Cristina Autorreferencial
Nadie puede dar lo que no tiene.
Es imposible reclamar calidad institucional a quienes carecen de calidad, a secas. Porque la “calidad institucional” es parte de un todo ¿Alguien soñaría con la calidad humana de un delincuente o con la calidad intelectual de un bruto? La calidad es una condición que se posee o no y de acuerdo con eso, se aplica a las distintas situaciones, o no porque la calidad, a secas, es un modo de la conducta que se impone a los procederes y a los procedimientos. O no.
Es imposible reclamar calidad institucional a quienes carecen de calidad, a secas. Porque la “calidad institucional” es parte de un todo ¿Alguien soñaría con la calidad humana de un delincuente o con la calidad intelectual de un bruto? La calidad es una condición que se posee o no y de acuerdo con eso, se aplica a las distintas situaciones, o no porque la calidad, a secas, es un modo de la conducta que se impone a los procederes y a los procedimientos. O no.
El único derroche de Cristina Kirchner en la conferencia de prensa que dio en la Quinta de Olivos fue de malos modales. Después de una campaña proselitista y más de 200 días de administración sin contacto con el universo periodístico, elegir el día en que no fue y no avisó que no iba a asistir, a la exposición que organiza anualmente el sector más productivo del país, no está inscripto en ningún manual de calidad, a secas. En todo caso Arturo Jauretche, mal parafraseado por Cristina Kirchner, describiría, esa sí, como una actitud propia y representativa del medio pelo nacional.
Como se trató de un juntadero de preguntas encadenadas a dedo por un vocero nervioso y desacostumbrado a abrir la boca, la cosa desembocó en largos monólogos que habilitaron a la señora a corregir a quien tuvo la desgracia de equivocarse frente a ella al preguntarle si en lo sucesivo introduciría cambios a su gestión. “Y, los cambios siempre son para adelante; para atrás son imposibles” le chantó a un movilero para remarcar, en rigor, un fallido del joven aunque los principios de la calidad a secas recomiendan, para esas situaciones, hacer todo lo contrario y hasta el esfuerzo de evitar que se noten los errores de los demás.
Cuando se salió del protocolo para “tutear” a los periodistas (ya fueran de su conocimiento o no) tuvo una lectura equivocada del gesto. En el mejor de los casos, si lo que quiso fue entablar un diálogo coloquial en estucada empatía con sus interlocutores a partir de su conocida sonrisa -cada vez menos espontánea- no registró que iba a obtener lo contrario. Les marcó su jerarquía, desde la cual se dirigió a ellos como quiso y puso la distancia que emana de la obvia imposibilidad de los allí presentes, de responderle con idéntico “tuteo”. Marcar distancias en la casa de uno a los invitados de uno tampoco figura en ningún manual de calidad, a secas.
Y como broche de oro a una batería de frases todas escuchadas o leídas con anterioridad, poses, defensas de indefendibles (ya fuera de personas, gestiones, funcionarios o políticas implementadas) cometió dos horrores. Ofendió la memoria de un escritor, porque distorsionar su pensamiento lo es, y descalificó a un importante segmento de la población argentina. Ambos agravios fueron gratuitos y el daño que provocaron, como los modestos intentos de ironía a los que atinó, tampoco compensaron la causa de parecer brillante.
No obstante Jauretche se tomó expresa molestia de distinguir entre clase media y lo que él definió “medio pelo”, cuando se le recordó a la Presidenta su crítica a la clase media por haber apoyado el reclamo del sector agropecuario, su mención del subgrupo social inventado por el historiador revisionista fue un error conceptual y una grosería hacia quienes no piensan como ella tan sólo por no pensar como ella.
Según Jauretche, la clase media era el sector que dinamizaba la sociedad, en cambio medio pelo era el que “quiere y no puede”, el que “hace que”, el que simula lo que no es; medio pelo era, para Jauretche, aquel que se puede permitir ser “sonoramente guarango”.
No sé si me explico.
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