
Suena casi mezquino recordar que cada salida de un funcionario público al exterior cuesta una buena suma de dinero a los argentinos. Las delegaciones de los países pobres, entre los que estamos enrolados aunque parezca increíble del otrora “granero del mundo”, suelen ser numerosas. Parece que la cantidad de burócratas que se desplazan en esas excursiones es inversamente proporcional a la rentabilidad de los resultados.
Por otro lado, cierto es que pocas situaciones resultan más ilustrativas que los viajes; al margen de los libros, por supuesto. El consumo directo del pensamiento universal enriquece y amplía el juicio propio, lo enmarca, extiende sus fronteras, reduce sus límites en un proceso complejo que desemboca, invariablemente, en la constatación de la propia insignificancia. Hay que ser sólidamente bruto para desconocer la brecha entre la erudición y el saber adquirido. Nadie es más humilde que quien ha comprobado lo poco que el ser humano llega a aprender, por muy culto que sea; de lo que se desprende que la soberbia es patrimonio de los iletrados. Ahí la ecuación es explícita: menos instruido es el individuo, más soberbio.
Vueltos de una breve digresión y sobrepuestos a la desconfianza, inoculada y legitimada a fuerza de tanto político que nos ha tomado el pelo, los viajes también enseñan y sólo por eso debemos tomar como buena noticia que Cristina Kirchner se trepe de tanto en tanto al avión presidencial y vuele hacia otras latitudes. Con nostalgia por el país que fuimos, es honesto aceptar que, aterrice donde aterrice, es bien probable que encuentre sociedades algo más organizadas que la argentina, con economías sanas y poblaciones que funcionan regidas por normas, valores y leyes. Más de lo que hay en la Argentina K.
¿Qué habrá mirado Cristina estos días, en Brasil? ¿Los índices que demuestran un crecimiento exponencial de las clases medias; la construcción de viviendas accesibles (un concepto casi opuesto a la onda Puerto Madero) o el aumento de la productividad, las exportaciones, el ahorro interno, los índices de empleo y las reservas por sobre el consumo? Ojalá se haya detenido en evaluar la película y no la foto. Porque la película que protagonizan nuestros vecinos en casi toda América Latina, tiene el denominador común del proyecto y del largo plazo. Justo aquello de lo que carecen esos con los que la Argentina sale siempre en la foto, la Venezuela de Chávez, con quien peleamos mano a mano la poole position en materia de inflación continental, y la desmadrada Bolivia del amigo Evo.
Eso sin mencionar a Uruguay que, de la mano de una administración supuestamente progresista y por lo tanto recibida con una simpatía escasamente protocolar por los Kirchner desde este lado del Río de la Plata, viene dándonos una clase magistral (sino varias) de cordura y madurez cívica.
Entre otros aciertos, Brasil acaba de rechazar la reapertura de causas que involucran a miembros de sus fuerzas armadas (probablemente atendiendo el espantoso resultado que tuvo en la Argentina tal medida) y apuesta al futuro porque que sabe que en el pasado subsisten las certezas de viejos enfrentamientos y que sólo el futuro puede ser el catalizador de las diferencias.
Uruguay, por su parte, viene concentrando los esfuerzos del sector agropecuario argentino, salvajemente castigado por una administración vampira que pretende vivir, peronista al fin, del trabajo y la propiedad ajenos.
¿Habrá visto Cristina asomar un tímido counter de la línea aérea uruguaya en uno de los grandes aeropuertos paulistas, en desmedro de la reestatizada Aerolíneas Argentinas? ¿Estará sabiendo que Pluna acaba de ampliar su oferta de rutas sobre el territorio argentino? ¿Se habrá sorprendido de lo fuerte que está el real si intentó hacer alguna comprita, tanto como para traerse un souvenir? Tal vez ahí encuentre la explicación a las hordas de brasileños que pueblan nuestros shoppings portando una moneda sana y de libre flotación.
En el fondo, me pregunto ¿no le habrá dado una suerte de “envidia buena” que la empuje a transitar caminos parecidos a esos y no a los del pendenciero Chávez o los de Evo “Terminator” Morales?
¿Habrá llegado Cristina a la sencilla conclusión de que ni en Uruguay ni en Brasil escasean, por ejemplo, las naftas y mucho menos, la libertad, como tampoco los proyectos? Porque si no fueron esas las inquietudes ¿Qué otra cosa pudo haber llamado la atención de Cristina y su comitiva?
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