La reciente visita a la Argentina de diplomáticos norteamericanos de indudable jerarquía política y sus satisfechas declaraciones respecto de la buena salud en las relaciones bilaterales contrasta con la agenda preparada por los mismos funcionarios al presidente Bush para su próxima gira por Sudamérica que no incluye a la República Argentina.
Tanto el Embajador R. Nicholas Burns, Subsecretario de Estado para Asuntos Políticos y tercero en categoría en el Departamento de Estado como Thomas Shannon, Subsecretario Adjunto de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado se cuidaron muy bien de irritar al Presidente Kirchner. Declararon “entender” la estrecha relación que la Argentina mantiene con Venezuela y nos llenaron de elogios por el ejercicio de la democracia y la lucha contra el terrorismo.
Como una devolución de atenciones, al día siguiente de aquellas declaraciones la Argentina rechazó el ingreso de capitales norteamericanos en el negocio eléctrico y privilegió, otra vez, a Venezuela. También retrucó las observaciones que hicieron desde Washington organismos internacionales sobre la creciente inflación argentina y los desequilibrios provinciales con comentarios tales como “no somos una republiqueta”, “nadie nos aprieta” y “vamos a profundizar este modelo”.
Por supuesto se referían al modelo de gestión económica ¿Y cuál es ese modelo? Resumiendo sus principales características se trata de: tarifas de servicios públicos congeladas desde 2003; precios regulados por el Ministerio de Economía; altísimos impuestos a las actividades rentables; trabas y límites a la exportación de carnes y lácteos, productos emblemáticos del país; estatización de empresas; incentivo artificial para cierto consumo (turismo, indumentaria, esparcimiento) y castigo al consumo eléctrico aunque se niega una crisis energética inminente; incremento de los controles oficiales sobre la actividad económica en general; aumento del déficit provincial; reparto de voluminosos subsidios a empresas amigas del poder; manejo discrecional de fondos públicos por parte del Poder Ejecutivo sin control parlamentario; crecimiento de la obra pública y contrataciones directas; manipulación política de los principales indicadores económicos.
Y esas medidas económicas se implementan en el marco de un modelo político que poco tiene que ver con la libertad y el respeto de las garantías constitucionales. En primer lugar, porque la administración Kirchner no garantiza la división de poderes que es la base del ejercicio democrático.
Estados Unidos tiene que entender que de autoritarismos y guerrilla los argentinos somos infinitamente más conocedores porque los hemos padecido antes que en el norte, como somos también expertos en manipulación de masas porque el peronismo lleva décadas multiplicando pobres que luego utiliza a favor del poder de turno. Cuando Estados Unidos se convenza de eso modificará su hasta ahora estéril política de acercamiento hacia América Latina, abandonará su frustrado intento de simpatizarle a los populismos del sur y escuchará la demanda de los sectores auténticamente republicanos que sobreviven en la sociedad argentina.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario