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miércoles, 17 de octubre de 2007

Día de la Deslealtad

Si algo ha hecho bien el peronismo actual es arrumbar en el olvido los festejos otrora ampulosos del 17 de octubre. Pragmáticos al fin, los peronistas han visto que ciertos recuerdos se vuelven incoherentes especialmente hoy, que la deslealtad se convirtió en la moneda de curso legal entre los dirigentes del partido gobernante.

Cuando Eduardo Duhalde le hizo una gambeta a su sponsor, Carlos Menem, muchos se persignaron ante tamaña ingratitud. Menem lo había promovido primero como su vicepresidente y luego le dio todo el apoyo en favor de su candidatura para gobernar el distrito clave del país. Muchos compañeros se preguntaban cómo se le jugaba así a quien impulsaba el crecimiento de su figura dentro y fuera del partido. La historia inmediata respondería con varios ejemplos.

Cuando Daniel Scioli saltó de la motonáutica a la política con la bendición de Carlos Menem nadie supuso que se enfrentaría a su inventor, no mucho tiempo después, desde la fórmula presidencial opuesta. Los memoriosos, incluso, recuerdan un tierno reportaje donde el entonces todavía menemista Scioli aseguró, frente a Susana Jiménez y a sus millones de televidentes, que seguiría en la política “en el lugar que Carlos Menem me asigne”.

Pero, seamos justos, sostener que el Vicepresidente de Néstor Kirchner es el único personaje que no resiste el archivo por estas épocas sería una enorme inexactitud.

Felipe Solá, para seguir con la lista, está en las mismas. Cafierista en la interna del ´89, menemista en los ´90; duhaldista cuando eso significó estar enfrentado con Carlos Menem y ahora, kirchnerista. Su cintura política es envidiada por la misma Paloma Herrera.

Gustavo Beliz, por su parte, elogió la capacidad de gestión, la valentía política y el arrojo de Menem hasta que él fue el fue arrojado de la función pública, lo más parecido al reino de los cielos en países como el nuestro donde ser clase dirigente es sinónimo de privilegios. A partir de entonces no paró de detractarlo.


Cuando Kirchner lo resucitó probablemente apostó, erróneamente, más a su antimenemismo que a su tic, y durante un buen tiempo fue el sable con el que se hirieron de muerte varias instituciones de la república y el vocero de lo inexplicable. Pero como los romances eternos están reservados a Hollywood, el día que a Beliz se le disparó esa acendrada teoría del complot en su contra, apuntó directo al mismo Gabinete. Fin del idilio y comienzo de la diatriba.

Patricia Bullrich es otro ejemplo riquísimo del neo-peronismo cara de piedra, saltarín y acusador, que no deja de agitar el dedo índice para denostar y denunciar a sus ex aliados. Y si no, que lo digan Menem, Duhalde, Juanjo Alvarez, Cavallo, Beliz, De la Rúa y hasta López Murphy.

Lo de los actuales Secretario y Subsecretario de la Presidencia, Alberto Fernández y Juan Carlos Pesoa, merece también un par de reflexiones pues podría inscribirse en la versión de la nueva política que Braga Menéndez anda buscando. Ellos no dieron tantas vueltas ni hicieron tantas escalas técnicas como los mencionados hasta acá. El recorrido desde el cavallismo auténtico al kirchnerismo puro les tomó una sola estación. Con algún desvío de poca significación, Hernán Pérez Redrado, el actual Presidente del Banco Central, hizo igual. Pareciera que las nuevas generaciones están descubriendo valiosos atajos.

Hoy presenciamos dos deslealtades igualmente inexplicables y vergonzosas. Por un lado, el match Kirchner-Duhalde. El invento quiere encargarse del inventor o, como lo diría un puntero peronista en su propia jerga, Kirchner se lo quiere cargar a su padrino político. ¿Será posible? Si no hace dos años Néstor no existía dicen, incrédulos, muchos de los que presencian esta casi inevitable contienda. Lo cierto es que ambos bandos están velando sus armas, agazapados esperando el movimiento en falso del otro.

Mientras tanto, para no andarse con chiquitas, el poder central enhebra deslealtades en estéreo. “Si lo hacemos, lo hacemos bien” decía el inefable Alberto Olmedo aunque en otro contexto menos dramático. No es posible confirmar si es el publicista oficial del Gobierno o el poderoso Secretario de Medios, pero que alguno de los adláteres del Presidente ya puso en marcha el operativo “Despéguese de Ibarra” es un secreto a voces.

Y allá va Aníbal al garete, hacia un naufragio seguro, desprendido de la mano que un día, no hace tanto, le regaló una victoria inmerecida en la Capital. En realidad, su suerte está echada aunque le hayan revoleado una banca como para no interrumpir su ya extensa carrera de empleado del estado.

La deslealtad peronista es el rasgo que caracteriza los gestos políticos de la última horneada de dirigentes. Mal indicio ¿no cree?

jueves, 11 de octubre de 2007

El Peronismo es uno solo

¿Alguien supone que la genética peronista, en esencia, muta según el bando o la banda que sus hombres circunstancialmente integran? Después de sobrados ejemplos de coherencia, amoral y perversa pero coherencia al fin ¿podría alguno de ellos actuar diferente a lo que han sido desde los albores de su participación en la vida política nacional?

A ver si lo entendemos y lo aceptamos: los peronistas son peronistas, estén momentánea, estratégica o coyunturalmente donde estén y el error más costoso que puede cometer la sociedad es olvidar esto que, lejos de ser un detalle, es el meollo, la explicación misma del peronismo y de nuestros sucesivos fracasos. Cualquier cosa se les puede reprochar menos esconder su propia esencia y por eso cualquier cosa pueden las sucesivas oposiciones aducir sobre ellos menos desconocer sus tics pues nunca han intentado disimularlos. Los peronistas nacieron simpatizando con los fascismos europeos; continuaron haciendo gala de una fuerte debilidad por los dictadores latinoamericanos de Stroessner a Castro, de Torrijos a Chávez por mencionar algunos. Intervienen sin pudor la economía, la política o las instituciones según la necesidad. Aman el poder tanto como el dinero y los persiguen sin límites porque para ambos, tienen planes bien concretos. La pobreza no es un problema sino una herramienta porque, en realidad, todo se transforma en herramienta a la hora de ir tras cualquiera de sus dos debilidades.

Que esta descripción, objetiva y desapasionada, sirva para la reflexión ya que, si bien no se habla de ningún dirigente peronista en particular, las características enunciadas les cabe a cualquiera de ellos. Hay de todo en el análisis de la sangre peronista menos escrúpulos. Porque Perón amenazó con que “por cada uno de nosotros caerán cinco de los de ellos” y lo cumplió. Las promesas de los que lo sucedieron no corrieron la misma suerte: Menem le dijo a la sociedad “No los voy a defraudar”; Duhalde, que “quien depositó dólares, recibirá dólares” y Scioli que seguiría en política “en el lugar que Menem me indique”. Kirchner por su parte y desde la ciudad que le quita el sueño a la Primera Dama, nos anotició que “todos somos hijos de las Madres de Plaza de Mayo” esas, que desde un extraño instinto maternal, festejaron la muerte de miles de personas cuando el ataque a las Torres Gemelas. Escrúpulos; sin darwinismos, son el eslabón perdido que entroncaría al peronismo con la política.


Entonces, frente a las próximas elecciones de una gravedad institucional percibida por demasiado pocos, sepan los argentinos que, tanto el peronismo frontal como el agazapado y diluido en otras fuerzas, en el fondo, están juntos. Se protegen, se apañan, se disculpan como lo han hecho siempre. Sus enfrentamientos no son más que un subibaja de grupos internos en una permanente devolución de atenciones donde funciona invariablemente el “Hoy por ti, mañana por mí”.

Razonemos juntos. Hay tres peronismos cuyas diferencias están en el “packaging”, únicamente en el packaging. El menemismo confluye en el “potrerismo”. El “Frente para la Victoria” es el peronismo en el poder con lo que eso significa: pragmatismo a granel más el apoyo oportunista de los grupos empresarios y el sindicalismo. Y también está Eduardo Duhalde, el tercer vértice del triángulo peronista. La pregunta es en cuál de los tres ancla el peronismo macrista y para responder esta cuestión no hace falta más que buena memoria, la gran carencia argentina.

A pesar de la intención kirchnerista de enredarlo con los ´90, cierto es que Mauricio Macri siempre simpatizó con Duhalde, por eso no sorprende la prescindencia del ex presidente para con el potrerismo ni el apoyo de “Chiche” a Francisco de Narváez, ni la prescindencia de de Narváez respecto del candidato presidencial y su inocultable reparo frente a Ricardo López Murphy, personaje intachable si los hay. En la disputa interna, de Narváez es a Kirchner lo que Aldo Rico fue a Menem, o sea, el “jocker” de Eduardo Duhalde que divide el voto opositor para ventaja, ¡oh, casualidad! del peronismo en el poder, porque hasta el más inocente observador alcanza a deducir que la dispersión favorece al proyecto K.

Duhalde se ha encargado de crear un personaje. Es el incendiario que dicta cátedra sobre sofocamiento de incendios. El percibe oportunamente las disconformidades latentes y elabora para ellas la opción del “peronismo bueno”. Lo hizo en los ´90 y lo repite ahora. En el conurbano, cuatro por ciento para uno, nueve por ciento para otro, tres para éste, seis para aquel tiene un efecto multiplicador para el que galopa en el caballo del comisario. Por eso, confundir el comisario del conurbano es no entender nada de política y menos de peronismo. Y suponer que ha cambiado el comisario del conurbano es la gran trampa de esta partida. Según parece, la condena al éxito que pesaba sobre la sociedad argentina no era de cumplimiento efectivo. Por ahora, el éxito es para el comisario. A nosotros nos sigue tocando la condena.