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martes, 15 de diciembre de 2009

Quién... ¿yo?


Advierto sobre mi sana intención de no caer en las visiones conspirativas que tanto seducen al gran-pequeño pueblo argentino pero reflexiono: si las interferencias sonoras que sufrió el helicóptero presidencial de las que se habló ayer hasta las arcadas fueran cosecha del mismo gobierno (como se rumorea por allí) está más que claro que habría un motivo e igualmente claro que el mismo es, por ahora, desconocido para el gran público. Me pregunto entonces si, sea lo que sea que están pergeñando, el “affaire” podrá encuadrarse en lo que los abogados denominan “pre-constituir la prueba”.

Impresiona, por lo menos, la celeridad de los incondicionales K para transformar el episodio en un expediente iniciado, apenas horas después del hecho, por Oscar Parrilli, elevado a Esteban Righi (dos ex miembros de las organizaciones terroristas que operaron en la Argentina durante los ´70) y que pone en danza al jefe de la Casa Militar, al jefe de la Agrupación Aérea, al jefe de Operaciones de Aeroparque, al piloto y al co-piloto de la aeronave. Mi abuela diría “Esto trae cola”.

Ese loco radar que es la mente humana, que salta de aquí para allá vaya a saber uno relacionando con qué criterio los detalles, me transporta al 3 de diciembre, fecha en la que el país entero pudo contemplar a un incomodísimo Néstor Kirchner deglutiendo en cámara un enorme sapo y me pregunto cuántos repararon en las pataletas que aquello nos costaría. Porque supongo que, conocido su verdadero temperamento, no era lógico especular con una pacífica rendición.
Entonces, me da por sumar hechos que describen la realidad política presente:
Kirchner no suele darse por vencido
No comparte el poder
No es republicano
Sabe que tiene enfrente una oposición atomizada y enhebrada con alfileres
No tiene límites, escrúpulos ni principios pero seguramente sí, fines
Las cosas no ocurren por casualidad
Queda mucho por ver antes de la defunción del kirchnerismo

Ahora, otra cosa. Cuando vos caminás por Rivadavia y pasás frente al Congreso, por ejemplo, o transitás por las inmediaciones de la Legislatura porteña, allá por las calles Perú o Hipólito Yrigoyen y alguien grita “¡Ñoqui!”, pensalo, ¿te das vuelta? Si no cobrás por un trabajo que no realizás ¿te sentís aludido?

Con idéntica lógica, sin intentar ni por asomo avanzar sobre ciencias que me son ajenas ni tampoco ejercer psicología barata, en una línea de razonamiento de estricto sentido común intento entender por qué la presidente y sus adláteres decodificaron “Cristina Kirchner” al escuchar “la yegua”.

martes, 8 de diciembre de 2009

Operativo Relanzamiento




Los amigos de Mauricio Macri quienes, no por casualidad son también su entorno político primario, están preparando para los próximos días una conferencia de prensa en la que intentarán despegar a su jefe de los hechos más o menos insignificantes de la gestión y hacerlo lucir como debería brillar un “presidenciable”.

Los trascendidos indican que van a evitar temas como el bacheo y toda referencia a la obra pública que, además de estar bastante por debajo de las anunciadas inicialmente, lo encasillan demasiado en la cosa municipal. No es que vayan a reconocer que hicieron la plancha desde que llegaron, pero perciben que la carrera hacia los cargos que salen a reparto en 2011 ya largó y no se quieren quedar afuera.

Las alianzas tejidas hasta el presente no parecen haberles facilitado acceso alguno. El hermetismo de Macri impide confirmar si ya comprobó que su teoría de la necesidad de integrar al peronismo para hacer gobernable cualquier administración resultó una trampa ni siquiera original ya que no fue él el primero en caer. El peronismo no kirchnerista no lo reconoce como “de los suyos” y no lo será nunca de modo que los amplios espacios que el PRO le cedió no serán retribuidos en proporción cuando aquel levante cabeza y se aliste a reemplazar al kirchnerismo desgastado.

Así las cosas el entorno macrista, cuyo bagaje de buenas intenciones es inversamente proporcional a la destreza con que se desenvuelve, ha resuelto crear un hecho político impregnado de genética PRO: esto es sin demasiado contenido. A contrapelo de la realidad y de las expectativas que la misma gestión fogonea, van a minimizar el escandalete de las escuchas y el fallido de la futura policía propia y van a presentar la renovación del gabinete como un hecho casi natural.

El enroque de Santilli por Piccardo no despierta ninguna expectativa (se va un amateur y entra otro; como en el truco, uno por uno no es negocio) como tampoco la salida del ministro Narodowsky, salvo por lo insólito de la procedencia de los nombres que se barajan para reemplazarlo. Ni Andrés Delich ni Esteban Bullrich aceptaron pero siguen en carrera Andrés Ibarra (ex gerente de Boca y ex funcionario del correo durante la gestión de Franco Macri), el “lilito” Enrique Olivera y hasta su ex secretario de Educación, Mario Gianoni. Si no se deciden por el bostero, la única seguridad es que será un extrapartidario; no hay idóneos para cubrir esa plaza entre “propia tropa”.

También se alejaría Gregorio Centurión del área de comunicación que, aunque usted no lo crea, funciona desde que Macri asumió. Todo indica que asciende otro prestado, Miguel de Godoy, quien llegó a la Jefatura de Gobierno con Fernando de la Rúa y que viene trabajando con la actual administración en calidad de asesor externo.

Como se puede apreciar, los cambios no anuncian por sí mismos vientos de renovación ni de excelencia. Es el juego de la silla con el que Macri insiste a pesar del pésimo resultado que le dio hasta el presente.

Para ser estrictos en el análisis, es justo mencionar que las áreas que más dolores de cabeza le han traído son bastiones michetistas. Narodowsky y Montenegro fueron los “pollos” que la ex vice jefa de gobierno instaló en sendos cargos y sostuvo a través de las distintas tormentas que sus deficientes desempeños generaron aún en desmedro del costo político de tal empecinamiento.

El otro desaguisado es la Procuración. Después del despido de Pablo Tonelli, el radical que había migrado de distrito y abandonado su flamante banca de diputado nacional por Buenos Aires para asumir el puesto que le ofreció el jefe de gobierno porteño, también están vacantes las dos subsecretarías. Los nombres en danza, salvo el de Alejandro Speroni, actual subsecretario de RRHH, tampoco son PRO auténticos, sino amigos de amigos: Ramiro Monner Sans, hijo del mediático abogado y “sponsoreado” por Germán Garavano, fiscal general porteño o Mauricio D´Alessandro, de sostenidos vínculos con el kirchnerismo (en 2004 fue nombrado asesor del Procurador del Tesoro, el ex juez Guglielmino) y llegó al PRO introducido por Daniel Amoroso, ex secretario del sindicato del juego y actual legislador macrista.

Los equipos técnicos del PRO lucen algo anoréxicos en oportunidad del relanzamiento.

sábado, 5 de diciembre de 2009

El Primer Sapo del Diputado Kirchner


Por estricta prescripción médica debí hacer un obligado receso en mis actividades con la esperanza de aflojar a fuerza de descanso las contracturas que ningún relajante muscular logró suavizar.

“Ahora se me va a encarnar el control remoto de la tele” me dije en el ascensor del consultorio. Estaba decidida a tomar revancha y subsanar el síndrome de abstinencia televisiva que padezco arrancando con “Mañaneras” y pegándole derecho hasta los pastores brasileños. ¡Qué programón para quien suele perderse casi toda la programación diurna! Ya no iba a estar desorientada cuando alguien hiciera referencia a los papelones de Graciela Alfano, el noviazgo de la hija de Palito Ortega con el ex ministro Lousteau o el casamiento entre dos muchachitos.

Cuando llegué a casa el programa ya había empezado. Supuse que iba a dar con uno de esos “magazine” de chimentos que vomitan los detalles más insignificantes de la vida de los demás pero enganché una novela entre cómica y de terror. La protagonista era una conocida actriz cuyo nombre se me escapa haciendo de jueza o algo así y cientos de actores, de reparto seguramente, sentados en un recinto semicircular frente a ella. El público era notablemente hostil. Como transcurría en horario de protección al menor, tapaban los insultos más procaces con cánticos de unos extras envueltos en un traperío que desplegaban a modo de identificación. Obviamente se trataba de un producto nacional y de bajo costo.

“Producción independiente” me dije, esas hechas a puro esfuerzo, con poquísima inversión y muchos amateurs. Esas epopeyas suelen ser un bodrio pero conmueven porque están plagadas de vocación. Ahí no hay segundas intenciones, no hay una moneda, un choripán para nadie, ni siquiera un colectivo que los lleve y traiga como ganado. Tal vez fueran la barra brava de algún club de futbol que les hizo la “gauchada” a los productores. “Seguro que los cientos de extras que aúllan, se envuelven en banderas, tiran papelitos, chiflan, insultan y escupen a los protagonistas ni siquiera cobran cachet. Están ahí por el placer de participar” pensé. Bueno, a decir verdad, la tarea distaba mucho de ser compleja; por el contrario, era evidente que la consigna había sido lucir como unos forajidos, sacar el animal pre-social de adentro y jorobar. Mucho. En esa, estaban para el Oscar.

Muchos de los presentes se adelantaban y de pie frente a la veterana actriz juraban no sé qué cosa. Algunos lo hacían por la patria y otros, además, por Dios. En esa parte se ve que había versión libre porque unos ponían su mano derecha sobre la Biblia, otros las dejaban quietas y juraban sólo de palabra. Un par vociferó sobreactuadas dedicatorias y una actriz en silla de ruedas juró sobre los Santos Evangelios pero colocó sobre ellos su mano izquierda. Raro. En fin, cada uno llamaba la atención dentro de sus posibilidades.

Yo estaba medio perdida con el argumento de la tira; no le encontraba el hilo pero como eso no es extraño en la televisión argentina, esperé y de repente una cerrada silbatina proveniente de los extras que contemplaban la filmación me atrapó. Una señora muy rubia y algo excedida de peso era la destinataria del abucheo. No la reconocí pero por su impertérrita actitud, descarté que se tratara de una novata. Ella también fue hasta adelante y parada al lado de un joven digno de mirarse, extendió su mano derecha y respondió a las palabras que pronunciaba la actriz que hacía de jueza. Los chiflidos la acompañaron en el trayecto de vuelta mientras la cámara enfocaba la cara de un señor de traje cruzado que miraba para arriba, para el costado, cuchicheaba con sus vecinos e intentaba, infructuosamente, disimular la profunda incomodidad que sentía.

Un señor barbado ubicado a su siniestra empezó a hablar acompañando sus palabras con airosos ademanes. El tono de voz y los colores de sus mejillas aumentaban en tándem. Se ve que estaba sentado entre amigos porque los de alrededor eran los únicos que aplaudían sus vituperios. En un momento su discurso se puso difícil de entender; me di cuenta de que mientras despotricaba contra los actores que habían participado unos minutos antes, intentaba deglutir el sapo que le habían servido por primera vez en muchos años y, como venía sin entrenamiento, le estaba costando horrores. Finalmente pasó y la novela pudo continuar; luego de una breve intervención de la protagonista, casi todos los actores levantaron la mano. Tras el “Aprobado” que mandó la veterana actriz con voz firme, un cerrado aplauso se apoderó del estudio y cedió la tensión.

Las cámaras buscaban reflejar las caras de algunos actores pero, como suele pasar en la vida real, no es protagonista quien encabeza los créditos sino quien se come la película. Un actor de impecable corbata celeste y pelo rojizo lucía particularmente desleído. La actriz en silla de ruedas, salvo por su pronunciado escote, no despertó interés alguno. El vecino del barbado hablaba por lo bajo tapándose la boca con la mano para que nadie pudiese leerle los labios aunque es impensable creer que estuviera diciendo inconveniencias pues su personaje representaba un bastión de poder pasado y presente. Esperó un poco, se cercioró de que el barbado no se hubiese atragantado y luego de verlo respirar con normalidad se fue tan discretamente rodeado de hombres de seguridad como había llegado. La rubia abucheada, por el contrario, era permanentemente consultada, explicó a los presentes detalles varios de funcionamiento interno y se quedó hasta el final del capítulo.

En los balcones del estudio había un paisano de cada pueblo. Se ve que la filmación era abierta al público. Los cantores habían aflojado un poco con los estribillos, el bombo y los papelitos, a Dios gracias. En verdad parecían algo decepcionados lo cual fue una bendición porque no hay cosa más incómoda para la civilización que ese tipo de bandas enfervorizadas.

Recién cuando un conocido locutor de un canal de noticias apareció informando la finalización de la sesión preparatoria en el Congreso Nacional que se estaba transmitiendo en vivo, me avivé de que no se trataba de una miniserie. Y lo lamenté porque no era de gran calidad pero, tratándose de ficción, había posibilidad de un final feliz.

Alguien por ahí empezaba a analizar lo sucedido mientras yo me preguntaba cuánto tiempo pasará hasta volver a ver votando juntos a Carrió, Solá, Donda, Pinedo, Macaluse, Caamaño, Solanas y de Narváez. Porque el espanto une, pero cada tanto.