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domingo, 4 de septiembre de 2011

Los embates a la prensa


La conferencia de prensa que ofreció el ministro Florencio Randazzo para informar los resultados de la interna abierta del domingo 14 de agosto que derivó en una catarata de acusaciones a algunos medios de comunicación y a periodistas con nombre y apellido es lo que el oficialismo entiende por “profundizar el modelo”.

Si algo hay para reconocer a las actuales autoridades es que nunca ocultaron sus intenciones. La presidente Kirchner no se cansó de repetir en cada aparición pública que busca su reelección para continuar con las formas y el fondo de administración que inaugurara su marido, allá por 2003. Conocer el rumbo que llevamos debe ser la explicación de por qué el agresivo intercambio no alteró la parsimonia suicida de nuestra sociedad.

En otras latitudes, los ministros no utilizan el estrado para señalar con el dedo a un periodista cuyas notas disgustan achacándole espurias intenciones anti-republicanas pero de atreverse, se harían acreedores a la repulsa general. En la Argentina estos nuevos pero reiterados ataques a la prensa independiente son tolerados con indiferencia y pasan sin costo alguno para los funcionarios. Ese tratamiento por parte del público alienta los excesos del poder y más aún contando con un “modelo” fortalecido después del rotundo apoyo recibido por Cristina Kirchner y sus socios en las urnas.

A diferencia de lo que puede deducirse de los dichos oficiales, el “modelo” no es solamente Guillermo Moreno y la asfixia a las exportaciones y a las importaciones; los precios manipulados; los servicios públicos subsidiados; las retenciones y los impuestos abusivos sobre cualquier actividad rentable. El “modelo” es una forma de vida, un estilo de conducta.

El “modelo” es también el embate contra la prensa libre, es la impunidad de los amigos del poder, es el desmesurado enriquecimiento de los funcionarios, es la dependencia de la justicia y el desprecio por la verdad, por la ley y las instituciones; es el clientelismo, la dádiva y el subsidio; el “modelo” es la manipulación del Congreso y del quórum, el sistema a las órdenes del poder y no al revés; en definitiva, el “modelo” es el autoritarismo.

Pero cuando más de la mitad de los argentinos refrenda el autoritarismo como estilo de vida es útil virar el foco de análisis, dejar por un momento la interpelación crítica del poder político que suele hacerse y concentrarse en la sociedad.

¿Acaso la libertad es un valor divisible? ¿Puede apreciar la libertad de opinión una comunidad que desconoce la importancia de la propiedad privada? ¿Es capaz de reconocer el derecho de informarse e informar una sociedad acostumbrada a la dádiva?

La respuesta a esos los planteos es no. La sociedad argentina tendrá que recuperar el apego a la ley para volver a defender los principios constitucionales de los que se apartó hace décadas. Mientras eso no suceda, el poder político destratará al ciudadano desde el púlpito o desde los despachos oficiales cercenando sus libertades y horadando su dignidad en el intercambio de favores por votos.