de Montoneros allá por los ´70, corrió a pedir explicaciones al embajador norteamericano respecto de tan inadmisible “apriete” a quien viajó por su voluntad y no se negó al referido interrogatorio.


No está claro si la producción fotográfica que hizo la joven para una revista masculina, con una gorra en la cabeza y una valija a la altura de sus tacos aguja por todo atuendo, fueron parte de la estrategia distractiva de la defensa. Puede ser y aún así, la línea argumental procede a ser un vergonzoso mamarracho.

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