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miércoles, 29 de febrero de 2012

Todos Mienten


Como si no bastara con “el relato” falaz y retorcido que hace el kirchnerismo de la realidad y que no son más que mentiras, tenemos que tolerar lo mismo de la oposición, por llamarle de alguna manera a quienes no militan en el oficialismo.

En realidad, quienes administran el estado nos inundan con su particular interpretación de los hechos que, en la práctica, dista enormemente de lo que la ciudadanía percibe a diario. Se niega la inflación que los precios certifican y que los sindicatos confirman en los pedidos de incremento de salarios. Se niega la inseguridad que las estadísticas más austeras demuestran en un crecimiento exponencial. Se niega el aislamiento internacional. Se niega el desabastecimiento y/o la dificultad para obtener bienes que fueron de libre disponibilidad durante las últimas décadas. Se niega el tarifazo y se miente descaradamente en la descripción de un país que no es ni va a ser como ellos dicen porque el rumbo que le impuso a la Argentina este peronismo es de decadencia inevitable.  

Tempranamente, el kirchnerismo intentó un engendro político que bautizó “transversalidad” con la clara intención de captar voluntades de distintos colores políticos. A casi diez años de su irrupción en la realidad nacional, el único corte transversal que ha conseguido fue traspasarnos con la tragedia que, en principio, no distingue capacidad económica pero que suele golpear con mayor brutalidad sobre la población más vulnerable pero por una razón numérica y no social: los pobres son muchos más.

Acá es donde la oposición miente cuando dice “la corrupción mata”. No señores, lo que mata es el populismo, no la corrupción y sobran los ejemplos; basta recordar el proceso de privatizaciones de los ´90 que estuvo plagado de irregularidades y de sospechas más o menos confirmadas y que, sin embargo, no registra cadáveres en su haber.

Mata el populismo que pretende instalar en la conciencia colectiva, convenientemente desinformada y embrutecida tras décadas de “Alpargatas sí, libros, no”, la noción del “hombre nuevo” que un gobierno iluminado y lleno de poder (específicamente éste) va a conseguir “por las buenas o por las malas”. Con frases como “a mí no me van a parar” la autoridad muta en autoritarismo con la complacencia general. El populismo mata porque le asegura a los súbditos que va a imponer un modelo de sociedad solidaria a la fuerza, en la que se va a encargar de redistribuir el dinero ajeno.

El hombre es lo que es, no lo que el populismo quiere que sea y quien encauza la conducta humana no es un líder iluminado sino un sistema de base sólida, con una justicia independiente (a la que nadie se atreva a pedirle “encarecidamente” nada desde un púlpito en medio de una arenga de barricada). El comportamiento social reclama un engranaje sano donde cada individuo detecte que es beneficioso para sí (y por extensión, para el conjunto) hacer las cosas bien. El populismo es todo lo contrario; es un sistema que habilita las conductas inmorales y antisociales porque echa a andar un mecanismo de transferencia de responsabilidades en el que el estado nos acaricia el lomo mientras nos compadece y nos endulza el oído convenciéndonos de que la culpa de nuestros errores siempre es de otro.

Así, el populismo gana adeptos y los gobiernos inescrupulosos, con ese “jocker” en el bolsillo van tejiendo sus corrupciones, amiguismos y arbitrariedades.

Por eso ningún opositor dice que el populismo es el que mata porque les conviene el otro discurso: “mata la corrupción” y con eso les alcanza para señalar con el dedo a los funcionarios de turno. Ellos son corruptos (vaya novedad…) y al resto le queda el camino llano para seguir practicando populismo.

Tal vez no  sea el momento de decirle a los cientos de damnificados en la tragedia ocurrida en la estación de trenes el pasado 22 de febrero que ese desastre es producto del populismo y, como tal, absolutamente evitable. Pero alguien debería animarse y pronto porque, como el populismo apila pobres y tragedias, habría que advertirles que habrá una próxima cualquier día de estos. Y que en esa, volverán a ser protagonistas.

martes, 14 de febrero de 2012

El Gobierno nac&pop discrimina



Un valioso funcionario cristinista declaró que no aumentar entre un 120 y un 150% los sueldos de los legisladores implicaría dejar la política a los ricos o a los ladrones. En una definición sociológica de profundo contenido humanista, Julián Domínguez, ex ministro de la Nación hoy diputado nacional, sintetizó el concepto que el kirchnerismo tiene del ser humano: en cada hombre existe un delincuente en potencia y su aparición depende únicamente de las circunstancias.

“El ladrón cree a todos de su misma condición” dice la sabiduría popular y nunca mejor empleada la cita que para encuadrar el episodio. Tal vez podría caberle igualmente apropiado aquello de “A confesión de parte, relevo de prueba”; lo cierto es que la banda gobernante no sólo no teme la exposición de sus arbitrariedades sino que sale a bancarlas y para eso, se muestra en todo su esplendor.

Pero lo dicho, además de una barrabasada,  es una falacia porque de ello se deduce:

a)      Que los ricos no roban

b)      Que los pobres roban inevitablemente

c)       Que la ocasión hace al ladrón

d)      Que la salida a la pobreza para cualquier argentino es exclusivamente el robo

e)      Que la conducta o la inconducta no dependen de los principios de cada uno sino apenas de las circunstancias

 Llamen al INADI con carácter de urgente. El diputado Domínguez  acaba de señalar a los pobres con el dedo y acusarlos explícitamente de ladrones en potencia. Es de esperar que los diputados que dicen rechazar el aumento denuncien esta flagrante discriminación. No vaya a ser cosa que un puñado de oportunistas hagan prensa  intentando suavizar la mala imagen que la población tiene de ellos en conjunto, y a fin de mes se emplumen los 35.000.

Está claro que los pobres y los chorros son la debilidad de Cristina. Ambos grupos han crecido de manera exponencial durante los últimos años y las autoridades no tomaron nota ni hicieron nada al respecto. Es imposible ocultar la tolerancia infinita que demuestra esta administración por los delincuentes y el cariño conmovedor por los pobres y describir de ese modo a los protegidos de Cristina no estuvo bueno. Qué fea actitud para un nac&pop K. La presidente debe estar pensando que las declaraciones del ministro fueron “too much”.


Un valioso funcionario cristinista declaró que no aumentar entre un 120 y un 150% los sueldos de los legisladores implicaría dejar la política a los ricos o a los ladrones. En una definición sociológica de profundo contenido humanista, Julián Domínguez, hoy ministro de la Nación, sintetizó el concepto que el kirchnerismo tiene del ser humano: en cada hombre existe un delincuente en potencia y su aparición depende únicamente de las circunstancias.

“El ladrón cree a todos de su misma condición” dice la sabiduría popular y nunca mejor empleada la cita que para encuadrar el episodio. Tal vez podría caberle igualmente apropiado aquello de “A confesión de parte, relevo de prueba”; lo cierto es que la banda gobernante no sólo no teme la exposición de sus arbitrariedades sino que sale a bancarlas y para eso, se muestra en todo su esplendor.

Pero lo dicho, además de una barrabasada,  es una falacia porque de ello se deduce:

a)      Que los ricos no roban

b)      Que roban únicamente los pobres

c)       Que la ocasión hace al ladrón

d)      Que la salida a la pobreza para cualquier argentino es exclusivamente el robo

e)      Que la conducta o la inconducta no dependen de los principios de cada uno sino apenas de las circunstancias

 Llamen al INADI con carácter de urgente. El ministro Domínguez  acaba de señalar a los pobres con el dedo y acusarlos explícitamente de ladrones en potencia. Es de esperar que los diputados que dicen rechazar el aumento denuncien esta flagrante discriminación. No vaya a ser cosa que un puñado de oportunistas hagan prensa  intentando suavizar la mala imagen que la población tiene de ellos en conjunto, y a fin de mes se emplumen los 35.000.

Describir de ese modo a los protegidos de Cristina no estuvo bueno. Porque es imposible ocultar la tolerancia infinita que demuestra esta administración por los delincuentes. Qué fea actitud para un nac&pop K. La presidente debe estar pensando que las declaraciones del ministro fueron “too much”.

martes, 7 de febrero de 2012

Con "M" de Moyano y de Malvinas


Estuve rastreando las declaraciones de Néstor y Cristina Kirchner sobre Malvinas de los últimos 30 años, en las épocas en que ocuparon cargos públicos: intendente, gobernador, diputados o senadora  y hay un vacío similar a sus dichos sobre la guerra antiterrorista. Entre los dichos desaparecidos de la pareja hay que incluir a las Islas. Ni una palabra. Esta es una comprobación empírica de que ambos temas no constituyeron parte de sus desvelos durante unas cuantas décadas de sus respectivas militancias políticas. Ojo, nadie dice que las personas no puedan cambiar. De hecho el súbito delirio por la causa de Hebe de Bonafini que demostró Kirchner después de ser elegido presidente puede equipararse al de Cristina por la soberanía de las Malvinas. Y sus tardíos intereses hasta podrían ser legítimos. Pero que nadie intente negar que, hasta entonces,  ninguno de los dos se había desvelado por esas cuestiones.
En los miles de análisis que se leen sobre el devenir político argentino suele olvidarse el componente filosófico que inspira al kirchnerismo: "una sociedad sin antagonismos es imposible" dice Ernesto Laclau, su autor de cabecera. Para él (fundador del post-marxismo) como para ellos, la confrontación es una necesidad; entonces, considerar un problema la cantidad de frentes que el Gobierno abre, es un error. Es más, están más fuertes que nunca.
Existe otra comprobación casi infantil por lo sencilla, y es reconocer que cada uno de los conflictos en curso eran evitables o, lo que es lo mismo decir, pudieron no ocurrir por lo que cabe deducir que fueron provocados. 
Tanto la soberanía de las islas Malvinas como el tire y afloje entre gobierno y sindicatos son temas de larguísima data. Transformar ese status en una coyuntura súbitamente confrontativa es una elección política de la actual administración cuyas intenciones trataremos de develar.
El primer caso se inscribe dentro del complejo de inferioridad que carga la presidente sobre sus hombros y que se relaciona con aspectos mitad personales, mitad políticos. El abuso de las marcas como la necesidad de ostentación económica (convertidos los Kirchner en verdaderos coleccionistas de propiedad horizontal), la enojosa costumbre de mostrar el poder (además de ejercerlo), su tic abrumadoramente autorreferencial y las demostraciones de rencor hacia determinados grupos sociales coinciden con el estereotipo de quien está incómodo dentro de la piel que le tocó en el reparto. Porque uno puede cambiar de saco pero no el pellejo. 
El rencor por el Reino Unido y su pomposa monarquía imperial  como la bronquita por el alucine que provoca Manhattan a todo individuo que tiene la dicha de contemplar el Hudson de cerca son reacciones incontrolables y mucho más fuertes que la racionalización política de un despojo territorial. Para colmo y por el mismo precio, las muestras de desdén por nuestra presidente y sus opiniones vienen en idioma inglés y conservador, dos cualidades culturales que le son ajenas. Es demasiado para aquella muchacha de Tolosa, hija de un modesto conductor de transporte público.
La suerte (¡!) es que entre entre los peronistas de las últimas décadas, los aliados Menem y Kirchner, han destruido las Fuerzas Armadas argentinas, así que la posibilidad de enfrentar a Inglaterra queda limitada a Twitter. 
Conclusión: las Malvinas son un tema nacional que está siendo usado, como en otros casos,  como coto de caza de una camorra personal para distracción de la plebe. Laclau estará al menos un poquito incómodo de ver que su alumnado aplica la receta de la confrontación contra el país que le dio a él cabida hace más de treinta años pero todo sea para distraer a la gilada de los cortes de luz y de los brutales aumentos en los servicios públicos que dejan al descubierto la maniobra: estaban pensados y listos para aplicarse luego de asegurarse cuatro años más de continuidad política. Las Malvinas son un sonajero para evadir la mirada del rumbo sin rumbo de este barco que comanda Cristina.
Lo de Moyano es infinitamente más preocupante. Ahí también hay una cuenta personal pendiente pero en este caso sí hay con qué presentar batalla, hay intención de hacerlo y, acá viene nuestro problema: después de eso todo será aún peor. Y a su pregunta, le respondo sin vueltas: Sí, podemos estar peor. 
Cuando hace prácticamente un año, en marzo de 2011 escribí "Hay que bancar a Moyano" (http://maria-zaldivar.blogspot.com/2011/03/hay-que-bancar-moyano.html) muchas voces críticas se levantaron. Dócilmente les expliqué que uno no elige las alternativas sino entre las alternativas que la realidad nos ofrece y que, como la opción Moyano o Churchill no existía, íbamos a tener que elegir entre el sindicalismo que tanto conocemos y el peronismo terrorista que  tanto deberíamos recordar. También dije por entonces y lo mantengo ahora que el “no me quedo con ninguno” es como hacer trampa porque la opción “Otros” en la que entraría la posibilidad de abstenerse, tampoco existe. 
Me cansé de repetir que quienes achacan la responsabilidad de lo que nos pasa a la oposición estaban equivocados porque que no haya buenos candidatos no mejora la performance del kirchnerismo  ni lo convierte en una opción votable. No hay una oposición interesante ni digna. Es verdad. Pero el kirchnerismo sigue siendo una calamidad; entonces, ¿cuál puede ser la proporción de votantes que, sin candidato preferido, apoyaron a Cristina y por qué habrían de hacerlo? Es como suponer que un hombre se va a casar con otro hombre porque no encuentra la mujer de su agrado. Ridículo o es kirchnerismo vergonzante (como hay homosexualidad vergonzante) 
Volviendo a las elecciones que la realidad nos impone, en la vida casi todo es una cuestión de timing pero en la política, mucho más. Scioli ha sido un sobreviviente, un monje tibetano de la paciencia, un tolerante hasta la humillación, un vivo argentino que se bancó iniquidades por permanecer. Y permaneció; brillante para su objetivo de estar; haciendo la plancha pasó de heredero de una empresa en quiebra a vicepresidente de la nación y dos veces gobernador del principal distrito argentino. Sólo descuidó la evaluación del timing. Las variables no eran muchas: que los k no lo quisieron nunca y que Cristina se la tenía jurada, detalle del que Scioli tuvo un adelanto cuando lo vapuleó desde su banca de senadora. Pero como a diferencia del gobernador, Cristina tiene una gran habilidad para manejar los tiempos, lo toleró hasta sacarle todo el jugo que necesitaba de él. Fue así que lo puso a encabezar la fórmula de la victoria: la presidente sabía que los votos del conurbano la volverían a sentar en el sillón de Rivadavia y hasta 2010 Scioli y su buena relación con el sindicalismo le garantizaban ese caudal.
Ese fue el momento de Scioli y de Moyano. Ambos tuvieron en ese instante la posibilidad del portazo ya que las desinteligencias de la muchachada K con ellos eran un secreto a voces. Y ellos optaron. Colaboraron en el triunfo del Frente para la Victoria y se jugaron su última carta. Hoy, cercados y debilitados, atraviesan el procedimiento peronista clásico de la termita humana. Se los están comiendo a mordiscones, aislándolos de sus ex aliados y llamando al juego de las deslealtades que tan bien juega el peronismo. No por nada con Néstor se dejó de festejar el 17 de octubre. 
Hoy el kirchnerismo los empuja a los dos y los pone en una disyuntiva de final infeliz cualquiera sea el camino que tomen. Si se juntan frente al enemigo común, pierden y si se quedan uno en cada rincón, también porque es el juego de las debilidades. La dupla Moyano-Scioli padece en política interna lo que le pasa a la Argentina en política exterior: sus aliados son puros cuatro de copas. 
Por eso mientras unos velan sus armas, otros consiguen la SUBE y otros escuchan la cadena nacional, usted asegúrese de tener el pasaporte al día.