Los demócratas acaban de criticar al presidente Bush por partida doble. Según Harry Reid y Nancy Pelosi, por dedicarse a Irak, la administración republicana descuidó a los países vecinos de la región. Fidel Castro y Hugo Chávez -dijeron los líderes demócratas- constituyen una amenaza porque ambos quieren “dejar su marca izquierdista en las jóvenes democracias de América Latina” al tiempo que lamentaron que ambos continúen extendiendo su influencia sobre el hemisferio.
Esas declaraciones merecen varias reflexiones que, hechas desde estas latitudes, adquieren la legitimidad de quienes padecemos efectivamente la perniciosa influencia de dos dictaduras descriptas desde la comodidad del Congreso norteamericano.
En cuanto a “las jóvenes democracias de América Latina” no son más jóvenes que el proceso español posterior al franquismo pero sí notablemente más frágiles. Con la excepción de Chile, América hispana puede decir que no ha aprendido la lección y que sigue insistiendo con los autoritarismos personalistas con forma externa de democracia pero sin las instituciones que la componen. Se vota periódicamente pero la independencia de los poderes es todavía una utopía, como son utopías la libertad de prensa como la conoce el mundo civilizado; la seguridad jurídica; la publicidad de los actos de gobierno, el acceso a la información o la igualdad ante la ley.
Si los Estados Unidos tuvieran responsabilidad sobre el destino de Latinoamérica, cosa altamente discutible, cabría preguntarse qué hicieron las administraciones demócratas por ella, o el nutrido bloque opositor al presidente Bush mientras él olvidaba esta parte del mundo. En particular la República Argentina reconoce que fue un gobierno republicano durante la década pasada quien suprimió la exigencia de visa a ciudadanos argentinos para ingresar a los Estados Unidos. Diez años después, el Departamento de Estado se vio obligado a eliminar tal ventaja y a imponer serias restricciones inmigratorias cuando el populismo peronista concretó una brutal devaluación de la moneda argentina que sumergió en la miseria al 50% de la población y la gente huía del país en busca de mejores condiciones de vida.
Además, el permanente apoyo político y financiero demócrata a los llamados movimientos de derechos humanos y ambientalistas donde suelen enquistarse los activistas de esas “izquierdas” que denuncia Pelosi, facilitan el accionar de los enemigos del fortalecimiento de la libertad que operan en el sur del continente americano. Cabe citar al eminente economista alemán Jacques Reuff que decía: “Seamos socialistas o republicanos, pero no seamos mentirosos”.
Por un lado, critican la intervención en los asuntos internos de países soberanos y por otro, reclaman responsabilidad norteamericana en los problemas internos de otros estados. Todo parece una maniobra política con el objetivo de censurar al presidente Bush y para eso, la señora Pelosi, Mr. Reid o el partido demócrata no deberían utilizar a América Latina.
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