La historia de los blogs, modalidad de periodismo amateur
que nació en Estados Unidos hace algo más de diez años, cuenta que surgieron
como una suerte de control de rigurosidad sobre la prensa gráfica. Varios
hechos precisos donde blogueros independientes cuestionaron información
reproducida por grandes diarios dieron como resultado una explosión a favor del
prestigio de esos sitios que de repente ponían en jaque a periodistas
tradicionales cuyas firmas habían representado palabra santa durante
décadas.
Los blogueros se permitieron dudar de la veracidad de
ciertos datos y sus intervenciones llegaron a provocar resonantes renuncias
cuando pusieron blanco sobre negro gruesas inexactitudes publicadas y hasta
algún fraude fotográfico.
En los países en los que la libertad no abunda, como
en Cuba, o en aquellos donde la concentración de los medios de comunicación
pone la diversidad de opiniones en segundo plano, como en Argentina, los blogs
son un soplo de aire fresco para el sistema e invitan a mirar los temas desde
ópticas diferentes.
La crisis que viene generando el gobierno k tras empujar la
sanción de una ley que embreta a los medios de comunicación para que no
digan lo que disgusta a las autoridades, ha puesto en emergencia la frágil
estructura de información existente en el país y a sus tímidos mandamases que
resultaron leones herbívoros frente al canibalismo oficial. Los poderosos
multimedios no lucen tan poderosos y parecen atinar a poco.Las críticas a lo
que veían mal se moderaron y espaciaron, y las columnas que incorporan
sobrevuelan la coyuntura pero evitan el enfoque de nuestro verdadero problema:
la raíz autoritaria del gobierno que va contagiándose a la sociedad.
La invitación a pensar, entonces, escasea desde las
publicaciones en "letra de molde" como le gusta decir a la presidente
Kirchner pero abundan, por suerte, en el ciberespacio. Desde esa butaca
virtual, entablamos un debate imaginario con Carlos Pagni respecto de su nota
sobre la salud de Cristina Kirchner que reproduce el diario La Nación en su
edición del lunes 9 de enero. (http://www.lanacion.com.ar/1439001-hubo-una-mala-praxis-del-gobierno)
Más allá del error o no del diagnóstico sobre su enfermedad,
(si ese fuera el caso, al fin y al cabo, errar es humano) me genera alguna
incomodidad el planteo que hace el columnista dando por cierto que la salud de
un presidente es cosa de interés público y que, como tal, tiene la obligación
de cuidarla y de la mejor manera. Acto seguido, relaciona los fallidos en el
diagnóstico presidencial con el profesional que se encuentra a cargo de la
salud de la primera mandataria preguntándose si serán las manos adecuadas en
las cuales depositar dicho bien público.
Del comentario se desprende, entonces, que el mandato popular vendría a
limitar el libre albedrío de los presidentes que no gozarían del derecho, como
cualquier otro individuo, de elegir cómo y con quién atenderse.
Pagni plantea que el médico de cabecera de la presidente es
el mismo de su marido, de cuyos problemas coronarios todos supimos; sería
opinable achacar el desenlace a la destreza profesional de su médico pero, aún
así ¿es exigible que Cristina Kirchner, la persona, abandone a su médico
de confianza porque su salud es "de interés público"? ¿No tiene un presidente la libertad de elegir su médico como
lo hace todo ciudadano? Además, en ese caso se abriría un capítulo incierto: ¿Quién
debería determinar cómo se nombra a la o las personas para esa tarea y quién determinaría la expertiz aceptable?
Desde un punto de vista estrictamente filosófico, un liberal
dirá que la salud de un mandatario no difiere en importancia de la salud del
resto de los habitantes de un país y que todos, uno y los otros, gozan del
mismo derecho de decidir sobre sí mismos y eso, incluye la selección de los
profesionales de la medicina que cuidan de sus personas. Distinto es reclamarle
por el nombramiento de autoridades; sí es una cuestión de estado (aunque,
paradójicamente, no se lo suele considerar de ese modo) la idoneidad de quienes
ocupan los ministerios y demás espacios de decisión porque desde esos lugares
influyen en la vida cotidiana de los habitantes, en sus bienes y sus destinos.
Pero la salud presidencial no es una cuestión de estado.
Sostenerlo recorta de manera arbitraria la libertad del funcionario y sigue
alimentando en una población suficientemente catequizada en socialismo, la
peligrosa noción de la existencia de un status superior al individuo que tiene
derecho, facultad y potestad para decidir por él.
Cuando se habla de unidad medica presidencial nos estaremos refiriendo a un médico personal o a un funcionario publico?
ResponderBorrarHola María,
ResponderBorrarConcuerdo con tu nota.
Me parece que le das demasiada importancia a Carlos Pagni. Yo creo que es uno de los tantos "periodistas" que caen en los mismos lugares comunes de los que no tiene una formación sólida o principios claros.
Yo hace tiempo que no leo La Nación y de La Prensa me parece que lo mejor son los crucigramas de la edición del Sábado.
¡Saludos!
Carlos Stella.
Acuerdo María con tu nota.
ResponderBorrarDestaco dos cosas:
El enfoque que rescatás ( y digo rescatar porque muchos se olvidaron de dónde y cómo surgieron los blogs) del "valor" de los distintos blogs.
Por otro lado tus consideraciones sobre medios y periodistas es válido y en realidad no me gusta que se cuestione en lo que cada uno tiene que dar importancia o restársela.
Pasado en limpio:
Tu visión aporta y si tenemos otra visión ( que no es mi caso ) nos das otro panorama.......cierta forma de crecer ¿no?
Gracias
Patricia