Día que pasa, día que admiro más a Borges. Porque darse
cuenta ahora de que los peronistas son incorregibles es una obviedad, pero
haberlo visto hace más de medio siglo confirma que fue un cerebro singular.
Estoy harta de los peronistas, que hacen todos los
esfuerzos posibles para arruinarnos la vida. Son tan nabos que inventan un feriado
a cada rato y luego lo condimentan con las barrabasadas de sus militantes más granados. El pasado fin de semana largo tuvimos tiempo de sobra para ver
en detalle el scketch protagonizado por Juan Cabandié, el Giordano de la
política K: “No me toquen! Soy hijo de desaparecidos”.
Como lo pusieron a encabezar una lista, es lógico
deducir que se trata de uno de los mejores exponentes del “modelo”, y eso es motivo
de más para aterrorizarnos. Aparte de escandalizarnos por el episodio, hay que
aplicar todos los resortes políticos que anulen la influencia de este lote de
gente nefasta. Tienen que extinguirse de la política nacional todos los
vestigios de Cabandiés que queden.
Por groseros y autoritarios; por agresivos y torpes;
por ordinarios, petulantes y berretas; pero fundamentalmente, por mentirosos.
Cabandié no se cansó de mentir en ese episodio
lamentable. Dijo que no “chapeó” y re-chapeó en cada una de sus intervenciones
frente a los empleados que tuvieron la desgracia de toparse con él.
Tenemos que aborrecer al político que nos mienta. La sociedad
argentina no llega hasta este bajo fondo
de valores por arte de magia; llega por permitir todo para que le permitan
todo. El menemismo abrió esa compuerta de inmoralidad que al principio
horrorizó pero que se fue aceptando a partir de los “beneficios” privados que
aportaba la inconducta pública. Es preciso abandonar esa ecuación y entender
que la deshonestidad oficial es siempre más dañina.
Es paradójico. Los mismos crápulas que hoy persiguen a
los militares y civiles que tuvieron alguna participación en el último gobierno
de facto con el argumento de que la violencia ejercida “desde arriba” es más
condenable, no se cansan de ejercerla a destajo.
Mienten. Miente Cabandié cuando dice que “se bancó la
dictadura”. ¿Qué dictadura se bancó Cabandié que no haya sido ésta de la que
participa? Miente cuando le encarga a “Martín” que “no la eche porque nosotros
no queremos que nadie se quede sin trabajo” porque millones de personas vienen quedando
al margen del sistema gracias a una política obtusa y cleptómana que ellos
aplican hace una década. Miente cuando sugiere sólo un “correctivo” para la
joven porque se toma la molestia de llamar expresamente para hacerla despedir.
¿Qué correctivo le cabe a un funcionario que miente? Cabandié
es un arbitrario y un resentido pero fundamentalmente es un mentiroso. Ese es
el motivo por el cual sería encantador que la sociedad le diera la espalda en
las próximas elecciones, aunque con gente como él, eso también sea un acto riesgoso.