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viernes, 17 de septiembre de 2010

Quieren quedarse


Cada vez se hace más clara la intención de Néstor Kirchner de perpetuarse en el poder y más preocupante la escasez de dirigencia capaz de adelantarse a tamañas intenciones. En la oposición lo único que abunda es la pobreza de análisis, la humildad de propuestas y el apego a la improvisación. La falta de destreza y profundidad en el diagnóstico de lo que nos pasa para enfrentar los desafíos que se imponen a diario, está conduciendo a toda la sociedad a padecer una inerme intemperie.

Una escueta revisión de algunos de los excesos oficiales debería alertarlos. El gobierno se apoderó de los ahorros de los jubilados mientras dispone de las reservas nacionales como si le pertenecieran; está aliado con el sindicalismo en perjuicio de la propiedad privada; defiende y alienta los cortes de calles y rutas, la toma de colegios y la ocupación de fábricas. Altera las mediciones con las que se construyen los principales índices de la economía. Traba y complica el normal desenvolvimiento del Congreso para posponer los cambios y horadar la confianza pública en sus representantes. Violenta a los jueces que se atreven a fallar con independencia de las preferencias del poder político. Apaña las más variadas inconductas de sus funcionarios. Persigue, hostiga y calumnia periodistas y medios de comunicación con la obvia intención de apoderarse del control societario de las empresas informativas para acallar el disenso. Entre otras pequeñeces.

El kirchnerismo, como nadie desde el peronismo de Perón, está enfrentando a la sociedad. Un nivel de intolerancia inaudito se ha instalado entre los argentinos a partir de la prédica disolvente del matrimonio que todo lo resuelve con antinomias. Ambos por igual no hacen más que azuzar viejos rencores y promover acciones detestables entre sus colaboradores, los peores de los que se han podido rodear. Del peronismo terrorista de los ´70 no incorporaron los que se arrepintieron o los que, como ellos, nunca estuvieron en la línea de combate. No. Se llevaron a los más resentidos, tal vez por saberse lo suficientemente cobardes en su momento como para no exponerse y seguir con vida porque todos sabemos que los de verdad murieron en combate. Los guerrilleros de ayer que hoy pululan o colaboraron con las fuerzas armadas entregando a sus pares o nunca pelearon. Pues esos, disgustados consigo mismos hoy ocupan cargos de envergadura y aprovechan el poder del poder para vengarse como nenas de aquellos que ayer temían. Patético.

Entonces, que vayan ahora por la Iglesia de forma solapada primero, alentando la legalización de aborto, y frontalmente luego tal como lo hizo el tirano prófugo; que violenten la representación popular intentando neutralizar la labor de las cámaras legislativas con chicanas mezquinas o aún por métodos menos sutiles; que ignoren los fallos judiciales y atropellen la división de poderes y hasta que se apoderen, total no sería la primera vez que robaran, de los medios de comunicación díscolos que se resistan a confirmar que vivimos en Suiza no son meras posibilidades a contemplar entre varias sino prácticamente, la única que cuenta. Lo hizo el peronismo cuando, como pasa hoy, se hacía imposible seguir maquillando la realidad porque son indecentes y genéticamente mendaces. Convocan desde el himno partidario a “combatir el capital” pero en realidad el único capital que detestan es el ajeno. Al peronismo se lo obedece por las buenas o por las malas y todo indica que el tiempo de las vacas gordas ya pasó. Sólo queda esperar los peores días del régimen. Es una película que, no por vista, luce menos sombría.

Señores dirigentes, están advertidos.

viernes, 10 de septiembre de 2010

sábado, 4 de septiembre de 2010

Kirchner tensa la cuerda


Después de setenta años protagonizando la política argentina, pocos son los defectos que el peronismo puede disimular. En aras de su propia subsistencia ha ideado una curiosidad única en el mundo: la oposición interna, a partir de la cual un grupo de peronistas critica ácidamente lo que hace otro grupo de peronistas con tal virulencia que un desprevenido podría pensar que pertenecen a partidos políticos diferentes. No resulta casual que los criticados son siempre los peronistas gobernando pues durante la gestión, esto es con las manos en la masa, el ADN peronista alcanza su esplendor autoritario y discrecional. En ese original encuadre, ellos vienen a ser los peronistas “malos”; los otros, los peronistas “buenos” despotrican desde el banco, mientras se toman un respiro de la última gestión de la que participaron y esperan la siguiente. Y así se van alternando.

Si los Kirchner se venían pareciendo al peronismo más recalcitrante del que se tenga memoria, las últimas semanas lo han coronado con el manotazo oficial sobre dos empresas de servicios, ambas del ámbito de la información. Dejar a una compañía con más de un millón de usuarios sin la licencia para proveer servicios de internet con la burda excusa de estar incurriendo en alguna infracción administrativa menor y atropellar a una importante empresa proveedora de papel para diarios con falsas denuncias de ilegalidad accionaria después de casi cuarenta años de existencia, son torpes acciones que desnudan la clara intención de los gobiernos peronistas de acallar el disenso, monopolizar la distribución de noticias y digitar desde el poder el acceso de los habitantes a la información.

Para ello, el matrimonio Kirchner ha destapado la misma olla que mantuvo cerrada desde su acceso al poder. Usaron la bandera de los derechos humanos para perseguir militares y promover ex terroristas a puestos claves mientras repartían interesantes sumas en indemnizaciones y subsidios entre organizaciones y abogados dedicados al lucrativo negocio de la victimización y la industria del juicio al estado nacional.

A la proliferación de indigentes con la mano extendida esperando la dádiva oficial a cambio de aplausos en los actos presidenciales se suma ahora la aparición de ex terroristas contando una versión falaz de lo ocurrido.

Los ´70 fueron una época dramática de la Argentina que no habilita a quienes optaron por irse del país a sentirse más castigados que quienes nos quedamos padeciendo el clima de violencia salvaje que impuso a la sociedad el terrorismo transnacional. Rehenes de una locura importada del “paraíso” cubano, los desprevenidos habitantes nos vimos obligados a trabajar, estudiar y deambular entre bombas y secuestros, aprendiendo sobre la marcha cómo conservar la vida en medio de una guerra que no habíamos declarado y que no queríamos.

Si existe en el universo algo peor que la guerra probablemente sean sus secuelas. El hombre contra el hombre expuesto a los instintos que la civilización ha intentado moderar por siglos más el horror de la muerte son dramas suficientes. Sólo un monstruo puede buscar rédito en el dolor ajeno. La manipulación de aquellos episodios, tarde o temprano, va a obtener el debido rechazo de toda la sociedad y recién ese día los argentinos encontraremos la paz que nos robó el terrorismo primero y la política sin escrúpulos luego. No falta tanto.