
Operativo
Borrón y Cuenta Nueva
Que Sergio Massa saltó de distrito para lavar la cara de la imagen presidencial no lo desconoce nadie. Que lo consiga es otro cantar porque una cosa es la estética y otra la materia prima. Cristina no cambió ni va a cambiar primero porque no puede y porque, además, tampoco tiene intención alguna de hacerlo. Cristina Kirchner es así. Su tozudez no es una pose sino genética pura. Sentarse sobre sus errores es la parte esencial del fracaso de la gestión en curso.
El pobre Massa viene, entonces, a remar contra la corriente y tal vez sea lo difícil del objetivo y hasta su descarnado realismo que lo decidieron por un poco elegante pedido de licencia en los pagos de Tigre. Una cosa es hacer el esfuerzo de ayudar y otra, ahogarse con el suicida, aunque todos apuestan a la buena cintura que evidenció en su corta pero intensa carrera política. Desde su lejana participación en las filas del liberalismo junto a Alvaro Alsogaray, el flamante Jefe de Gabinete mutó chancho por pingüino, cintura que también hizo posible su sobrevida luego de contarse en las filas del duhaldismo auténtico. Pero ahora sí que la cosa se le viene espesando.
En la escalera que lleva a las alturas del Golán, dicen los que la han trepado, que el aire se enrarece. Puede ser el fenómeno que atraviesa hoy la vida de Sergio Massa pues trasladar su estrella a la gestión presidencial no es tarea fácil pero sin las herramientas que él aplicó, puede volverse imposible. Porque además de su natural simpatía y esa perenne sonrisa “Kolinos” (con “K”, como corresponde a los tiempos que se viven) con que deambula, Massa distribuyó, por no decir “volanteó” una generosísima pauta publicitaria que ablandó los corazones más gélidos y cegó de a ratos a los críticos más rabiosos que , milagrosamente, enmudecieron ante los pequeños yerros de su gestión al frente de los destinos de los apaleados jubilados argentinos.
La conferencia de prensa que brindó la presidente Kirchner el día en que faltó a la inauguración de la muestra organizada por el sector más productivo del país es, simultáneamente, una gestión del nuevo funcionario y un buen ejemplo de la descoordinación reinante. El hecho inédito de Cristina frente a una centena de periodistas es, por sí misma, una gran noticia sólo opacada por lo dicho una vez allí. La ratificación de todo lo actuado, en especial de los errores, fue el verdadero notición que echó por tierra las especulaciones, a todas luces falsas, sobre su tímido sojuzgamiento a los caprichos machistas de un marido manipulador y autoritario.
En la contumaz defensa de hechos, personas y políticas, Cristina demostró que es tan Kirchner como Néstor. Desmitificada la diferencia de sus intenciones, ya sabemos a qué atenernos. Raro surge que no lo sepa Massa porque, metido de lleno en la interna de cristinistas versus nestoristas, cualquiera sabe que la estadística no viene favoreciendo a los primeros. Clarín apunta que el tiempo se está terminando para el nuevo Jefe de Gabinete. Tal vez no sea estrictamente así, pero que carece de autoridad lo demuestra su falta de agenda, dictada desde Puerto Madero, lo que implica peronismo en dosis narcotizante: “Al enemigo, ni justicia” y si no, que lo digan Cobos y Schiaretti.
Una excelente publicidad gráfica brasileña muestra un huevo al que se le ha sacado parte de la cáscara y, para sorpresa del lector, asoma una naranja. El epígrafe dice “Lo importante no es cambiar la superficie”. No sé si me explico.
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