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domingo, 11 de mayo de 2008

Clarín ¿miente?

Eso dicen los carteles que llevan los llevados a los actos partidarios. Eso y que la señal TN no significa “Todo Noticias” sino “Todo Negativo” y “Todo Negocio”. Ahora parece que se descubre que esto no es de hoy y que esa maldita costumbre es parte de su genética sobre la que construyó un verdadero imperio, ese que hoy lo convierte en el grupo empresario insignia de la Argentina que Máximo Kirchner, el primogénito de los presidentes K y K, empieza a desenmascarar.
Pero ¿qué es Clarín? ¿Una asociación benéfica; una iglesia de culto o una sociedad de fomento acaso o tal vez una ONG dedicada a la caridad? ¿Dirá algo de eso en su estatutos constitutivos o se definirá, más bien, como un conjunto de empresas con fines comerciales? Porque entonces, si miente, habrá que ver si es un pecado o un delito pero en ningún caso la vía de reparación es el escarnio público. El pecado lo habrán de arreglar los creyentes del Grupo con sus respectivos dioses. Si están cometiendo algún delito, al menos hasta que Máximo sea nombrado juez, la cuestión debería quedar reservada a la órbita de la justicia ordinaria. Y punto.
Pero habría que explicarle a la gente, a los portadores de los carteles y a esa que pone en punta a Canal 13 y a TN (en muchos casos debe tratarse de los mismos) en qué miente Clarín, ¿no? Y por qué lo hace. Porque algún memorioso podría espetarle a Néstor Kirchner que el público interpretó como privilegiadas ofrendas a Clarín la primicia de su reconciliación con Lavagna y el “ok” a la adquisición de Multicanal que antes de irse de la presidencia, él mismo aprobó para satisfacción del Grupo, haciendo realidad un bruto oligopolio de televisión por cable cuya posición dominante en el mercado no se le escapa ni a Wanda Nara. Pero… pero, ahí corren el riesgo el ex presidente, su señora, su hijo y hasta Moyano, de la re pregunta (figuradamente, claro, porque ninguno de ellos dialoga): “¿por qué?” o, en la misma línea ¿qué pasó luego? Ojo que puede sobrevenir el reclamo de los motivos del divorcio y no sé por qué me inclino a pensar que esa explicación sería más gravosa para los Kirchner que para Clarín porque Clarín, dijimos, nació, y así lo expresa públicamente, para hacer negocios. Lícitos, por supuesto, pero que en esos límites queden deben encargarse las autoridades. Los Kirchner, por ejemplo porque “si no lo hicieren, Dios, la Patria” pero también los tribunales deberían demandárselo.
Comerciar significa ganar plata y eso se castiga en estos tiempos de la solidaridad kirchnerista y, si no, que lo diga el sector agropecuario. ¿Cómo se le ocurre a los dueños del dinero de pretender multiplicarlo y, lo que es aún más inaudito, quedárselo? ¿Para qué creen esos usureros que están los gobiernos, especialmente de perfil peronista?
Una cosa hay que reconocer y es la torpeza de nuestro empresariado que no entiende ciertas cuestiones elementales de la idiosincrasia nacional. Pasan los años y no registran que hay pocos híbridos más improductivos que los políticos argentinos, expertos en dilapidar, consumir, malgastar o llevarse la riqueza (siempre ajena) pero genéticamente incapaces de crearla o de crear las condiciones para que otros la creen. Esto que parece tan simple (no hay más que mirar el comportamiento de todos ellos, perfeccionado a ritmo intimidante) fue correctamente percibido por los hombres de negocios del mundo que han decidido evitar riesgos innecesarios y orientan sus inversiones hacia latitudes menos informales y tramposas.
Tampoco es cuestión de decirle a los locales “Ahora jorobate por tozudo” porque, no seamos ingenuos, algunas ventajas les habrá deparado quedarse. Pero hoy que las papas queman, llegó la hora de las definiciones: mezquinos que, tras camorras personales, habrán de alinearse con el gobierno que le pega intermitentemente a un medio de comunicación en particular o a todos según el grado de paranoia diurna, o defender el principio de la libertad entendiendo que esa es la causa de todos.
“Por lo que me gustan las uvas…” decía el zorro y las miraba. Debe haber pocos empresarios que no quieran ser Magnetto y, probablemente, también pocos que no tengan o hayan tenido alguna fricción comercial con el Grupo Clarín, un verdadero pac-man tan diestro como implacable. Pero a ver si evitamos, para cobrar una factura privada, escondernos tras la hipócrita defensa de una apertura y una competitividad por la que prácticamente ninguno ha luchado en los últimos cincuenta años.
Kirchner es un boxeador compulsivo. Si a Lubertino le importaran las conductas antisociales, la violencia que desatan, el efecto que provocan y no fuera funcionaria de ellos probablemente el perfil del ex presidente le hubiese sido de enorme utilidad para tipificar varias patologías. Pero resulta que no, nadie se le anima y, como un auto fuera de control y sobre una pendiente, Néstor Kirchner toma velocidad mientras manotea enemigos. Ya derribó unos cuantos aunque es cierto que luego él mismo les hizo reanimación a algunos; Scioli, agradecido hasta las lágrimas.
¿Será, entonces, que Clarín miente o que el gobierno tampoco en eso admite competencia? Lo concreto es que, en su raudo desplazamiento, Kirchner acaba de aferrarse a su última sortija. El drama no es que vaya tan rápido. El drama es que nos lleva con él.

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