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sábado, 21 de octubre de 2006

Argentina es una película en blanco y negro

Hace 32 años, cuando Juan Domingo Perón volvió a la Argentina después de su largo exilio, los actos organizados para recibirlo terminaron en una masacre. Militantes peronistas de facciones sindicales antagónicas se enfrentaron a tiros y dejaron un saldo de decenas de muertos y heridos.

El mundo cambió. Hubo guerras nuevas; descubrimientos científicos; viajes espaciales; desarrollos tecnológicos asombrosos; modificación del mapa político del planeta; crecimiento de nuevas industrias; achicamiento del mundo por la explosión de las comunicaciones y la Argentina acaba de presenciar, 32 años después de aquella matanza, un episodio similar alrededor del mismo protagonista.

La poderosa confederación obrera nacional, incondicional del presidente Kirchner, organizó el traslado de los restos de Perón a la casa-quinta en la que residió y que constituye un símbolo de aquella época. Pero el homenaje terminó, como 32 años atrás, con el enfrentamiento de dos bandas sindicales. A los tiros.

Nadie en el mundo se sorprendió menos con esos hechos que la ciudadanía argentina. Porque nosotros sabemos que peronismo es sinónimo de violencia. Juan Perón accedió a la vida política luego de un golpe militar que desalojó al presidente constitucional. Entre 1945 y 1955, Perón ejerció el poder con violencia; hubo maltrato para los adversarios políticos, los medios de comunicación; la iglesia.
En los ´70, cuando volvió a gobernar la nación, el peronismo fue nido de los movimientos terroristas que sembraron violencia y muerte. Entonces, a nadie tomó por sorpresa que el lenguaje del peronismo en el poder hoy siguiera rimando con tiros, golpes y piedras.

El día siguiente a los desmanes fue un desfile de señores enojadísimos, catarata de opiniones, comentarios, advertencias, pronósticos, análisis y, por supuesto, políticos enojados, sindicalistas enojados, opositores enojados y oficialistas enojados. Resultaría casi ofensivo apelar al salvajismo de los peronistas para probar el talento de McLuhan, pero citarlo se hace inevitable en esta oportunidad: "la indignación moral es la estrategia adecuada para revestir de dignidad al idiota".

A todo esto, ni el gobernador de la provincia donde ocurrían los hechos ni el presidente de la Nación se hicieron presentes, lo que agregó sabor a cobardía al “déjà vous” que la sociedad veía por televisión. La única diferencia con 1974 fue el color de la pantalla. Eso nos indicó que el mundo era otro y que el peronismo era el mismo de siempre.

Las presencias anunciadas del Presidente de la República y del Gobernador de Buenos Aires contrastaron con sus ausencias previsibles. Era 17 de octubre y se conmemoraba “El Día de la Lealtad Peronista”. Algún observador, cáustico, lo evaluó lógico. Kirchner y Solá pueden festejar casi cualquier cosa pero la lealtad es una actitud del carácter que les es completamente ajena.

La violencia se desató nuevamente en el seno de la sociedad argentina. Ojalá no sea la excusa para evitar las elecciones del año próximo en esta carrera hacia el poder concentrado con el que Néstor Kirchner sueña ya sin ningún disimulo.

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