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lunes, 30 de octubre de 2006

Una Argentina drogada

Néstor Kirchner ha decidido mantener altos los índices de su popularidad de la peor manera: con alucinógenos. La población argentina, a la que no le cuesta mucho dejarse seducir por la vida fácil, vive hoy una expansión económica ficticia. El cóctel explosivo de medidas que consume la sociedad pronostica, más temprano que tarde, un desenlace inevitablemente ingrato.

La foto de la economía argentina tiene muchos ingredientes: las tarifas de los servicios públicos congeladas en niveles ridículos desde la devaluación de la moneda, hace tres años; asfixiante presión tributaria; métodos confiscatorios de recaudación; naftas subsidiadas al extremo de convertirlas en las más baratas del planeta; gas subsidiado; transporte público subsidiado; gruesos deficits provinciales sostenidos por fondos federales; control de precios; manejo discrecional del presupuesto nacional; falta de garantías para la inversión; incumplimiento de los contratos; inflación reprimida; generosa emisión monetaria y periódicos aumentos salariales lo que determina una economía drogada a fuerza de consumo y recaudación.

Sin embargo y a pesar del prusiano seguimiento de las variables por parte de los funcionarios políticos dedicados a ese efecto, la realidad -para no mencionar el mercado, que tanto irrita al peronismo- insiste con imponer su propia dinámica. Y lo hace. Así, las cosas no siempre salen como Kirchner y sus hombres quisieran.


Las preferencias políticas argentinas son particularmente volátiles. Hemos presenciado la fuga de votos en plazos cortísimos. El argentino pasa del amor al desprecio con velocidad juvenil; por eso es difícil entender que los políticos repitan, uno tras otro, el error de creer que los venerarán por siempre.

Néstor Kirchner llegó a la presidencia de la nación con un anoréxico 22% de votos. Un año después las encuestas le otorgaban más del 80% de aprobación. La gente estaba encantada con él. Luego perdió algunos puntos, aunque mantuvo una aceptación notablemente alta. Hasta hoy.

Las últimas mediciones indican que tanto la intención de voto como la imagen de su gestión han sufrido una erosión seria. Por primera vez a lo largo de su mandato, la primera desciende por debajo del 50% y la otra, perdió entre 20 y 25 puntos.

Acompañado hasta acá de buena fortuna, apoyo popular masivo, condiciones internacionales excepcionalmente favorables, tolerancia poco menos que infinita de los acreedores externos; inexistencia de oposición política y complacencia de los medios de comunicación. Así y todo, hemos asistido a un Kirchner de tolerancia escasa, modales dudosamente corteses, beligerante, agresivo y rencoroso. Los analistas se preguntan cuáles serán las reacciones de un Kirchner enojado, por ejemplo, en medio de alguna de las tormentas que se avecinan.

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