
Un reciente debate que reunió en Madrid representantes de varios países latinoamericanos, tuvo como eje la dificultad que padece la región para conformar partidos de derecha. Varias fueron las explicaciones sugeridas y, muy probablemente, todas respondan a la particular mirada sobre el contexto local de cada uno de los participantes.
El repaso de las circunstancias políticas del mundo describe una sostenida pérdida de entidad de los nacionalismos con el consiguiente desdibujamiento de las fronteras a manos de un comercio internacional cada día más fluido y el boom de las comunicaciones inspirado en los enormes y constantes avances tecnológicos.
Sin embargo, Latinoamérica se resiste a abandonar el aislamiento provinciano; aún consume la receta de dividir el planeta entre amigos y enemigos y a la vez intenta mantener con vida banderas locales que cayeron en desuso hace décadas tras el innegable achicamiento del mundo a instancias de un proceso de globalización inexorable. Derrumbados el Muro y el eje comunista ruso, con el mito del incalculable poder chino puesto en el contexto de sus verdaderas limitaciones y reafirmado el liderazgo norteamericano, en el siglo XXI ya sin competencia, la América hispana sigue remando a contra pelo negando las ventajas sociales del liberalismo y exaltando falsos mitos sobre las bondades del colectivismo mientras la población empobrece sin pausa y se aleja de los estándares internacionales de capacitación y calidad de vida.
Hay países cuyas dirigencias son más recalcitrantes que otras en materia de socialismo -Argentina, Venezuela, Ecuador y Bolivia, por nombrar algunos- pero aún en los demás convive una más o menos explícita timidez a levantar la voz de manera decidida en favor de las políticas que hicieron ricas y desarrolladas otras sociedades.
¿Falta de convicción o de agallas? Probablemente un poco de ambas y con esa ambivalencia colaboran con el avance de los dictadores de la región.
América Latina viene rezagada hace más de una década por el peso de la influencia chavista que encontró en Néstor Kirchner el mejor de los aliados. Ambos países aplican recetas domésticas idénticas, el mismo autoritarismo, la misma arbitrariedad, igual desprecio por la ley y la propiedad enmarcadas en una corrupción galopante y un aislamiento consciente y beligerante hacia el resto del mundo.
En este contexto y sin disimulo, ambos dictadores, una vez profundizados sus métodos en el ámbito local fueron a la conquista de la región. Inexplicablemente, el resto de los mandatarios prestaron su consentimiento votando al ex presidente argentino el representante de todos en la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR)
Néstor Kirchner, quien llegó a la primera magistratura sin haber salido jamás de su país, siguió demostrando un completo desinterés por la diplomacia y el diálogo, herramienta sustancial del entendimiento entre personas y países. La reina de Holanda no es la única figura que ha padecido sus desplantes; se negó sistemáticamente a pagar las deudas contraídas por la Argentina y rechazó la extradición de un etarra solicitada por el gobierno español, entre algunas de sus maneras. En lo que hace estrictamente a sus vecinos, mantuvo abierto durante años con el Uruguay un conflicto innecesario que violaba, además de la ley, las más elementales formas de la convivencia internacional al tiempo que incumplió con los contratos firmados con Chile por la provisión de gas natural.
Con esos antecedentes, suena por lo menos increíble que los presidentes hayan facilitado el desembarco de Kirchner al frente de UNASUR en lugar de oponerse a una elección claramente desafortunada para los intereses del conjunto. Tal vez encuentren en esas conductas timoratas las respuestas que buscaban los intelectuales reunidos en Madrid. Tal vez esa tibieza de los dirigentes latinoamericanos explique la imposibilidad de una construcción partidaria sana donde la derecha sea una opción como en el resto del mundo. En el caso UNASUR no cabe la cita de Burke: “Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada”. Esta vez los buenos hicieron; pero a favor de los malos.
Lo que pasa Maria es que a presidentes mas lucidos como Lula lo tiene sin importancia UNASUR, no le interesa el lugar que pueda tener Kirchner o Chavez, sabe que rol tiene su pais a nivel en los mercados internacionales y los deja a estos dictadores bananeros que se entretengan con espejitos de colores, claro las consecuencias las sufrimos los habitantes que tenemos la desgracia de vivir en esos paises.
ResponderBorrarsaludos.