Si algo ha hecho bien el peronismo actual es arrumbar en el olvido los festejos otrora ampulosos del 17 de octubre. Pragmáticos al fin, los peronistas han visto que ciertos recuerdos se vuelven incoherentes especialmente hoy, que la deslealtad se convirtió en la moneda de curso legal entre los dirigentes del partido gobernante.
Cuando Eduardo Duhalde le hizo una gambeta a su sponsor, Carlos Menem, muchos se persignaron ante tamaña ingratitud. Menem lo había promovido primero como su vicepresidente y luego le dio todo el apoyo en favor de su candidatura para gobernar el distrito clave del país. Muchos compañeros se preguntaban cómo se le jugaba así a quien impulsaba el crecimiento de su figura dentro y fuera del partido. La historia inmediata respondería con varios ejemplos.
Cuando Daniel Scioli saltó de la motonáutica a la política con la bendición de Carlos Menem nadie supuso que se enfrentaría a su inventor, no mucho tiempo después, desde la fórmula presidencial opuesta. Los memoriosos, incluso, recuerdan un tierno reportaje donde el entonces todavía menemista Scioli aseguró, frente a Susana Jiménez y a sus millones de televidentes, que seguiría en la política “en el lugar que Carlos Menem me asigne”.
Pero, seamos justos, sostener que el Vicepresidente de Néstor Kirchner es el único personaje que no resiste el archivo por estas épocas sería una enorme inexactitud.
Felipe Solá, para seguir con la lista, está en las mismas. Cafierista en la interna del ´89, menemista en los ´90; duhaldista cuando eso significó estar enfrentado con Carlos Menem y ahora, kirchnerista. Su cintura política es envidiada por la misma Paloma Herrera.
Gustavo Beliz, por su parte, elogió la capacidad de gestión, la valentía política y el arrojo de Menem hasta que él fue el fue arrojado de la función pública, lo más parecido al reino de los cielos en países como el nuestro donde ser clase dirigente es sinónimo de privilegios. A partir de entonces no paró de detractarlo.
Cuando Kirchner lo resucitó probablemente apostó, erróneamente, más a su antimenemismo que a su tic, y durante un buen tiempo fue el sable con el que se hirieron de muerte varias instituciones de la república y el vocero de lo inexplicable. Pero como los romances eternos están reservados a Hollywood, el día que a Beliz se le disparó esa acendrada teoría del complot en su contra, apuntó directo al mismo Gabinete. Fin del idilio y comienzo de la diatriba.
Patricia Bullrich es otro ejemplo riquísimo del neo-peronismo cara de piedra, saltarín y acusador, que no deja de agitar el dedo índice para denostar y denunciar a sus ex aliados. Y si no, que lo digan Menem, Duhalde, Juanjo Alvarez, Cavallo, Beliz, De la Rúa y hasta López Murphy.
Lo de los actuales Secretario y Subsecretario de la Presidencia, Alberto Fernández y Juan Carlos Pesoa, merece también un par de reflexiones pues podría inscribirse en la versión de la nueva política que Braga Menéndez anda buscando. Ellos no dieron tantas vueltas ni hicieron tantas escalas técnicas como los mencionados hasta acá. El recorrido desde el cavallismo auténtico al kirchnerismo puro les tomó una sola estación. Con algún desvío de poca significación, Hernán Pérez Redrado, el actual Presidente del Banco Central, hizo igual. Pareciera que las nuevas generaciones están descubriendo valiosos atajos.
Hoy presenciamos dos deslealtades igualmente inexplicables y vergonzosas. Por un lado, el match Kirchner-Duhalde. El invento quiere encargarse del inventor o, como lo diría un puntero peronista en su propia jerga, Kirchner se lo quiere cargar a su padrino político. ¿Será posible? Si no hace dos años Néstor no existía dicen, incrédulos, muchos de los que presencian esta casi inevitable contienda. Lo cierto es que ambos bandos están velando sus armas, agazapados esperando el movimiento en falso del otro.
Mientras tanto, para no andarse con chiquitas, el poder central enhebra deslealtades en estéreo. “Si lo hacemos, lo hacemos bien” decía el inefable Alberto Olmedo aunque en otro contexto menos dramático. No es posible confirmar si es el publicista oficial del Gobierno o el poderoso Secretario de Medios, pero que alguno de los adláteres del Presidente ya puso en marcha el operativo “Despéguese de Ibarra” es un secreto a voces.
Y allá va Aníbal al garete, hacia un naufragio seguro, desprendido de la mano que un día, no hace tanto, le regaló una victoria inmerecida en la Capital. En realidad, su suerte está echada aunque le hayan revoleado una banca como para no interrumpir su ya extensa carrera de empleado del estado.
La deslealtad peronista es el rasgo que caracteriza los gestos políticos de la última horneada de dirigentes. Mal indicio ¿no cree?
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario