Los argentinos hemos quedado divididos en dos grandes grupos de limosneros frente al gobierno central: uno pide planes de asistencia y el otro, seguridad.
Los primeros cuentan con una gruesa batería de voceros: los piqueteros oficialistas, los piqueteros duros, los sindicatos, los dirigentes de derechos humanos y, a la cabeza, las propias autoridades nacionales en las personas del presidente, de su hermana Alicia y del Ministro Alberto Fernández. El plan asistencial en marcha para satisfacer los reclamos de esos sectores constituye un generoso paquete de subsidios, tarifas diferenciadas y acceso a viviendas construidas o expropiadas para ellos por el estado, blindado con un grueso aislante de legislación que defiende la usurpación por sobre la propiedad privada. Sí, el siglo XXI
Otra novedad florecida durante la administración política de Néstor Kirchner es la ocupación de fábricas. Los empleados toman el lugar de trabajo, despojan a sus legítimos dueños del control físico y económico del medio de producción y a eso llaman “fábrica recuperada”. Este mecanismo suma ya varios cientos. La justicia no ha ordenado la restitución de ninguna propiedad hasta el presente, lo que sirve de incentivo para continuar los arrebatos.
Por otro lado, miles de personas claman por seguridad. Los robos, asaltos, secuestros y uso de armas se multiplican. La violencia recorre las calles de las ciudades argentinas sin que las autoridades encaren una política de prevención y represión del delito mientras las consecuencias de la crisis económica e institucional no se agotan.
Cuando los bancos retuvieron los depósitos por orden del estado argentino, la gente pasó a desconfiar de esas entidades y se produjo una importante transferencia de dinero en efectivo de los bancos a las casas particulares. Conocido el dato, el asalto domiciliario viene aumentando desde entonces en gruesa proporción.
Y ahora se suma una nueva inseguridad: la aérea. La animosidad de la administración Kirchner hacia las fuerzas armadas la llevó a excluirlas de todas las actividades posibles. Una de las últimas decisiones fue quitarle a la aviación militar el control aéreo en los aeropuertos nacionales lo que no mejoró, por sí solo y por arte de magia, las condiciones de la aviación comercial.
Lejos de ello, por estos días está planteada una escandalosa diferencia entre la ministra de Defensa, como vocero oficial del gobierno argentino, y algunos gremios del sector. Mientras el estado afirma que el control de los aviones que vuelan sobre el espacio aéreo argentino está garantizado, pilotos y controladores cuestionan la eficiencia del sistema.
A la inflación creciente, el peligro sobre los bienes materiales y la inseguridad personal frente al delito, los argentinos sumamos ahora la posibilidad de una catástrofe evitable. Y todo esto pasa mientras la presente administración se prepara para quedarse cuatro años más.
martes, 27 de marzo de 2007
martes, 13 de marzo de 2007
Sólo faltó Fidel Castro
Tanto como para competirle a George Bush la primera plana de los diarios mientras realizara su gira por América Latina, El Dúo Dinámico de Sudamérica (que dista mucho de ser Batman y Robin) organizó un acto simultáneo en la Argentina. Mientras Bush hablaba en Montevideo sobre proyectos de integración continental, ellos lo insultaban desde Buenos Aires. Cuando Bush apretó la mano del presidente uruguayo y por esa vía se comprometió con el pueblo entero de ese país, Hugo Chávez y Néstor Kirchner profundizaban el aislamiento. Para completar el cuadro de la decadencia, sólo faltó la presencia del dictador cubano quien, a pesar de los esfuerzos de su entorno por celebrar su completa recuperación, no consigue darles el gusto de poder demostrarlo.
Mientras tanto, un pedido de informes de la Cámara de Diputados sobre el ingreso de tropas venezolanas al territorio nacional aguarda respuesta del Presidente Kirchner. El número de efectivos que trasladó Hugo Chávez para atender su seguridad personal en oportunidad de su visita al país indica que está al tanto de los altos índices de inseguridad argentinos y evidencia la escasa confianza en la profesionalidad de las fuerzas locales. El presidente argentino, lejos de ofenderse, se desvivió como siempre, por homenajearlo; a él no le recordó como un par de semanas antes al Secretario Shanon y al embajador de USA en el país que la Argentina no es un “país bananero”. Es importante aclarar que el Congreso Nacional es el único órgano del estado con facultades para autorizar el ingreso de tropas extranjeras y que, en este caso, nunca fue informado.
El acto estuvo cargado de coincidencias porque ambos mandatarios latinoamericanos admiran y desprecian las mismas cosas. Ellos admiran los autoritarismos, el poder sin limitaciones y la confrontación permanente tanto como desprecian la libertad.
Kirchner y Chávez intentaron ganarle a George Bush las portadas de los diarios y hasta lo consiguieron parcialmente en sus respectivos países, no porque fueran más noticia que el norteamericano sino porque tanto en Argentina como en Venezuela la prensa independiente se está convirtiendo en una especie en extinción. Esos medios los hicieron sentir importantes por un ratito reproduciendo sus fotos y sus dichos tan grotescos como grandilocuentes. Las crónicas pasaron lista de los presentes; el carnaval bolivariano había congregado a cientos de dirigentes partidarios marginales de la política que usan el dinero público para beneficio personal porque organizar un acto que costó 200.000 dólares y lo pagaron los contribuyentes para que un puñado de resentidos se desahogara de sus envidias es una inmoralidad y una malversación.
Pero todo cuento de hadas en algún momento llega a su fin. Al día siguiente de tanta euforia, Néstor Kirchner volvió a ser el insignificante presidente de un país con el 50% de su población en estado de pobreza. Chávez, el aliado de Irán y tolerado exclusivamente por el petróleo que posee su país pero despreciado en lo personal por el mundo civilizado. George Bush también volvió a su rutina, y siguió siendo el Presidente del país más poderoso de la tierra.
Mientras tanto, un pedido de informes de la Cámara de Diputados sobre el ingreso de tropas venezolanas al territorio nacional aguarda respuesta del Presidente Kirchner. El número de efectivos que trasladó Hugo Chávez para atender su seguridad personal en oportunidad de su visita al país indica que está al tanto de los altos índices de inseguridad argentinos y evidencia la escasa confianza en la profesionalidad de las fuerzas locales. El presidente argentino, lejos de ofenderse, se desvivió como siempre, por homenajearlo; a él no le recordó como un par de semanas antes al Secretario Shanon y al embajador de USA en el país que la Argentina no es un “país bananero”. Es importante aclarar que el Congreso Nacional es el único órgano del estado con facultades para autorizar el ingreso de tropas extranjeras y que, en este caso, nunca fue informado.
El acto estuvo cargado de coincidencias porque ambos mandatarios latinoamericanos admiran y desprecian las mismas cosas. Ellos admiran los autoritarismos, el poder sin limitaciones y la confrontación permanente tanto como desprecian la libertad.
Kirchner y Chávez intentaron ganarle a George Bush las portadas de los diarios y hasta lo consiguieron parcialmente en sus respectivos países, no porque fueran más noticia que el norteamericano sino porque tanto en Argentina como en Venezuela la prensa independiente se está convirtiendo en una especie en extinción. Esos medios los hicieron sentir importantes por un ratito reproduciendo sus fotos y sus dichos tan grotescos como grandilocuentes. Las crónicas pasaron lista de los presentes; el carnaval bolivariano había congregado a cientos de dirigentes partidarios marginales de la política que usan el dinero público para beneficio personal porque organizar un acto que costó 200.000 dólares y lo pagaron los contribuyentes para que un puñado de resentidos se desahogara de sus envidias es una inmoralidad y una malversación.
Pero todo cuento de hadas en algún momento llega a su fin. Al día siguiente de tanta euforia, Néstor Kirchner volvió a ser el insignificante presidente de un país con el 50% de su población en estado de pobreza. Chávez, el aliado de Irán y tolerado exclusivamente por el petróleo que posee su país pero despreciado en lo personal por el mundo civilizado. George Bush también volvió a su rutina, y siguió siendo el Presidente del país más poderoso de la tierra.
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