Ahora sí me siento identificada con la Presidenta. Por varios motivos. Primero que nada, ¡obvio! por una cuestión de género porque si bien no es el primer caso de una mujer argentina en ser elegida por el voto popular, hay que reconocer que Isabelita es un antecedente que desluce un poco a Cristina y al peronismo al que ambas representan y gracias al que llegaron a sentarse en el sillón de Rivadavia. Bueno, justo es reconocer que sendos maridos también tuvieron algo que ver en ambas sucesiones, pero ese es un detalle de alcoba que no tiene por qué empañar méritos personales.
Hoy, en cambio, tenemos al frente del país una profesional del derecho, “prestigiosa jurista” como le dijo el Presidente Uribe en la Cumbre de Río demostrando, inclusive, que conoce con más detalles que los argentinos los antecedentes académicos de nuestra primera mandataria. Lo que son las cosas. Acá tuvimos el “toupé” de dudar de la existencia misma de ese diploma. Gente maliciosa sostuvo que la señora no había finalizado sus estudios universitarios. Por suerte el expediente sobre una supuesta usurpación de título recayó en las manos del no menos prestigioso Juez Oyharbide quien, en una investigación de una celeridad que lo honra, archivó la causa. Y cuando la universidad que otorgó el título se negó a dar precisiones al respecto, el tema quedó cerrado definitivamente. Esta es una prueba de hasta dónde puede llegar el machismo. ¿A que a un hombre no le hubieran hecho semejante cuestionamiento? ¿Pretendían acaso humillarla hasta que mostrara el certificado analítico? Pues no les dio el gusto. Ni el certificado ni el diploma. Nada! Y qué tantas suspicacias!
Pero además de doctora, Cristina es coqueta y lujosa pero no al estilo pomposo de Evita. Nada que ver; por eso debe ser que ni la menciona. Ella puede usar el Rolex de brillantes, carteras costosas, seguir a rajatabla los dictados de la moda y hasta cambiar de equipo todos los días de la semana sin resultar ostentosa. Y otra cosa que me encanta de ella es su horario de trabajo; no es una obsesiva como los varones. Ella llega a su despacho cuando terminó con la cosa doméstica en Olivos, y eso puede significar la media tarde. ¡Si sabremos nosotras lo que es ocuparse de las tareas de la casa y trabajar afuera! Su esquema laboral es tan femenino como su debilidad por los trapos. Genial.
¿La verdad?, me representa. Porque es auténtica y eso, no tiene precio. Cuando algo no la conmueve, lo demuestra. Nadie le arranca una sonrisa o un gesto amable por pura cortesía. Tiene costumbre de retarnos desde los púlpitos a los que se trepa para dirigirnos la palabra y eso es sumamente femenino; maternal me atrevería a decir. Ahora dejó de sacudir el dedo índice por sugerencia de sus asesores de imagen (todos hombres, seguro) pero eso lo hacía aún más espontáneo. Una advertencia verbal casi siempre viene acompañada de gestos propios que el lenguaje corporal traduce.
Tampoco se hace la erudita porque un presidente no tiene que saber de todo, está claro. Para eso están los asesores en cada temática. Ellos no se pueden equivocar y se les reclama una rigurosidad que no cuenta para la presidenta. Que los funcionarios responsables del área llamaran “yuyo” a la soja o confundieran la ubicación de una laguna hubiese sido un papelón pero en boca de Cristina es anecdótico, aunque sojeros y vecinos de La Picasa lo vivieron como una ofensa. Pero cierto es que en el futuro, “el relato” (otra notable construcción intelectual de Cristina) no va a reservar para ambos yerros ni una mera fe de erratas.
Le disgusta una nota periodística, una caricatura, un comentario aparecidos “en letra de molde” como le gusta decir y lo denuncia sin más trámite. Así sabemos perfectamente a qué atenernos con Cristina. Si eso no es transparencia, será difícil descubrirle otra virtud aún mayor. Del mismo modo que prefiere desplazarse en un Audi y no en un auto de industria nacional y lo hace sin culpa ni reparos. Autenticidad, seguridad en sí misma y nada de falsas humildades. Ella lo dijo en la campaña: “¿Acaso debería disfrazarme de pobre?”. Mil veces no, Cristina. Me encanta que no oculte los millones de dólares que tienen con Néstor y que vivan en consecuencia.
Además, hasta vamos a la misma peluquería. ¡La casualidad! Sanders se ocupa de mi pelo desde mi adolescencia, cuando Cristina estaba en el sur criando a sus chicos pero ahora, hasta en eso coincidimos.
Y en el barrio, por supuesto. La Recoleta terminó de reunirnos. El día que mencionó a las “señoras paquetas” definitivamente interpreté que hablábamos el mismo idioma. Y es realmente casi milagroso porque no nos une un pasado común; no fuimos a los mismos colegios, ni a los mismos clubes, no veraneamos en los mismos lugares ni compramos la ropa en las mismas boutiques. Su evolución económica la trajo hasta el barrio. Ahora sabe como yo lo que es pagar obesas expensas. Pero el lugar lo merece y, si no es así, que alguien me diga por qué hay tantos políticos relocalizados en la zona de Alvear y Callao y sus alrededores.
Ah! Las brechas que viene cerrando Cristina con su sensibilidad femenina! Porque hasta acá me referí sólo a frivolidades, pero sé que en ella tendremos una espada para defender grandes temas. ¡Qué distinto y qué fácil será ahora encontrar eco en cuestiones que nos importan a las mujeres! Me entusiasma pensar en Cristina, por ejemplo, junto a las argentinas luchando contra la despenalización del aborto o al frente de una verdadera cruzada contra la droga. Me imagino cuando le ponga ese gesto adusto que le conocemos cuando se enoja, a los que quieran atentar contra la vida de una criatura. No quisiera estar esos zapatos pues Cristina acaba de demostrar ante el paro agropecuario cuán inflexible puede ser. Y estoy feliz, porque toda esa garra casi feroz para defender convicciones propias y derechos ajenos que para los argentinos hasta el presente había sido una exclusividad masculina, hoy la concentra una mujer. Una madre. Y eso es una garantía porque un político podría negociar ciertos principios pero con ella, que lo olviden. ¿Se la imaginan, acaso, indiferente a quien hizo un tic de ponerse la mano en el corazón para saludar a su pueblo? ¡Si será sensible Cristina que tuvieron que cerrarle la boca a un veterano de Malvinas en el acto del 2 de abril para no conmoverla!
Esto va para los que dicen que el poder real lo sigue ejerciendo Néstor y, en otra escalada machista, la hacen quedar como un títere, como que cayó en la emboscada de barajar el gobierno cuando, inexorablemente, empezaría a explotar el campo minado que sembró la gestión anterior. “¡Cualquiera!” como diría un adolescente. Ese razonamiento subestima su inteligencia.
Tenemos presidenta de verdad para rato, con poder real y decisión propia. Que el marido le haya legado la mayoría de sus colaboradores no es un signo de debilidad sino de coincidencia. Llevan una vida juntos; por qué no habrían de valorar de la misma manera las calidades y capacidades de De Vido o de Moyano; de Moreno, D´Elía o Alberto Fernández quien en otras épocas, nobleza obliga recordarlo, despertó la admiración intelectual del mismísimo Domingo Cavallo hasta convertirlo en uno de sus alfiles. No le busquemos la quinta pata al gato tampoco. Las cosas son siempre más sencillas de lo que uno las imagina y terminemos con las teorías conspirativas que tanto daño nos han hecho.
Fue a Europa; para quien dude de su personalidad, allá va, sin saber idiomas, a reunirse con presidentes, empresarios y personalidades frente al periodismo del mundo. A ver si no hay que estar muy bien plantado para exponer las debilidades de formación sin sonrojarse. Por eso, las mujeres y no sólo el peronismo, debemos sentirnos orgullosas. Cristina es mucho más que el argentino (o la argentina) promedio y probablemente en parte por esa cuota de envidia al éxito ajeno es que la votaron sólo 9 de los 35 millones de ciudadanos habilitados. Si tantos le fueron esquivos no fue por su género, sino, indudablemente, por sus dotes notables.
martes, 13 de mayo de 2008
lunes, 12 de mayo de 2008
COMUNICADO DE LA SOCIEDAD RURAL ARGENTINA
Carta abierta a los argentinos
Llegamos al 7 de mayo fortalecidos, luego de haber transitado tiempos difíciles, con un contundente paro de 21 días, y un mes de intensas negociaciones con el Gobierno que nos permitieron lograr algunos avances, pero que aún no alcanzan para destrabar todos los temas sobre los que estuvimos discutiendo con las autoridades. Entre ellas, se destacan las retenciones móviles, una medida de marcado tinte confiscatorio, que, sumada a un larga serie de decisiones desacertadas para el sector, constituyó la gota que rebasó el vaso y precipitó la situación que estamos viviendo ahora.
Llegamos al 7 de mayo fortalecidos, luego de haber transitado tiempos difíciles, con un contundente paro de 21 días, y un mes de intensas negociaciones con el Gobierno que nos permitieron lograr algunos avances, pero que aún no alcanzan para destrabar todos los temas sobre los que estuvimos discutiendo con las autoridades. Entre ellas, se destacan las retenciones móviles, una medida de marcado tinte confiscatorio, que, sumada a un larga serie de decisiones desacertadas para el sector, constituyó la gota que rebasó el vaso y precipitó la situación que estamos viviendo ahora.
Nuestro compromiso con el diálogo fue total, lo que quedó demostrado por las múltiples reuniones a las que asistimos, a pesar de las continuas descalificaciones que sufrimos y los palos en la rueda que nos ponían quienes encararon el diálogo, con el ánimo y las tácticas de quien negocia con el enemigo y no con un sector importantísimo de la sociedad argentina en las búsqueda juntos del bien común.Normalmente se nos denomina representantes del campo, aunque preferimos pensar que con nuestra protesta y con lo que sostenemos, estamos actuando en beneficio de todo el país, para que no sólo esta generación sino también las de nuestros hijos y nietos puedan disfrutar de todos los alimentos que hoy tenemos disponibles pero cuya producción peligra al no existir una política agropecuaria integral, amplia, diversificada e incluyente.
Este camino que hemos emprendido no es sólo por nosot ros. Es por todos los argentinos que queremos un país federal sin prácticas centralistas y unitarias. Porque vivimos y trabajamos en el interior y sabemos las necesidades que existen en los diversos pueblos y ciudades de las provincias.También nos movilizamos porque no podemos comprender que en un país rico, con una enorme producción de alimentos, haya pobres. Que se sigan tomando medidas que generan el enriquecimiento de unos pocos en detrimento de miles de argentinos que viven en la pobreza, sin poder acceder a su desarrollo y a los alimentos básicos que permitan vivir con dignidad. Nos acusaron de generar la inflación con falsas argumentaciones, buscando tal vez enfrentarnos con el resto de los argentinos.
Todo el país se ve afectado p or este problema que se genera por causas estructurales y por acción de los grupos económicos favorecidos que acrecientan su rentabilidad. Intentaron menospreciarnos diciendo que el campo genera sólo el 1,7% del empleo argentino, buscando relativizar su importancia en la economía nacional, cuando la actividad agropecuaria, agroalimentaria y agroindustrial da trabajo a cientos de miles de compatriotas (que en los hechos suma el 34% del trabajo nacional), dotando de vida y riqueza a los pueblos y ciudades, así como también dinamizando las economías. Sin dudas, muchos argentinos pudieron ver estos motivos profundos que derivaron en la protesta que protagonizamos, y por eso nos respaldaron. A lo largo de nuestras movilizaciones contamos con el apoyo y el calor de las grande s ciudades, de los habitantes de cientos de pueblos que se dieron cuenta de que no somos desestabilizadores ni quisimos perjudicarlos ni a ellos ni al gobierno, sino que estábamos pidiendo por lo que creemos justo: por el bien común y por el futuro de nuestro país.
Por último, acudimos a la fuerza del pueblo para que cada argentino se acerque a sus políticos, en cada ciudad, en cada región, en cada provincia y los ponga al tanto respecto a la realidad de la problemática del sector agropecuario para que estos eleven al corazón del poder la sensación de malestar que causa en el país la implementación de esta política agropecuaria presente que fracasó y que se torna imprescindible modificar hacia otra política agropecuaria nacional, incluyente y base de un modelo de desarrollo sostenible. “Todos somos el campo. Ponete la escarapela por el país. Ponete la escarapela por el campo”.
domingo, 11 de mayo de 2008
Clarín ¿miente?
Eso dicen los carteles que llevan los llevados a los actos partidarios. Eso y que la señal TN no significa “Todo Noticias” sino “Todo Negativo” y “Todo Negocio”. Ahora parece que se descubre que esto no es de hoy y que esa maldita costumbre es parte de su genética sobre la que construyó un verdadero imperio, ese que hoy lo convierte en el grupo empresario insignia de la Argentina que Máximo Kirchner, el primogénito de los presidentes K y K, empieza a desenmascarar.
Pero ¿qué es Clarín? ¿Una asociación benéfica; una iglesia de culto o una sociedad de fomento acaso o tal vez una ONG dedicada a la caridad? ¿Dirá algo de eso en su estatutos constitutivos o se definirá, más bien, como un conjunto de empresas con fines comerciales? Porque entonces, si miente, habrá que ver si es un pecado o un delito pero en ningún caso la vía de reparación es el escarnio público. El pecado lo habrán de arreglar los creyentes del Grupo con sus respectivos dioses. Si están cometiendo algún delito, al menos hasta que Máximo sea nombrado juez, la cuestión debería quedar reservada a la órbita de la justicia ordinaria. Y punto.
Pero habría que explicarle a la gente, a los portadores de los carteles y a esa que pone en punta a Canal 13 y a TN (en muchos casos debe tratarse de los mismos) en qué miente Clarín, ¿no? Y por qué lo hace. Porque algún memorioso podría espetarle a Néstor Kirchner que el público interpretó como privilegiadas ofrendas a Clarín la primicia de su reconciliación con Lavagna y el “ok” a la adquisición de Multicanal que antes de irse de la presidencia, él mismo aprobó para satisfacción del Grupo, haciendo realidad un bruto oligopolio de televisión por cable cuya posición dominante en el mercado no se le escapa ni a Wanda Nara. Pero… pero, ahí corren el riesgo el ex presidente, su señora, su hijo y hasta Moyano, de la re pregunta (figuradamente, claro, porque ninguno de ellos dialoga): “¿por qué?” o, en la misma línea ¿qué pasó luego? Ojo que puede sobrevenir el reclamo de los motivos del divorcio y no sé por qué me inclino a pensar que esa explicación sería más gravosa para los Kirchner que para Clarín porque Clarín, dijimos, nació, y así lo expresa públicamente, para hacer negocios. Lícitos, por supuesto, pero que en esos límites queden deben encargarse las autoridades. Los Kirchner, por ejemplo porque “si no lo hicieren, Dios, la Patria” pero también los tribunales deberían demandárselo.
Comerciar significa ganar plata y eso se castiga en estos tiempos de la solidaridad kirchnerista y, si no, que lo diga el sector agropecuario. ¿Cómo se le ocurre a los dueños del dinero de pretender multiplicarlo y, lo que es aún más inaudito, quedárselo? ¿Para qué creen esos usureros que están los gobiernos, especialmente de perfil peronista?
Una cosa hay que reconocer y es la torpeza de nuestro empresariado que no entiende ciertas cuestiones elementales de la idiosincrasia nacional. Pasan los años y no registran que hay pocos híbridos más improductivos que los políticos argentinos, expertos en dilapidar, consumir, malgastar o llevarse la riqueza (siempre ajena) pero genéticamente incapaces de crearla o de crear las condiciones para que otros la creen. Esto que parece tan simple (no hay más que mirar el comportamiento de todos ellos, perfeccionado a ritmo intimidante) fue correctamente percibido por los hombres de negocios del mundo que han decidido evitar riesgos innecesarios y orientan sus inversiones hacia latitudes menos informales y tramposas.
Tampoco es cuestión de decirle a los locales “Ahora jorobate por tozudo” porque, no seamos ingenuos, algunas ventajas les habrá deparado quedarse. Pero hoy que las papas queman, llegó la hora de las definiciones: mezquinos que, tras camorras personales, habrán de alinearse con el gobierno que le pega intermitentemente a un medio de comunicación en particular o a todos según el grado de paranoia diurna, o defender el principio de la libertad entendiendo que esa es la causa de todos.
“Por lo que me gustan las uvas…” decía el zorro y las miraba. Debe haber pocos empresarios que no quieran ser Magnetto y, probablemente, también pocos que no tengan o hayan tenido alguna fricción comercial con el Grupo Clarín, un verdadero pac-man tan diestro como implacable. Pero a ver si evitamos, para cobrar una factura privada, escondernos tras la hipócrita defensa de una apertura y una competitividad por la que prácticamente ninguno ha luchado en los últimos cincuenta años.
Kirchner es un boxeador compulsivo. Si a Lubertino le importaran las conductas antisociales, la violencia que desatan, el efecto que provocan y no fuera funcionaria de ellos probablemente el perfil del ex presidente le hubiese sido de enorme utilidad para tipificar varias patologías. Pero resulta que no, nadie se le anima y, como un auto fuera de control y sobre una pendiente, Néstor Kirchner toma velocidad mientras manotea enemigos. Ya derribó unos cuantos aunque es cierto que luego él mismo les hizo reanimación a algunos; Scioli, agradecido hasta las lágrimas.
¿Será, entonces, que Clarín miente o que el gobierno tampoco en eso admite competencia? Lo concreto es que, en su raudo desplazamiento, Kirchner acaba de aferrarse a su última sortija. El drama no es que vaya tan rápido. El drama es que nos lleva con él.
Pero ¿qué es Clarín? ¿Una asociación benéfica; una iglesia de culto o una sociedad de fomento acaso o tal vez una ONG dedicada a la caridad? ¿Dirá algo de eso en su estatutos constitutivos o se definirá, más bien, como un conjunto de empresas con fines comerciales? Porque entonces, si miente, habrá que ver si es un pecado o un delito pero en ningún caso la vía de reparación es el escarnio público. El pecado lo habrán de arreglar los creyentes del Grupo con sus respectivos dioses. Si están cometiendo algún delito, al menos hasta que Máximo sea nombrado juez, la cuestión debería quedar reservada a la órbita de la justicia ordinaria. Y punto.
Pero habría que explicarle a la gente, a los portadores de los carteles y a esa que pone en punta a Canal 13 y a TN (en muchos casos debe tratarse de los mismos) en qué miente Clarín, ¿no? Y por qué lo hace. Porque algún memorioso podría espetarle a Néstor Kirchner que el público interpretó como privilegiadas ofrendas a Clarín la primicia de su reconciliación con Lavagna y el “ok” a la adquisición de Multicanal que antes de irse de la presidencia, él mismo aprobó para satisfacción del Grupo, haciendo realidad un bruto oligopolio de televisión por cable cuya posición dominante en el mercado no se le escapa ni a Wanda Nara. Pero… pero, ahí corren el riesgo el ex presidente, su señora, su hijo y hasta Moyano, de la re pregunta (figuradamente, claro, porque ninguno de ellos dialoga): “¿por qué?” o, en la misma línea ¿qué pasó luego? Ojo que puede sobrevenir el reclamo de los motivos del divorcio y no sé por qué me inclino a pensar que esa explicación sería más gravosa para los Kirchner que para Clarín porque Clarín, dijimos, nació, y así lo expresa públicamente, para hacer negocios. Lícitos, por supuesto, pero que en esos límites queden deben encargarse las autoridades. Los Kirchner, por ejemplo porque “si no lo hicieren, Dios, la Patria” pero también los tribunales deberían demandárselo.
Comerciar significa ganar plata y eso se castiga en estos tiempos de la solidaridad kirchnerista y, si no, que lo diga el sector agropecuario. ¿Cómo se le ocurre a los dueños del dinero de pretender multiplicarlo y, lo que es aún más inaudito, quedárselo? ¿Para qué creen esos usureros que están los gobiernos, especialmente de perfil peronista?
Una cosa hay que reconocer y es la torpeza de nuestro empresariado que no entiende ciertas cuestiones elementales de la idiosincrasia nacional. Pasan los años y no registran que hay pocos híbridos más improductivos que los políticos argentinos, expertos en dilapidar, consumir, malgastar o llevarse la riqueza (siempre ajena) pero genéticamente incapaces de crearla o de crear las condiciones para que otros la creen. Esto que parece tan simple (no hay más que mirar el comportamiento de todos ellos, perfeccionado a ritmo intimidante) fue correctamente percibido por los hombres de negocios del mundo que han decidido evitar riesgos innecesarios y orientan sus inversiones hacia latitudes menos informales y tramposas.
Tampoco es cuestión de decirle a los locales “Ahora jorobate por tozudo” porque, no seamos ingenuos, algunas ventajas les habrá deparado quedarse. Pero hoy que las papas queman, llegó la hora de las definiciones: mezquinos que, tras camorras personales, habrán de alinearse con el gobierno que le pega intermitentemente a un medio de comunicación en particular o a todos según el grado de paranoia diurna, o defender el principio de la libertad entendiendo que esa es la causa de todos.
“Por lo que me gustan las uvas…” decía el zorro y las miraba. Debe haber pocos empresarios que no quieran ser Magnetto y, probablemente, también pocos que no tengan o hayan tenido alguna fricción comercial con el Grupo Clarín, un verdadero pac-man tan diestro como implacable. Pero a ver si evitamos, para cobrar una factura privada, escondernos tras la hipócrita defensa de una apertura y una competitividad por la que prácticamente ninguno ha luchado en los últimos cincuenta años.
Kirchner es un boxeador compulsivo. Si a Lubertino le importaran las conductas antisociales, la violencia que desatan, el efecto que provocan y no fuera funcionaria de ellos probablemente el perfil del ex presidente le hubiese sido de enorme utilidad para tipificar varias patologías. Pero resulta que no, nadie se le anima y, como un auto fuera de control y sobre una pendiente, Néstor Kirchner toma velocidad mientras manotea enemigos. Ya derribó unos cuantos aunque es cierto que luego él mismo les hizo reanimación a algunos; Scioli, agradecido hasta las lágrimas.
¿Será, entonces, que Clarín miente o que el gobierno tampoco en eso admite competencia? Lo concreto es que, en su raudo desplazamiento, Kirchner acaba de aferrarse a su última sortija. El drama no es que vaya tan rápido. El drama es que nos lleva con él.
viernes, 2 de mayo de 2008
Maní con Chocolate
Impresionan las escasas sincronías que alcanza este gobierno, genéticamente desacompasado de la realidad y autista en materia de políticas públicas y de armonías mínimas, lisas y llanas. Ni se imaginaba Cristina Kirchner que en el mismo instante en que ella lamentaba en Parque Norte la desaparición física de Discépolo, el canal oficial, ese que mantenemos entre todos para un raquítico puñado de televidentes, coincidía con su homenaje. Mientras los canales privados seguían en directo las instancias de la crisis nacional provocada, alentada y fogoneada por la administración central, canal 7, “La Televisión Pública” ponía al aire una producción propia que si hubiese sido al menos graciosa, se hubiese salvado del calificativo de mamarracho.
Una porquería titulada “Maní con chocolate” recorría el país a través del canal oficial mientras el partido gobernante reeditaba la liturgia peronista con obscena prescindencia del tiempo transcurrido. Banderas con la cara de Eva Perón y mucho trapo rojo flameaban alrededor de la Presidenta, rodeada de los funcionarios de turno, súbditos todos (condición sin la cual es imposible integrar esa corte) y los infaltables gestos externos de este peronismo no corregido pero sí aumentado: Luis D´Elía, Estela Carlotto y Hugo Moyano o, en realidad, lo que ellos representan. Porque en la traducción de esos nombres está el verdadero sentido de la preocupación ciudadana: alrededor de Cristina Kirchner estaban y están las fuerzas de choque para-policiales que su gobierno prohíja; los focos pro-terroristas sobrevivientes y/o descendientes de las milicias de los ´70 y el sindicalismo, caja inagotable de recursos para fines varios.
Se vio una Cristina fiel a sus tics: la mano en el corazón al sonar el Himno Nacional como sólo le vimos hacer a George Bush; el permanente revoleo de los micrófonos; su gesto ojerizo; la afectada espontaneidad que intenta entre repeticiones y pausas afirmada en la convicción de que es una buena oradora porque improvisa; porque enhebra la biblia con el calefón se podría decir a propósito de su referencia al autor de su propia descripción.
Esta vez evitó declarar su hegelianismo pero se le hizo imposible controlar su debilidad por victimizarse aunque el recurso del género, tal vez por remanido, no pareció desgarrar a un auditorio poco sensible, más proclive y acostumbrado a deambular por las calles en el anonimato de la cara envuelta, con un palo en la mano a la caza de la “puta oligarquía” que D´Elía está dispuesto a matar con sus propias manos.
Los militantes intentaban cánticos pero ella quería que la escucharan y por eso les pidió varias veces que se callaran; insistía con el realismo mágico. Mientras las hordas transportadas como ganado en pie hasta el acto hacían flamear la cara del Che Guevara, ella desplegaba argumentos que exponían sin velos la estatura intelectual del discurso o, quizá, la escasez de razones.
Lo cierto es que los logros de Cristina en sus primeros cien días de gobierno han sido cuantiosos. Unificó sectores de la producción históricamente dispares; sacó a la calle a la clase media, por naturaleza poco afecta a las masividades; hubo de replantear su discurso en cuarenta y ocho horas al son de las temidas cacerolas; refrescó la memoria de los grandes y dio una clase de genética peronista a los jóvenes con la invalorable colaboración del profesor D´Elía; y encima, tuvo que pedir “humildemente” algo a alguien en público, probablemente por primera vez en su vida. El conflicto continúa porque ni ella ni los cerebros que la rodean están dispuestos a generar recursos legítimos y quieren seguir adueñándose de la renta ajena. Nos esperan días complejos en los que la escalada de violencia trepará por obra del fogoneo oficial. Los sectores afectados ya somos todos. El campo, las retenciones móviles, la angurria oficial fueron el principio. Lo que sigue es peronismo puro, con sus odios y sus métodos que incluyen arbitrariedad en el ejercicio del poder; persecución para algunos, violencia callejera para los que pretendan disentir, intransigencia para todos, y maní con chocolate para la gilada.
Una porquería titulada “Maní con chocolate” recorría el país a través del canal oficial mientras el partido gobernante reeditaba la liturgia peronista con obscena prescindencia del tiempo transcurrido. Banderas con la cara de Eva Perón y mucho trapo rojo flameaban alrededor de la Presidenta, rodeada de los funcionarios de turno, súbditos todos (condición sin la cual es imposible integrar esa corte) y los infaltables gestos externos de este peronismo no corregido pero sí aumentado: Luis D´Elía, Estela Carlotto y Hugo Moyano o, en realidad, lo que ellos representan. Porque en la traducción de esos nombres está el verdadero sentido de la preocupación ciudadana: alrededor de Cristina Kirchner estaban y están las fuerzas de choque para-policiales que su gobierno prohíja; los focos pro-terroristas sobrevivientes y/o descendientes de las milicias de los ´70 y el sindicalismo, caja inagotable de recursos para fines varios.
Se vio una Cristina fiel a sus tics: la mano en el corazón al sonar el Himno Nacional como sólo le vimos hacer a George Bush; el permanente revoleo de los micrófonos; su gesto ojerizo; la afectada espontaneidad que intenta entre repeticiones y pausas afirmada en la convicción de que es una buena oradora porque improvisa; porque enhebra la biblia con el calefón se podría decir a propósito de su referencia al autor de su propia descripción.
Esta vez evitó declarar su hegelianismo pero se le hizo imposible controlar su debilidad por victimizarse aunque el recurso del género, tal vez por remanido, no pareció desgarrar a un auditorio poco sensible, más proclive y acostumbrado a deambular por las calles en el anonimato de la cara envuelta, con un palo en la mano a la caza de la “puta oligarquía” que D´Elía está dispuesto a matar con sus propias manos.
Los militantes intentaban cánticos pero ella quería que la escucharan y por eso les pidió varias veces que se callaran; insistía con el realismo mágico. Mientras las hordas transportadas como ganado en pie hasta el acto hacían flamear la cara del Che Guevara, ella desplegaba argumentos que exponían sin velos la estatura intelectual del discurso o, quizá, la escasez de razones.
Lo cierto es que los logros de Cristina en sus primeros cien días de gobierno han sido cuantiosos. Unificó sectores de la producción históricamente dispares; sacó a la calle a la clase media, por naturaleza poco afecta a las masividades; hubo de replantear su discurso en cuarenta y ocho horas al son de las temidas cacerolas; refrescó la memoria de los grandes y dio una clase de genética peronista a los jóvenes con la invalorable colaboración del profesor D´Elía; y encima, tuvo que pedir “humildemente” algo a alguien en público, probablemente por primera vez en su vida. El conflicto continúa porque ni ella ni los cerebros que la rodean están dispuestos a generar recursos legítimos y quieren seguir adueñándose de la renta ajena. Nos esperan días complejos en los que la escalada de violencia trepará por obra del fogoneo oficial. Los sectores afectados ya somos todos. El campo, las retenciones móviles, la angurria oficial fueron el principio. Lo que sigue es peronismo puro, con sus odios y sus métodos que incluyen arbitrariedad en el ejercicio del poder; persecución para algunos, violencia callejera para los que pretendan disentir, intransigencia para todos, y maní con chocolate para la gilada.
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