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martes, 26 de mayo de 2009

El Colaboracionismo PRO - peronista



Que no se quejen ahora. Que no se victimicen. Que no argumenten candidez porque ya lo dice la ley: “Nadie puede alegar su propia torpeza”. El PRO más sus aliados, los peronistas, se indignan con las chicanas del oficialismo pero dejaron pasar la oportunidad de complicarle la campaña al kirchnerismo y no lo hicieron.

¿Por qué no acompañaron el reclamo que llevaron a la justicia la Coalición Cívica y la UCR? ¿Por qué no se presentaron al juez para decir que el oficialismo traiciona la buena fe, presupuesto básico de todo contrato, cuando postula candidatos que se declararon no dispuestos a asumir? ¿Por qué no le espetan en la cara que lo que pretenden hacer es una estafa lisa y llana?
¿Será porque ellos también llevan en sus listas el germen del contrato incumplido? ¿Será que la situación de la candidata de los dos distritos que impulsan haciéndose los giles se parece demasiado a una estafa legal? ¿Habrán supuesto que si silbaban ante las irregularidades del oficialismo, Kirchner les iba a perdonar las suyas? Mal al cuadrado: mal por hacer trampa y mal por jugar un juego sin dominar las reglas.
Muchachos lindos del PRO: el peronismo no te deja pasar una, no perdona, no da respiro, tregua ni revancha; si alguna vez hubiesen militado de verdad, lo habrían aprendido. La calle enseña y sus clases magistrales no se compensan con efectivo ni cheque porque, como bien dice la publicidad, hay cosas que no tienen precio. La experiencia política es una de ellas. Con dinero uno puede comprarse el perro pero no puede hacer que nos mueva la cola.

Con dinero se compran espacios de tv (no solamente en tanda), asesores locales y extranjeros, invitaciones a granel; se compran sonrisas y besa manos; se compran votos y punteros y lo que no se puede comprar, se alquila.
El riesgo de ese paraíso es la realidad que vive fuera de la burbuja. El riesgo es Kirchner que juega otra partida y que no arruga a la hora de apostar; no se andan con chiquitas él ni sus esbirros y si alguno o todos ellos o sus modales les producen cierto escozor, no deberían ponérseles enfrente. No tienen derecho a cargar con la ilusión de quienes van a votarlos si no se le animan a Kirchner, si lo máximo que van a hacer es criticarle a Guillermo Moreno.

¿Para cuándo el pedido de juicio político a Cristina Kirchner por parte del nutrido bloque de diputados con los que hoy cuentan? De Narváez tiene seis meses para compensar los otros 42 en los que no hizo nada y pedir al Canciller que explique qué está haciendo el Gobierno Nacional ante el robo perpetrado por Chávez hacia empresas argentinas.

Ya sabemos que todo se va a destrabar y las soluciones lloverán cual maná cuando Gaby arribe al Congreso pero, mientras tanto, ¿qué les impide denunciar penalmente a los funcionarios que incumplen en forma reiterada con los compromisos asumidos con el distrito clave del armado político nacional?

¿Y si van a Tribunales en lugar de a “Intrusos”? ¿No será un juez un interlocutor más adecuado que Rial para el momento de gravedad institucional que atraviesa la Argentina?
¿Y si la prensa pudiera fotografiar a Macri, De Narváez y Solá juntos más allá de un bodegón de San Telmo como para suponer que el acuerdo no es un flan que expira con el postre?

Si tras de ustedes hay unos muñecos que asustarían a los monstruos del tren fantasma y nos los bancamos, ¿por qué no hacen el esfuerzo de asegurarnos que, de acá para adelante, no nos esperan más sorpresas? ¡Miren si nos volvimos modestos de expectativas! A cambio, prometemos repetir la explicación que dio Gaby sobre Majdalani; estamos dispuestos a decir que esa candidata tiene dos domicilios porque vive un poco en capital y un poco en el country (además que el motivo de la irregularidad es re cool y ser cool es re PRO) y que por eso ahora es legisladora por capital pero que si tiene dos casas seguro que también tiene auto, de modo que el 10 de diciembre no bien desocupe el despacho de Perú 130 vamos a garantizar que se suba a su bólido y que, respetando los máximos de velocidad, se vaya rajando para el Congreso mientras alguien en el camino le irá cambiando el sombrero.

Vamos a bancar a muerte a la candidata a diputada ex Poder Ciudadano, cuyo informe sobre la pulcritud de la elección interna de Recrear allanó el camino de los que querían a López Murphy fuera del partido que fundara y la consecuente subordinación de esa estructura partidaria al PRO.

Vamos a aplaudir los festejos que organizó Lombardi en ocasión del 25 de Mayo. ¿Qué país no hace un recital rockero para conmemorar sus fechas patrias? Aguante “Damas Gratis” entonando el Himno a Sarmiento repetiremos y le daremos la razón a los que dicen que las tradiciones, el Tedeum y esas pavadas no van más, y a los que pretendan encontrar afinidades con el gobierno nacional en el destrato a la historia y al protocolo les diremos que la corten con las teorías conspirativas.

Vamos a dropear una a una todas las críticas que les hagan a cambio de la sola garantía de que no sean funcionales al oficialismo a partir del 29 de junio, no bien falten dos años para volver a necesitarnos. Porque el tic peronista es alinearse tras el que gana. Ojo, muchachos.
Ustedes pueden equivocarse hasta el suicidio si así lo eligen pero nada, nada los faculta a arrastrar a millones de personas que, confundidas pero esperanzadas y de buena fe, los van a votar.

lunes, 25 de mayo de 2009

¡Viva la Patria!


Que viva hoy, más que nunca. Hoy, que los argentinos estamos siendo conducidos por una banda de impresentables, inescrupulosos, indecentes e ignorantes hasta la vergüenza; hoy que la gente inferior ha tomado por asalto la conducción y nos impone sus metas subalternas, sus proyectos mezquinos y la carencia de objetivos más escandalosa de la que el país tenga registro.

Que viva la patria hoy, donde una acción política prostituida y de la peor calaña compite en bochorno con un empresariado cobarde y traidor, cansado de reptar hasta los despachos oficiales con un sobre en el bolsillo y un “si” incondicional en los labios; que viva hoy la patria, y nos dé fuerzas para tolerar este sindicalismo vil que trafica pobres en beneficio propio. Que viva la patria aún en medio de una justicia que es cualquier cosa menos justa, que hipoteca la balanza con el mejor postor sin reparar en la tasa de interés inmensamente alta que pagamos todos por esa debilidad.

Que viva la patria hoy que el Congreso está usurpado y lo seguirá estando cuando lleguen los candidatos que ahora deshojan la margarita para decidir si asumen o no las bancas que piden a los votantes y que los votantes les darán; que viva esta patria, la de una oposición que se promociona pidiendo candidatos “iluminados” haciendo gala de una supina ignorancia histórica sobre el destino nefasto de los pueblos que apostaron a personajes heroicos. Que viva la patria hoy cuando el peronismo se disfraza de republicano y pretende envolvernos con sonrisas, ojos celestes y tatuajes “cool” mientras entrega, olvida y desprecia una a una las tradiciones que hicieron de la Argentina una república, de la misma foma en que lo hace el oficialismo.

Que viva la patria esta misma noche mientras en el Obelisco y por impulso del gobierno local cantan en su honor Patricia Sosa y Gustavo Santaolalla, los mismos que cantaron en honor de Cristina Kirchner frente a la Casa Rosada el día que asumió.

Pero que también viva la patria de Sarmiento y Rivadavia; de Borges y Favaloro; que viva la patria de Roca, de Aramburu, de Larrabure y de Leloir. Que viva, aún sin fuerzas armadas ni seguridad, sin justicia ni valores. Y sin futuro, porque cuando no hay principios, no existen los fines.

domingo, 10 de mayo de 2009

¡Qué lindo es ser Patriota, Gorda!





¡Qué locura esos sacramentos de pavita, por favor! Si vos estabas ahí, Gorda, te aseguro que no dejabas ni las migas; en cambio yo soy más dulcera así que después del segundo, me dediqué a los alfajorcitos de maicena. Acompañados de ese té inglés fantástico que me sirvieron, sentada mirando el jardín mientras caían los últimos rayos de luz del día sobre la pileta y escuchando de lejos los preparativos ciudadanos de una gesta patriótica, me sentía en el cielo, Gorda, te lo juro; no me cambiaba por nadie.

Todo era perfecto, desde el dueño de casa, amigable y movedizo, hasta la última de las empleadas, impecablemente uniformadas con unos delantalcitos de broderie que, te apuesto, hablaban francés. Eran iguales a los que sacan en el programa de Mirta. Los invitados, regios; la mesa, un placer; la casa, soñada; cada detalle era una auténtica delicadeza; hasta la mezcla de perfumes de la gente daba bien. Y encima, una causa noble nos reunía; pensá, Gorda ¿qué más se puede pedir?

De pronto un señor peló un listado de gente que se había anotado para desarrollar distintas actividades; se ve que la cosa venía a full de atrás y que el grupo no era nuevo así que como para mí era la primera reunión, me senté calladita a un costado, dispuesta a pasar desapercibida, aprender y aportar modestamente, si había oportunidad.

La preocupación que los convocaba esa tarde era la recolección de voluntarios para fiscalizar la elección del 28 de junio. Vos sabés que yo estoy más ducha en eventos de caridad que en cuestiones políticas pero me llamaron la atención sobre todo, dos cosas: que todos hablaran en plural y que mencionaran a los terceros por el nombre de pila.

“Nosotros venimos hace rato dando charlas para capacitar a los que se nos acercan” dijo un joven muy elegante, flaco, de corbata Hermes y un traje para el infarto de bien cortado. Las caras me sonaban todas. Yo estoy suscripta a “Caras” y no le paso el ejemplar a mi depiladora hasta memorizar uno a uno los asistentes a cada reunión que se hace en Buenos Aires, pero esa tarde estaba un poco embarullada con mi mailing virtual. ¡Eran tantas caras conocidas! Creo que a ese chico en particular lo tengo del Abierto de Palermo, pero no importa; te sigo la descripción.

Empezaron a nombrar a los anotados en cada comisión. Mi cabeza giraba a mil tratando de decidir a cuál incorporarme y se ve que ahí me fui un poco porque perdí el hilo de la charla y cuando conecté de nuevo con el grupo, estaban hablando varios a la vez. Traté de escuchar de qué se trataba pero quedé definitivamente afuera. Abandonados sus apellidazos, los habían reemplazado por sobrenombres, nombres de pila y diminutivos lo que me complicó aún más mi muda integración.

¿Corita? repetía yo en silencio a ver si mi disco rígido lograba identificar sus señas particulares pero pasó lo que siempre pasa con la tecnología y los archivos: guardan toneladas de información al soberano botón. Es ley que las cosas jamás están a disposición cuando uno las necesita. Mientras pulsaba el imaginario “buscar” hacía una somera evaluación de lo invertido en comprar la saga completa de revistas faranduleras y llegué a la conclusión de que era un fangote. Debatiéndome entre la furia ante la evidencia de mi pésima inversión y la impotencia de no descubrir quién diablos era Corita, abandoné el vano intento y, naufragando en una profunda frustración, me focalicé en Francisco que, para ese instante, era el eje de la charla y de quien todos tenían algo que comentar. Ahí me di cuenta de otras varias cosas; que él no estaba allí pero que era amigo de la mayoría de los presentes, sobre todo de un canoso con gesto de seductor empedernido, portador de una corbata algo estridente, caro recuerdo del menemismo transitado, se me ocurrió especular.

Reconozco que lucían algo desprogramados pero la sola inquietud cívica de aquel grupo me emocionó. Se los veía tan preocupados como convencidos de la necesidad de hacer algo, y tan decididos a hacerlo como desorientados sobre el qué y el cómo.

Nunca saqué quién era Corita pero que “Francisco” era de los nuestros me quedó clarísimo. Reconozco que me sorprendió escuchar a un prominente empresario, uno de los poderosos poderosos, Gorda, asegurando con alivio que para la custodia de las urnas del conurbano teníamos garantizada la colaboración de Barrionuevo y sus muchachos. “Estamos salvados” se le escapó a un líder social que abría los ojos y cerraba la boca. No pude determinar si estaba más espantado que asombrado de las afinidades que afloraban o al revés.

Te confieso, Gorda, que a mí no me tranquilizó del todo saber que la confianza de una porción relevante del poder económico argentino descansaba sobre cierto sector del sindicalismo nacional y popular, y que ese sindicalismo nacional y popular apoyaba a “nuestros” candidatos. Pero por otro lado y en el fondo, ¡qué lindo es pertenecer, Gorda! Yo que siempre fui un francotirador, de repente sentí en la sangre la fuerza del “nosotros”.

Hasta que emprendí la retirada, el flaco de corbata celeste no había resuelto el temita de los voluntarios. Porque la ley impide que cualquier paracaidista asuma la responsabilidad de controlar el comicio, de modo que los mismos ciudadanos que descreen de la política y huyen de la acción partidaria y hoy son los más entusiastas de la fiscalización de las próximas elecciones, indefectiblemente van a tener que recalar en un partido político para materializar su súbita vocación ciudadana. El meollo del problema era, hasta que empecé a despedirme al menos, la materialización del nexo entre la gente recolectada y las estructuras partidarias; cómo ponerlos en sintonía y fundamentalmente, cómo convencer a los que rechazan los sellos partidarios, llevar uno al menos por ese día. Algo del conflicto me recordó el misterio del eslabón perdido, jamás resuelto dicho sea de paso.

Cuando me fui el muchacho de anteojos seguía rascándose la cabeza. Corita insistía con organizar una gala de recaudación de fondos; sus amigas se anotaban para fiscales si les prometían que les tocaba en el Bayard; el canoso se comprometía a hablar con Francisco ese mismo sábado mientras taqueaban; el líder social se anotaba la reunión que el prominente empresario le había armado con el prominente sindicalista; las mucamas encaminaban hacia la cocina lo mejor de aquella tertulia y yo, a pesar de estar en la puerta, seguía con la impresión de no haber encontrado la salida.

domingo, 3 de mayo de 2009

"...porque yo no era comunista"







No pude encontrar las declaraciones de Francisco de Narváez denunciando los métodos aberrantes a los que se apeló en la campaña pasada, cuando se le inventaron supuestas cuentas off shore millonarias al entonces candidato de la Coalición Cívica, Enrique Olivera.

Tampoco me fue posible ubicar su repudio a la mini campaña contra Alfonso Prat Gay iniciada hace poco más de un mes en el canal de televisión del que es accionista, atribuyendo a su adversario político tolerante connivencia con los sinuosos modos del comercio que se practican en La Salada.

Aquella frase de Martin Niemoeller sobre que “Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista…” mal atribuida a Bertolt Brecht, resume con estricta agudeza las consecuencias de no resistir las tiranías desde los primeros intentos de su implementación.

¿Imaginará Francisco de Narváez quién está hoy tras esta oportunísima citación a Tribunales para desmentir el entrevero de su nombre (y de su buen nombre) con el tráfico de efedrina?

Cuando su actual compañero de lista, Felipe Solá, era oficialista y Gobernador bonaerense y se dirigía a Luis Patti como “el comisario eléctrico” avalando, junto a la flor y nata del kirchnerismo, la estafa política de evitar su asunción como diputado nacional, ¿no se le habrá ocurrido levantar la cabeza de los zapatos del entonces Presidente Néstor Kirchner ni de la mano de la candidata a senadora Cristina Fernández y sopesar que la vida no es una foto? ¿Que esos zapatos y esa mano podrían un día cualquiera dejar de impulsar sus pasos arrastrándolo a cargos públicos y que padecer en carne propia la arbitrariedad de sus modos estaba a la vuelta de la esquina?

Hoy el engranaje kirchnerista es un monstruo con vida propia y buena salud que alimentaron casi todos, por acción u omisión; cuando los ultra K acompañaron cada barbaridad oficial pero también cuando los opositores no defendieron la legalidad y el estado de derecho en cada causa por interpretar, equivocadamente, que eran ajenas. Cada vez que se avasallaba un derecho, cada vez que se invertía la carga de la prueba, cada vez que se violaba la presunción de inocencia el kirchnerismo apuñalaba las instituciones ante la mirada impertérrita de una oposición complacientemente mediocre y mezquina que ahora pretende chillar. Ahora, después de haber sido partícipe necesario.

“Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista;
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata;
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista;
Cuando vinieron a buscar a los judíos, no protesté, porque yo no era judío;
Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”