Recomendado

Recomendado
2da Edición

Encargue acá su Libro

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

viernes, 23 de diciembre de 2011

Pobre Santa!



Esto sí que se pone complejo. Y oscuro. Prácticamente ya no quedan caretas puestas. Se han caído todas.  Cristina Kirchner picó en punta cuando, entre los festejos por su triunfo en las elecciones de octubre de 2011, nos revoleó la quita de los subsidios con los que consiguió su reelección. La lista de pendientes que acumulaba en su Vuitton obtuvo trámite rápido y las medidas salieron una tras otra como trompada.

Su careta y la de su flamante vicepresidente que, con sonrisa indeleble dejó el camino arado al sucesor, se apilan con las de los empresarios que, uno a uno, formaron fila para succionarles las medias y apretarles la mano, en ese orden.

Del Congreso cuesta hablar. El mero hecho de describir la conducta o inconducta de los esbirros rentados que mantenemos allí adentro por centenas carcome la dignidad. Es un espectáculo vergonzoso, una galería y rejunte de farsantes, oportunistas, arrastrados e ignorantes salvo honrosas excepciones que, por aisladas, no modifican la estadística sino que confirman la regla. El Congreso Nacional es un espejo que nos devuelve el exacto contorno de nuestra sociedad. Que nadie se haga el distraído y balbucee con cara de sorprendido: “¿Yo, señor?”. Pues Sí, señor: ese amontonamiento de diputados, senadores, asesores, secretarias, beneficiados y ñoquis que aceptan conformar una suerte de asociación ilícita para despilfarrar anualmente casi tres millones de pesos por legislador, no son más que una muestra en escala de aquello en lo que nos hemos convertido. Ellos, elegidos por nosotros, no son peores que nosotros en conjunto. Parvas de caretas legislativas se hicieron trizas contra la realidad en los últimos años y eso los ha dejado expuestos con su hipocresía y sus miserias a la intemperie. La de Carlos Menem al caer fue una de las más ruidosas. Durante su primer mandato, el “Turco querido” de muchos antiperonistas se encargó, entre otras cosas, de convertir los medios de comunicación en un bruto oligopolio privado repulsivo para cualquier individuo que respete la libertad. Pero con su voto a favor del reciente proyecto oficial de controlar el insumo básico de los medios escritos, perdió algo más que la careta.
Justo es reconocer que el “rush” legislativo del último día no es invento K; lo practicaron todos las cámaras adictas porque no son adictas a una administración sino a sus privilegios de casta, de modo que votar lo que le viene bien al gobierno de turno es afianzar el sistema en el que todos ellos se benefician. Hoy es otra vez la emergencia económica, paradójica necesidad para el país de ensueño que describe la presidente, pero de esa delegación gozaron casi todos los anteriores, cada uno con su excusa.

La maratón de las leyes, una de las pocas tradiciones que conserva la Argentina, se corre los últimos días de diciembre y la canasta navideña de este año viene completita: una ley de tierras antidiluviana, delegación inconstitucional de funciones al Ejecutivo, zarpazo a la caja de peones rurales, nacionalización/expropiación del insumo papel para diarios, un “pito catalán” masivo a la Constitución Nacional y a los tratados internacionales a los que adherimos y alguna que otra nadería. 

Es lógico que mientras esas cosas pasaban la gente estuviera por millones viendo llorar a los empleados de Tinelli. Aquella manga de crápulas que durante el año se rascaron a cuatro manos y prácticamente no sesionaron, son los mismos que votaron una ley de primarias que sella este círculo vicioso y viciado. Esa norma le pone un candado a la política y asegura que ningún independiente sueñe siquiera con llegar a ocupar espacios desde los cuales sea posible cambiar el sistema. Bravo por ellos, porque entre todos y haciendo la parodia de que se pelean, si con la lista sábana nos tenían empaquetados, ahora con la ley de primarias nos pusieron el moño. Ya tenemos garantizada la reelección indefinida de los mismos de siempre y/o sus secuaces.
También tenemos garantizada la monocromía de ideas. No se entiende la devoción del gobierno por controlarlo todo pues estos años quedó demostrado que ni la oposición se juega por sus convicciones, si las tuviere, ni el público se lo reclama. No logro decidir quién fue más apático de los dos.

Lo cierto es que, ante la eventualidad de que alguien se despertase y pusiera reparos al autoritarismo reinante, se sancionaron leyes de enorme riesgo institucional que garantizan problemas a quien se atreva a expresar disidencias. No es que los argentinos tuviéramos en la prensa nacional un semillero de cuestionadores implacables pero ahora no va a haberlos por imperio de la ley. Acallar el pensamiento crítico es un mandato genético de todas las dictaduras y ésta no quiso escapar a la tradición.

Cuando Perón atropelló a “La Prensa” la batalla fue campal. En el país, medio siglo después de consumir peronismo, todo es más berreta, más tibio y más parcial. Por eso hoy, el kirchnerismo y sus aliados (recordemos siempre que no lo hicieron solos) tienen enfrente sólo un puñado de camaleones.

Cada vez que el titular lo requería, el "gran diario argentino" no hesitó en tergiversar, omitir y reinterpretar la historia. Debe ser por eso que ahora, que la arbitrariedad les toca de cerca, hay tantos espectadores satisfechos con el mal momento que atraviesan.

No es q esté bien que los persigan pero es humano no lamentar los conflictos de quienes no pocas veces se apartaron de su misión primaria. Fueron muchos los q padecieron arbitrariedades varias y que no lograron conmover a Clarín ni a La Nación. Fueron muchos los silencios y las posturas capciosas. En lo personal, qué suerte haber sido coherente! Qué suerte haber seguido la tradición familiar y tener un pasado periodístico orgullosamente ligado a “La Prensa”, el referente indiscutido de la defensa de la libertad. Qué suerte no haber sucumbido a la tentación en la que cayeron Clarín y La Nación de pactar con el poder de turno para obtener privilegios. Qué suerte no haber pertenecido a medios involucrados con pactos espurios, sea por insumos como el papel para diario o de dinero en efectivo por publicidad oficial. Qué suerte!

Es probable que el vendaval autoritario se lleve puestos a antiguos socios. La tradición política está plagada de esos ejemplos. "Donde la justicia no existe, es peligroso tener razón ya que los imbéciles son mayoría" dijo Quevedo y huelgan agregados.

¿Quién podrá defenderlos ahora que nos hemos transformado en una sociedad  en la que no importa tener razón sino tener amigos con poder y donde el poder vigente es esencialmente maniqueo y crematísticamente corrupto?

La justicia es un capitulito aparte. ¡Qué poco duró la alegría de los cambios que creímos haber introducido en los ámbitos de control! Alejandro Fargosi hizo campaña denunciando los atropellos K al deber ser y en la primera oportunidad, votó con ellos  para ampliar la planta permanente de jueces adictos. Eso sí, contó con el inestimable apoyo de Federico Pinedo que, como su antiguo compañero de colegio, sabía bien a quién estaba defendiendo.

Tras este somero raconto se hace difícil desearles una Navidad feliz y casi peor, un 2012 con expectativas. No me salió un saludo navideño clásico pero, qué quiere que le diga, para lavarle el cerebro, están las autoridades. 

viernes, 16 de diciembre de 2011

Dada la vigencia del análisis que hice hace 9 meses, reproduzco la nota en la que vislumbraba el enfrentamineto que hoy es ostensible

marzo 18, 2011


Hay que "bancar" a Moyano


Antes de borrarme de su pantalla termine de leer esta nota. Y reflexionemos juntos.

Los argentinos, siempre tan afectos al espejo retrovisor, quieren encontrar en el presente enfrentamiento entre popes del actual gobierno, semejanzas con lo sucedido a comienzos de los ´70. Puede haberlas aunque lo más significativo de todo es que los peronistas en particular y los argentinos en general, no hayamos aprendido nada de tan lamentable porción de nuestra historia reciente.
Cuando el general Perón quiso disciplinar a los terroristas que cálidamente había prohijado en el seno de su movimiento y ellos se rehusaron por considerar, legítimamente, que habían colaborado de manera decidida y explícita con su vuelta al país, la pelea de fondo fue el poder. Tal vez acá haya una semejanza. Hoy también dos ramas del mismo árbol tironean por lo mismo. Vuelve a haber dos bandos peleándose por el poder absoluto.
Sin embargo, lo que sigue es la gran diferencia que anuncia, por ahora, final abierto para la disputa. En una esquina, el sindicalismo, que fue siempre “la columna vertebral” del movimiento; en el otro, la izquierda radicalizada, que supo crecer y reproducirse compartiendo techo con los gremialistas aunque sin guardarse la más mínima simpatía mutua.
En el ‘73 los terroristas se plantaron exigiendo más espacio y el reconocimiento público de su existencia, mientras que el sindicalismo estaba “adentro”, era parte de la administración del estado y su legitimidad no era puesta en duda. Hoy, los tantos están al revés: los terroristas de entonces más sus simpatizantes son el gobierno y desde ese lugar de privilegio intentan “marcarle la cancha” al “movimiento obrero”. ¿Podrán? ¿Se dejarán los involucrados?
La disolución, aplastamiento y desguace de las fuerzas armadas y de seguridad contó con la anuencia de sus miembros. La pregunta es si el sindicalismo permitirá que sus huestes corran la misma suerte que los uniformados en manos de quienes tienen en mente para ellos igual destino.
Otra diferencia salta a la vista: se dieron vuelta los tantos; los que antes pugnaban por entrar ahora son el gobierno y los que estaban adentro, quieren ser echados a empujones después de la innumerable cantidad de servicios que prestaron a la corona.
Entre los contendientes que velan sus armas, estamos el resto de los habitantes que inexorablemente padeceremos las consecuencias del enfrentamiento. Es muy probable que la mayoría rechace a ambos porque unos importaron una violencia inaudita e innecesaria y porque los otros han tejido un adiposo poder arbitrario y antipático para beneficio de unos pocos. Pero la vida nos pone frente a ciertas alternativas y la libertad no está en elegirlas sino elegir entre ellas.
Es de esperar que el público espectador no consuma el magnífico envoltorio que trae este conflicto. Ya se ha escuchado decir a furiosos anti-kirchneristas “En ésta estoy con Cristina” como si la pelea de fondo fuera ella contra Moyano. No señores; la pelea de fondo es el terrorismo contra el sindicalismo. Y porque son dos opciones espantosas es que se hace tan difícil decidirse por una. Tal vez sirva recordar la historia e imaginar la terrible disyuntiva que enfrentaron los aliados cuando el enemigo era Hitler y el mal menor, Rusia. La historia y la vida están llenas de ejemplos en los que no hay una solución perfecta y se necesita optar por el mal menor.
Hoy, la alternativa “ninguno de los dos” no está. Hay que elegir entre unos o los otros y para eso es preciso ser memoriosos y recordar la conducta de unos y de los otros. Y optar por el mal menor. Al menos eso sería una forma estratégica de decidir, en lo que cada uno le toca, el rumbo futuro. De otro modo es como votar en blanco. Habría que pensar en los males y los daños que ambos aportaron.
El sindicalismo ha sido, por esencia, corporativo; negocian hasta la extorsión mientras usan a sus representados para “apretar” al gobierno de turno. Hacen negocios, limpios y de los otros tantos como el poder político y el empresariado les permita. Esencialmente, corromper es el mayor aporte que han hecho en su larga existencia. Corrompen todo lo que pueden. Como Perón, nunca demostraron rechazo visceral por las instituciones ni detestaron a fuerzas armadas; las pisotearon cuando se cruzaban con sus negocios pero no por mandato filosófico. Su ideología, como la de Perón, es el dinero.
El terrorismo nacional se crió a la sombra del modelo cubano; admira los autoritarismos de izquierda y “banca” a los dictadores que lo defienden. No les tembló el pulso en empuñar armas para imponerse y, tratándose hoy de los mismos personajes que en los ´70, es muy posible que aún siga sin temblarles el pulso a la hora de armarse contra otros argentinos. Como su admirado “Che” Guevara, mataron para imponerse y, tratándose hoy de los mismos personajes que en los ´70, es muy posible que aún piensen en matar para imponerse. Sintieron rechazo por la organización social vigente en el país desde 1853 al punto de intentar, a los tiros, modificarla y, tratándose hoy de los mismos personajes que en los ´70, es muy posible que aún sigan abrigando idéntica esperanza. Odiaron, persiguieron y asesinaron y, tratándose hoy de los mismos personajes que en los ´70, es muy posible que aún sean capaces de la misma conducta. Detestan la libertad, el pensamiento independiente y el disenso. Su ideología es marxista.
Llegado este punto, mi historia personal y mi militancia antiperonista me avalan para decir, sin temor a los rótulos que suele encajar el público con cierto apuro, que me quedo con Moyano.