Aunque estamos transitando la primera semana del año,
la realidad que nos convida nuestra clase política agobia de tal manera que no parece
enero sino agosto. Arrancamos el domingo con un gobernador aparentemente
asesinado por su mujer, un intendente perdido con rumbo desconocido, los
últimos instantes de la tiroides de Cristina Kirchner, el aumento del 125 por ciento
en el costo del pasaje de subte, el sapo que sigue masticando el Jefe de
Gobierno tras el abrupto traspaso sumado al gesto de sorpresa que no han podido
borrar de sus rostros los funcionarios
porteños (continúan sin metabolizar los modos del kirchnerismo), ocho heridos
graves en un accidente ferroviario por completo evitable (después de casi una
década de trenes subsidiados por imperio de la beneficencia oficial con el
dinero ajeno, los pasajeros siguen viajando como ganado) y el supuesto suicidio
de un ex diputado peronista por Entre Ríos. Sacando esta breve reseña, nada
más.
Agregar a la lista los manteros de la calle Florida
sería una imprecisión porque es una cuestión que se arrastra del año pasado,
aunque la evolución del proceso merece una reflexión: el gobierno local
prometió erradicar ese engendro de comercio ilegal que creció a la vista
impasible de los tres poderes del estado porteño que intentaron sacarlos y,
ante la lógica resistencia del puñado de perjudicados, se echaron atrás con la
decisión.
La policía de proximidad, ese amorfo inventado en la
Ciudad de Buenos Aires que no termina de encontrar su lugar en el espacio
porque no es ni chicha ni limonada, tampoco pudo desalojarlos pues para un
operativo de esa envergadura necesita el apoyo de la Federal y la Federal, está
claro, jamás va a estar dispuesta a colaborar con Macri. Conclusión: los manteros siguen allí y en
lugar de suprimirlos, el macrismo hizo con ellos lo mismo que el peronismo con
los pobres: los multiplicó pues en lugar de integrarlos a la economía formal y
transformarlos en comerciantes, cientos de comerciantes ahora son manteros. Reacción
lógica, por otra parte, porque si el estado protege la informalidad, la
incentiva y por ende se vuelve legítimo combatir la competencia desleal instalándose
en plena calle, al lado de los privilegiados por el régimen.
Vaya este comentario para quienes todavía alientan
alguna mísera esperanza en “Mauricio Macri 2015”. Si la ley establece que “el
que puede lo más, puede lo menos” cabe preguntarse qué pasa con el que no puede
ni lo menos.
A fin de año nos enteramos de la incorporación de
Emilio Monzó al equipo PRO, un ex operador de Daniel Scioli con quien Macri
sueña hacer buenas migas en aras de ampliar su horizonte político en el distrito
más numeroso del país. Lo que el Jefe de gobierno porteño no ha entendido aún
(y parece que su estrecho núcleo de cerebros tampoco) es que el peronismo no le
va a ceder jamás “un tranco de pollo” diría la presidente. El peronismo no comparte
el poder adquirido; es más, no le tiembla
el pulso en quedarse con el que consiguen otros así que más vale que se afirme
en su silla. Monzó arrancó su “armado nacional” tropezando en Tigre con el
peronismo que rodea al intendente Massa y desde entonces no volvió a asomar la
cabeza.
El otro error garrafal de Macri es creer que el
operador político se compra hecho y eso lo lleva a depositar en el elegido sus
expectativas de crecimiento, fronteras afuera del PRO.
Un militante aprende rápido que en cualquier partido
político el cargo no hace a la persona sino al revés. La pertenencia al peronismo
es un respaldo en sí mismo, pero creer que el peso adquirido en ese hábitat es
propio es una equivocación que se paga cara. Monzó fue Monzó mientras “operó”
para el gobernador del principal distrito del país. Los intendentes lo recibían
como tal y sus logros estaban más alimentados por el lugar de donde venía que
por quién era. Ahora va a intentar la titánica tarea de establecer diálogo con
las provincias pero ha cambiado el remitente; ya no viene de La Plata; ahora es
el mensajero de Avenida de Mayo.
Mientras tanto, lo cierto es que el peronismo (k,
menemista y duhaldista) hoy está encolumnado tras la gestión de la presidente
Kirchner y la búsqueda de una suerte de oficialismo opositor, si existiera, va
a requerir de una lupa más que de un operador.
Claro que la vida no es una foto pero por ahora el
peronismo sigue acaparando los papeles protagónicos, los de reparto y hasta el
relleno. Como quien juega a la perinola, alguien ha cantado “Toma todo”.
Por el titulo interprete que tu comentario trataba acerca de la fecha del fin de nuestras desdichas...apesadumbrado aprecio que seguiremos flotando en esta inmundicia...aunque los argentinos somos tan propensos al disparate...que en una de esas....patapufete..se derrumbo la estanteria pinguinera.....y a otra cosaaa.-
ResponderBorrarNo se cual...pero en todo caso,nunca antes de marzo,porque en el verano nos tomamos vacaciones !!!