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lunes, 19 de febrero de 2007

USA mira hacia Latinoamérica pero no la ve

La reciente visita a la Argentina de diplomáticos norteamericanos de indudable jerarquía política y sus satisfechas declaraciones respecto de la buena salud en las relaciones bilaterales contrasta con la agenda preparada por los mismos funcionarios al presidente Bush para su próxima gira por Sudamérica que no incluye a la República Argentina.

Tanto el Embajador R. Nicholas Burns, Subsecretario de Estado para Asuntos Políticos y tercero en categoría en el Departamento de Estado como Thomas Shannon, Subsecretario Adjunto de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado se cuidaron muy bien de irritar al Presidente Kirchner. Declararon “entender” la estrecha relación que la Argentina mantiene con Venezuela y nos llenaron de elogios por el ejercicio de la democracia y la lucha contra el terrorismo.

Como una devolución de atenciones, al día siguiente de aquellas declaraciones la Argentina rechazó el ingreso de capitales norteamericanos en el negocio eléctrico y privilegió, otra vez, a Venezuela. También retrucó las observaciones que hicieron desde Washington organismos internacionales sobre la creciente inflación argentina y los desequilibrios provinciales con comentarios tales como “no somos una republiqueta”, “nadie nos aprieta” y “vamos a profundizar este modelo”.


Por supuesto se referían al modelo de gestión económica ¿Y cuál es ese modelo? Resumiendo sus principales características se trata de: tarifas de servicios públicos congeladas desde 2003; precios regulados por el Ministerio de Economía; altísimos impuestos a las actividades rentables; trabas y límites a la exportación de carnes y lácteos, productos emblemáticos del país; estatización de empresas; incentivo artificial para cierto consumo (turismo, indumentaria, esparcimiento) y castigo al consumo eléctrico aunque se niega una crisis energética inminente; incremento de los controles oficiales sobre la actividad económica en general; aumento del déficit provincial; reparto de voluminosos subsidios a empresas amigas del poder; manejo discrecional de fondos públicos por parte del Poder Ejecutivo sin control parlamentario; crecimiento de la obra pública y contrataciones directas; manipulación política de los principales indicadores económicos.

Y esas medidas económicas se implementan en el marco de un modelo político que poco tiene que ver con la libertad y el respeto de las garantías constitucionales. En primer lugar, porque la administración Kirchner no garantiza la división de poderes que es la base del ejercicio democrático.

Estados Unidos tiene que entender que de autoritarismos y guerrilla los argentinos somos infinitamente más conocedores porque los hemos padecido antes que en el norte, como somos también expertos en manipulación de masas porque el peronismo lleva décadas multiplicando pobres que luego utiliza a favor del poder de turno. Cuando Estados Unidos se convenza de eso modificará su hasta ahora estéril política de acercamiento hacia América Latina, abandonará su frustrado intento de simpatizarle a los populismos del sur y escuchará la demanda de los sectores auténticamente republicanos que sobreviven en la sociedad argentina.

lunes, 12 de febrero de 2007

El Terrorismo latinoamericano reciclado

Es para celebrar el súbito interés norteamericano por mejorar sus relaciones con América Latina siempre que esta vez signifique la corrección de un viejo y equivocado análisis del Departamento de Estado. Estados Unidos debe convencerse de que la política exterior preventiva que encaran con el terrorismo internacional también sería ventajosa aplicada a sus vecinos del sur porque, como dijo Tom Paine, "La eterna vigilancia es el precio de la libertad".

Es preciso tener muy claro el análisis actual y la historia reciente de la región. Los movimientos terroristas del siglo XX anidaron y actuaron con enorme despliegue en Latinoamérica. Argentina fue la experiencia piloto. A fines de los años ´60 feroces guerrillas urbanas locales entrenadas en Cuba y Libia atacaron las entrañas de la sociedad argentina sembrando el miedo a sangre y fuego. Con mayor o menos intensidad movimientos similares se reprodujeron en Chile, Uruguay, Bolivia, Brasil, Colombia, México, Perú y Guatemala. También fueron vencidos pero la diferencia con todos ellos es que en la Argentina, los que aún viven, han llegado al poder y hoy gobiernan el país. Ellos, sus descendientes y un nutrido grupo de colaboradores funcionales se están cobrando una vieja deuda con las fuerzas regulares que los vencieron con las armas. Pero como la vida no es una fotografía, el mundo, la política, los métodos de lucha terrorista y hasta aquellos mismos cuadros insurrectos, han cambiado.

El desastroso resultado de la “Cumbre de las Américas” donde el presidente Kirchner destrató a George Bush con su conocida ausencia de modales, fue una burda emboscada urdida por el antiamericanismo regional del que Estados Unidos no debería haber sido presa y que costó el tardío reemplazo de Roger Noriega, supuestamente un “experto” en esta parte del mundo y que no supo advertir a tiempo lo que se estaba gestando; proyecto, valga agregar, que sigue gozando de muy buena salud.


Estados Unidos necesita reaccionar al filo-terrorismo latinoamericano antes de que sea un hecho. La teoría del “terrorismo de estado” que impulsan el presidente argentino y sus aliados (Cuba-Venezuela-Irán) tiene dos objetivos. El de corto alcance es castigar a las fuerzas armadas que derrotaron las guerrillas de los años ´70 pero el de máxima apunta directamente a Estados Unidos e Israel. Cuando logren imponer la noción que ya hizo pie en Argentina, Italia y España, con la inestimable colaboración de Rodríguez Zapatero, podrán exhibirla en formato de legislación nacional y reclamar su reconocimiento como jurisprudencia internacional. De allí a abocarse a colectar apoyos para repudiar el accionar de los soldados norteamericanos y judíos hay un solo paso. Y como tampoco son los soldados el objetivo final, el delito será encuadrado como “terrorismo de estado” para que la condena mundial recaiga sobre sus auténticos enemigos: Estados Unidos y quien se anime a aliárseles. Así se explica la campaña que puso en marcha el asesor kirchnerista Horacio Verbitsky contra Alberto Gonzáles, el actual secretario de Justicia de la administración Bush, quien otorgara un cuestionable permiso sobre Guantánamo y Abu Ghraib. Es lo que se llama “Bill up your case” o “preconstitución de la prueba” según el idioma que usted prefiera.
Rice acaba de mostrarse preocupada por los derechos humanos del pueblo venezolano y dijo que Chávez está "destruyendo su país". Estas declaraciones deberían estar fechadas en el 2000. Hoy, son más propias de un jubilado de North Carolina que sigue los hechos con una mirada ligera y despreocupada sobre CNN. Ir a la zaga de los acontecimientos es un grueso error que hace preguntarse para qué están los funcionarios si no pueden proyectar tendencias sobre lo que ocurrirá a partir del análisis de lo que ocurre.

Les pasó con Castro. Décadas después les volvió a pasar con Chávez. Están a tiempo de evitar una tercera equivocación y descubrir la verdad antes de que lamentemos los argentinos que les pase de nuevo y muy pronto, ésta vez con Néstor Kirchner.