Recomendado

Recomendado
2da Edición

Encargue acá su Libro

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

domingo, 23 de octubre de 2011

La elección anunciada



Un liderazgo ejercido bajo el signo de la arbitrariedad acaba de caer de manera sangrienta frente a los ojos del mundo. Era un final previsible para un sistema que había alimentado el enfrentamiento interno y externo o sea el conflicto permanente, la pobreza, el rencor y la ignorancia durante cuatro décadas. Las imágenes que llegan de Libia no difieren mucho de las que, en esencia, nos devolvió la caída de Hussein hace unos años o la de Mussolini hace unos cuantos más. Se cosecha lo que se siembra dice la Biblia y parece ser que a los vientos les siguen, inevitablemente, las tempestades.

Que la violencia engendra violencia no es una novedad de la historia política. Lo que resulta una verdad menos anunciada es la repetición voluntaria de fallidos. Por eso, probablemente, sea más penoso para quienes están conscientes de que en la Argentina el peronismo engendró la violencia salvaje del siglo XX vuelva, y muy acompañado, por más con absoluta impunidad.

Algún día el caso argentino será motivo de estudio en las escuelas de política. Porque hay varios ejemplos de dictadores que se instalaron con piel de cordero y luego mostraron quiénes eran realmente. Pero la Argentina del siglo XXI elige la dictadura y como tal, como un capítulo de suicidio colectivo, merece una investigación aparte.

El general Perón fue un emergente de su época, confeso admirador del Duce (“Yo a Mussolini le copiaría todo menos los errores” supo decir con ese desparpajo sádico que lo acompañó hasta la tumba). Los sindicatos emergían en el espectro político a los codazos cambiando todo y acá, entre los conservadores que nunca vieron nada y los radicales que siempre vieron mal, Perón encontró una avenida por la cual avanzar sin dificultad hasta apoderarse de todo, empezando por el poder.

Es cierto que la Argentina ilustrada comenzó a esfumarse a la par de la aparición del peronismo advenedizo y la admiración que causábamos iba perdiendo sentido.

Hoy, sin embargo, hemos recuperado la admiración mundial. Nadie se explica cómo un país que fue una potencia económica y cultural anda por el mundo incumpliendo palabra y compromisos, es sancionada por sus vinculaciones con delitos transnacionales aberrantes, ampara terroristas locales y extranjeros y a algunos los hace funcionarios y hasta jueces. El mundo se admira ante una dirigencia corrupta y poco preparada que nunca está a la altura de los ámbitos que gusta frecuentar, pero también se admira del pueblo que los vota y los vuelve a votar.

Porque ese pueblo ya no puede aducir ignorancia, o sí, pero no del tipo político. El pueblo argentino sabe perfectamente que está votando corruptos y ladrones, terroristas, inescrupulosos y bandidos; y los vota, a conciencia. La ignorancia del pueblo argentino pasa por otro lado. Esa población que vota en masa al peronismo, en cualquiera de sus ofertas, ignora el valor de los valores, de la honestidad, de los principios y de la ley y vota con el bolsillo. Vota con el bolsillo que, con plata ajena, le llena Cristina Kirchner. Pero también vota con el corazón. El pueblo argentino vota con el corazón lleno de los resentimientos que alimentó el peronismo desde los tiempos de Evita y sus descamisados.        

Una mezcla explosiva de dinero fácil y rencores difíciles ha sembrado en la gente el movimiento político más nefasto que ha visto la nación.


Hoy, cuando la elección de autoridades sella un acuerdo tácito de consentimiento mutuo de delito y vagancia entre electores y elegidos, es muy difícil encontrar motivos para festejar. 

lunes, 10 de octubre de 2011

El Peronismo que viene



Entre los que no ven y los que no quieren ver hemos conformado una sociedad negadora y estúpida que reparte su tiempo entre la indiferencia y el shopping.

Agudos analistas políticos que desde hace años vienen anunciando en libros de llamativos títulos  la muerte del kirchnerismo no son menos patéticos que quienes se alquilan al peronismo de turno para vivir del asistencialismo oficial. En verdad, ambos mienten. Banal el público que escucha con atención a esos oráculos móviles que se han cansado de errar el diagnóstico pero que capitalizan el encono de ciertos sectores con el peronismo actual, al que le venden ejemplares confirmando pronósticos falsos pero acondicionados al gusto del consumidor; opinólogos de redes sociales que afirman desde el 2007 que “Kirchner ya perdió”, para encantamiento de mucho pavote que quiso creerlo a pesar de la realidad misma.

Si algo bueno hizo el kirchnerismo en esta vida fue desnudar la genética peronista porque a través de ella demostró científicamente que no importa si la perversidad destructiva es propia o no de las personas sino el sistema de organización social que apliquemos, que la alienta o controla. Los Kirchner le cerraron la boca a los defensores del menemismo y al largo listado de peronistas vergonzantes que durante años han querido encontrar cualidades en las políticas implementadas durante los ´90, quizá para justificar la colaboración con las salvajadas que asestó Carlos Menem a las instituciones. La bonanza económica del uno a uno que, en el siglo XX le hizo de paraguas a la fiesta menemista, es un espejo en el que en el presente siglo se pueden mirar con idéntica sonrisa los consumidores beneficiados por la madre soja.

¿Pueden acaso indignarse hoy con el oficialista Carlos Menem los que acompañaron con su acción o su silencio el desmantelamiento de las fuerzas armadas argentinas que él llevó adelante a cambio de ser recibido con honores en Francia y Suecia? ¿Es para indignarse el manejo de las causas judiciales que hacen en la actualidad los jueces que Menem nombró y protegió? ¿Sorprenden las medidas que adoptan conspicuos terroristas de los ´70, hoy en su carácter de  funcionarios públicos a cargo de medios de comunicación, defensorías del pueblo o procuraciones? ¿No fue el general Balza, hoy representante diplomático del gobierno argentino, un preferido de la banda menemista? ¿No estamos hablando de herencias del peronismo menemista que el peronismo kirchnerista cobijó en su administración sin un gramo de rencor, culpa o prurito?



La disolución social que provocó la influencia del peronismo no se detiene; en todo caso, verlos a todos ellos juntos y revueltos no es más que el cosmos en orden. Lo alarmante es el “despiplume” que imprimieron en el resto de las fuerzas políticas. Alfonsín padre pactando con Menem; Alfonsín hijo cambiando figuritas con el kirchnerismo primero y con De Narváez después; los liberales enamorados de los Rodríguez Saa, caudillos provincianos que hacen del estatismo peronista su mayor virtud; las distintas variedades de socialismos saltando cual bailarina de una a otra alianza circunstancial para ganar tiempo y juntando con el mediomundo desde K decepcionados a radicales radicalizados; el socialismo de Binner es una suerte de compota: un postre que le sienta bien a cualquiera.

Pero no están solos en esto de sorprender y dar lástima. El ultra conservador Partido Demócrata prestando la cara para la foto con el que sea en orden a arañar alguna silla de la burocracia nacional, provincial o municipal para uno o más dinosaurios. Hubiese sido más digno para su historia que el proceso inexorable en el que están hubiese desembocado en la extinción definitiva que esta prostitución de sus principios porque aunque no sabemos cuánto van a recibir por apoyar al peronismo pero lo que sea, es demasiado poco.

El peronismo traga o destruye. Con Carrió no pudo y, como reza una de las leyes de Murphy, los K dijeron: “Si no puedes contra ellos, confúndelos”. Y es lo que hicieron; armaron una feroz campaña de descalificación contra Elisa Carrió que pegó y muy bien en una población absolutamente permeable y predispuesta a criticar sobre todo, lo que no es capaz de emprender. “Carrió no tiene los patitos alineados” fue lo más elegante que disparó el gobierno nacional contra la única fuerza que, con errores y excesos, representó, dentro del sistema político, la opción menos “sistema”.

Ahora el peronismo con Cristina Kirchner a la cabeza se encamina a la monocromía política donde se sienten, como su mentor, cual pato en el agua. Las instituciones son un vago recuerdo; la independencia de los poderes, otro. La igualdad ante la ley, impracticable porque no hay ley ante la cual ser iguales. El periodismo, por lo general el último reducto de resistencia que conservan las sociedades, cartelizado en tiempos de Carlos Menem, a fuerza de dinero había que esperar que  el paso del tiempo, hiciera el resto. La espera ya está dando los frutos.

Hasta ahora, nada indica que una fuerza revolucionaria emerga de las entrañas con fuerza y con intención de modificar el rumbo. Mientras tanto y no sabemos por cuánto tiempo, hay que celebrar que, para quienes lo que ofrece esta Argentina repugna, siga habiendo dos salidas: Ezeiza y Puerto Nuevo sin contar, claro, esos aeroclubs en los que suelen encontrarse los mismos de siempre.