Néstor Kirchner ha decidido mantener altos los índices de su popularidad de la peor manera: con alucinógenos. La población argentina, a la que no le cuesta mucho dejarse seducir por la vida fácil, vive hoy una expansión económica ficticia. El cóctel explosivo de medidas que consume la sociedad pronostica, más temprano que tarde, un desenlace inevitablemente ingrato.
La foto de la economía argentina tiene muchos ingredientes: las tarifas de los servicios públicos congeladas en niveles ridículos desde la devaluación de la moneda, hace tres años; asfixiante presión tributaria; métodos confiscatorios de recaudación; naftas subsidiadas al extremo de convertirlas en las más baratas del planeta; gas subsidiado; transporte público subsidiado; gruesos deficits provinciales sostenidos por fondos federales; control de precios; manejo discrecional del presupuesto nacional; falta de garantías para la inversión; incumplimiento de los contratos; inflación reprimida; generosa emisión monetaria y periódicos aumentos salariales lo que determina una economía drogada a fuerza de consumo y recaudación.
Sin embargo y a pesar del prusiano seguimiento de las variables por parte de los funcionarios políticos dedicados a ese efecto, la realidad -para no mencionar el mercado, que tanto irrita al peronismo- insiste con imponer su propia dinámica. Y lo hace. Así, las cosas no siempre salen como Kirchner y sus hombres quisieran.
Las preferencias políticas argentinas son particularmente volátiles. Hemos presenciado la fuga de votos en plazos cortísimos. El argentino pasa del amor al desprecio con velocidad juvenil; por eso es difícil entender que los políticos repitan, uno tras otro, el error de creer que los venerarán por siempre.
Néstor Kirchner llegó a la presidencia de la nación con un anoréxico 22% de votos. Un año después las encuestas le otorgaban más del 80% de aprobación. La gente estaba encantada con él. Luego perdió algunos puntos, aunque mantuvo una aceptación notablemente alta. Hasta hoy.
Las últimas mediciones indican que tanto la intención de voto como la imagen de su gestión han sufrido una erosión seria. Por primera vez a lo largo de su mandato, la primera desciende por debajo del 50% y la otra, perdió entre 20 y 25 puntos.
Acompañado hasta acá de buena fortuna, apoyo popular masivo, condiciones internacionales excepcionalmente favorables, tolerancia poco menos que infinita de los acreedores externos; inexistencia de oposición política y complacencia de los medios de comunicación. Así y todo, hemos asistido a un Kirchner de tolerancia escasa, modales dudosamente corteses, beligerante, agresivo y rencoroso. Los analistas se preguntan cuáles serán las reacciones de un Kirchner enojado, por ejemplo, en medio de alguna de las tormentas que se avecinan.
lunes, 30 de octubre de 2006
sábado, 21 de octubre de 2006
Argentina es una película en blanco y negro
Hace 32 años, cuando Juan Domingo Perón volvió a la Argentina después de su largo exilio, los actos organizados para recibirlo terminaron en una masacre. Militantes peronistas de facciones sindicales antagónicas se enfrentaron a tiros y dejaron un saldo de decenas de muertos y heridos.
El mundo cambió. Hubo guerras nuevas; descubrimientos científicos; viajes espaciales; desarrollos tecnológicos asombrosos; modificación del mapa político del planeta; crecimiento de nuevas industrias; achicamiento del mundo por la explosión de las comunicaciones y la Argentina acaba de presenciar, 32 años después de aquella matanza, un episodio similar alrededor del mismo protagonista.
La poderosa confederación obrera nacional, incondicional del presidente Kirchner, organizó el traslado de los restos de Perón a la casa-quinta en la que residió y que constituye un símbolo de aquella época. Pero el homenaje terminó, como 32 años atrás, con el enfrentamiento de dos bandas sindicales. A los tiros.
Nadie en el mundo se sorprendió menos con esos hechos que la ciudadanía argentina. Porque nosotros sabemos que peronismo es sinónimo de violencia. Juan Perón accedió a la vida política luego de un golpe militar que desalojó al presidente constitucional. Entre 1945 y 1955, Perón ejerció el poder con violencia; hubo maltrato para los adversarios políticos, los medios de comunicación; la iglesia.
En los ´70, cuando volvió a gobernar la nación, el peronismo fue nido de los movimientos terroristas que sembraron violencia y muerte. Entonces, a nadie tomó por sorpresa que el lenguaje del peronismo en el poder hoy siguiera rimando con tiros, golpes y piedras.
El día siguiente a los desmanes fue un desfile de señores enojadísimos, catarata de opiniones, comentarios, advertencias, pronósticos, análisis y, por supuesto, políticos enojados, sindicalistas enojados, opositores enojados y oficialistas enojados. Resultaría casi ofensivo apelar al salvajismo de los peronistas para probar el talento de McLuhan, pero citarlo se hace inevitable en esta oportunidad: "la indignación moral es la estrategia adecuada para revestir de dignidad al idiota".
A todo esto, ni el gobernador de la provincia donde ocurrían los hechos ni el presidente de la Nación se hicieron presentes, lo que agregó sabor a cobardía al “déjà vous” que la sociedad veía por televisión. La única diferencia con 1974 fue el color de la pantalla. Eso nos indicó que el mundo era otro y que el peronismo era el mismo de siempre.
Las presencias anunciadas del Presidente de la República y del Gobernador de Buenos Aires contrastaron con sus ausencias previsibles. Era 17 de octubre y se conmemoraba “El Día de la Lealtad Peronista”. Algún observador, cáustico, lo evaluó lógico. Kirchner y Solá pueden festejar casi cualquier cosa pero la lealtad es una actitud del carácter que les es completamente ajena.
La violencia se desató nuevamente en el seno de la sociedad argentina. Ojalá no sea la excusa para evitar las elecciones del año próximo en esta carrera hacia el poder concentrado con el que Néstor Kirchner sueña ya sin ningún disimulo.
El mundo cambió. Hubo guerras nuevas; descubrimientos científicos; viajes espaciales; desarrollos tecnológicos asombrosos; modificación del mapa político del planeta; crecimiento de nuevas industrias; achicamiento del mundo por la explosión de las comunicaciones y la Argentina acaba de presenciar, 32 años después de aquella matanza, un episodio similar alrededor del mismo protagonista.
La poderosa confederación obrera nacional, incondicional del presidente Kirchner, organizó el traslado de los restos de Perón a la casa-quinta en la que residió y que constituye un símbolo de aquella época. Pero el homenaje terminó, como 32 años atrás, con el enfrentamiento de dos bandas sindicales. A los tiros.
Nadie en el mundo se sorprendió menos con esos hechos que la ciudadanía argentina. Porque nosotros sabemos que peronismo es sinónimo de violencia. Juan Perón accedió a la vida política luego de un golpe militar que desalojó al presidente constitucional. Entre 1945 y 1955, Perón ejerció el poder con violencia; hubo maltrato para los adversarios políticos, los medios de comunicación; la iglesia.
En los ´70, cuando volvió a gobernar la nación, el peronismo fue nido de los movimientos terroristas que sembraron violencia y muerte. Entonces, a nadie tomó por sorpresa que el lenguaje del peronismo en el poder hoy siguiera rimando con tiros, golpes y piedras.
El día siguiente a los desmanes fue un desfile de señores enojadísimos, catarata de opiniones, comentarios, advertencias, pronósticos, análisis y, por supuesto, políticos enojados, sindicalistas enojados, opositores enojados y oficialistas enojados. Resultaría casi ofensivo apelar al salvajismo de los peronistas para probar el talento de McLuhan, pero citarlo se hace inevitable en esta oportunidad: "la indignación moral es la estrategia adecuada para revestir de dignidad al idiota".
A todo esto, ni el gobernador de la provincia donde ocurrían los hechos ni el presidente de la Nación se hicieron presentes, lo que agregó sabor a cobardía al “déjà vous” que la sociedad veía por televisión. La única diferencia con 1974 fue el color de la pantalla. Eso nos indicó que el mundo era otro y que el peronismo era el mismo de siempre.
Las presencias anunciadas del Presidente de la República y del Gobernador de Buenos Aires contrastaron con sus ausencias previsibles. Era 17 de octubre y se conmemoraba “El Día de la Lealtad Peronista”. Algún observador, cáustico, lo evaluó lógico. Kirchner y Solá pueden festejar casi cualquier cosa pero la lealtad es una actitud del carácter que les es completamente ajena.
La violencia se desató nuevamente en el seno de la sociedad argentina. Ojalá no sea la excusa para evitar las elecciones del año próximo en esta carrera hacia el poder concentrado con el que Néstor Kirchner sueña ya sin ningún disimulo.
lunes, 16 de octubre de 2006
La Argentina se Prepara para el Desabastecimiento
Después de tres años de tarifas congeladas a precios ridículamente bajos, la Argentina ha consumido sus reservas de casi todo. Basta el ejemplo de la energía para demostrar que este país es un eterno péndulo: la década anterior habíamos alcanzado el autoabastecimiento de gas y petróleo mientras que hoy estamos importando ambos. Hasta los pronósticos más optimistas consideran inevitable una crisis energética que se viene anunciando hace meses y que se haría efectiva entre fines de este año y principios del próximo.
La encrucijada empresaria actual se concentra en definir qué empresa está dispuesta a seguir subsidiando la tarifa impuesta por el gobierno argentino, para que la población consuma el petróleo más barato del planeta: 0,60 centavos de dólar el litro. Esto significa trabajar a pérdida y descartar las inversiones para exploración, actividad sin la cual el conflicto del desabastecimiento no puede sino agravarse.
Otra curiosidad: granos y carne vacuna son sinónimo de exportaciones argentinas tradicionales. En la actualidad, pesan sobre ambos sectores productivos voluminosos impuestos y retenciones que confiscan gran parte del rendimiento y desalientan inversiones. Ante la fluctuación de los precios internacionales, el gobierno argentino reaccionó con una prohibición a las exportaciones ganaderas a fin de abortar cualquier suba de precios en el mercado local; rápidamente logró el efecto deseado, esto es una caída de los precios internos por el aumento de la oferta pero a costa del incumplimiento de los compromisos asumidos por los exportadores en el exterior. Hace casi un año que las asociaciones de productores reclaman la apertura económica y ante la actitud inflexible de las autoridades, han recurrido a diversas expresiones de protesta, con el perjuicio económico que acarrea siempre ese tipo de conflictos.
Por otra parte, las malas cosechas de trigo que registraron este año los principales países productores a nivel mundial está encareciendo el precio. La Argentina también disminuyó los volúmenes históricos de cosecha, en parte alentada por la moda pasajera de reemplazar la siembra de trigo por soja pero, a diferencia del resto del mundo, la administración Kirchner espera neutralizar la suba con más controles de precios. A un año de las elecciones en las que se perfila como candidato a obtener su reelección, el presidente se niega a aceptar una realidad tan poco popular como sería el aumento del pan.
Sin embargo y a pesar de las restricciones y amenazas, los precios continúan en ascenso y la inflación, contenida y maquillada por las autoridades, goza de muy buena salud y sigue su camino ascendente.
Frente a ello, el original secretario de Comercio, que entre sus características personales cuenta con la de circular armado aún en reuniones oficiales, acaba de revivir la tristemente célebre Ley de Abastecimiento que data de 1974 y que contempla una variedad de sanciones que van desde multas, clausuras, arresto para los infractores hasta decomiso de las mercaderías o inhabilitación para el uso y renovación de créditos bancarios a quienes incumplan con los precios convenidos con el gobierno.
Para asegurarse del estricto cumplimiento de sus órdenes el funcionario, a quien apodan el “Sheriff”, dispondrá de un ejército de inspectores que saldrá a la calle en las próximas horas porque la administración Kirchner confía en la intervención estatal para disciplinar al mercado.
Mientras en los despachos oficiales se perfeccionan esos mecanismos, la población hace cola para mantener lleno el tanque de combustible de sus autos y compra provisiones en el intento de escaparle a la experiencia no tan lejana del desabastecimiento, los sobreprecios y el mercado negro.
María Zaldívar
La encrucijada empresaria actual se concentra en definir qué empresa está dispuesta a seguir subsidiando la tarifa impuesta por el gobierno argentino, para que la población consuma el petróleo más barato del planeta: 0,60 centavos de dólar el litro. Esto significa trabajar a pérdida y descartar las inversiones para exploración, actividad sin la cual el conflicto del desabastecimiento no puede sino agravarse.
Otra curiosidad: granos y carne vacuna son sinónimo de exportaciones argentinas tradicionales. En la actualidad, pesan sobre ambos sectores productivos voluminosos impuestos y retenciones que confiscan gran parte del rendimiento y desalientan inversiones. Ante la fluctuación de los precios internacionales, el gobierno argentino reaccionó con una prohibición a las exportaciones ganaderas a fin de abortar cualquier suba de precios en el mercado local; rápidamente logró el efecto deseado, esto es una caída de los precios internos por el aumento de la oferta pero a costa del incumplimiento de los compromisos asumidos por los exportadores en el exterior. Hace casi un año que las asociaciones de productores reclaman la apertura económica y ante la actitud inflexible de las autoridades, han recurrido a diversas expresiones de protesta, con el perjuicio económico que acarrea siempre ese tipo de conflictos.
Por otra parte, las malas cosechas de trigo que registraron este año los principales países productores a nivel mundial está encareciendo el precio. La Argentina también disminuyó los volúmenes históricos de cosecha, en parte alentada por la moda pasajera de reemplazar la siembra de trigo por soja pero, a diferencia del resto del mundo, la administración Kirchner espera neutralizar la suba con más controles de precios. A un año de las elecciones en las que se perfila como candidato a obtener su reelección, el presidente se niega a aceptar una realidad tan poco popular como sería el aumento del pan.
Sin embargo y a pesar de las restricciones y amenazas, los precios continúan en ascenso y la inflación, contenida y maquillada por las autoridades, goza de muy buena salud y sigue su camino ascendente.
Frente a ello, el original secretario de Comercio, que entre sus características personales cuenta con la de circular armado aún en reuniones oficiales, acaba de revivir la tristemente célebre Ley de Abastecimiento que data de 1974 y que contempla una variedad de sanciones que van desde multas, clausuras, arresto para los infractores hasta decomiso de las mercaderías o inhabilitación para el uso y renovación de créditos bancarios a quienes incumplan con los precios convenidos con el gobierno.
Para asegurarse del estricto cumplimiento de sus órdenes el funcionario, a quien apodan el “Sheriff”, dispondrá de un ejército de inspectores que saldrá a la calle en las próximas horas porque la administración Kirchner confía en la intervención estatal para disciplinar al mercado.
Mientras en los despachos oficiales se perfeccionan esos mecanismos, la población hace cola para mantener lleno el tanque de combustible de sus autos y compra provisiones en el intento de escaparle a la experiencia no tan lejana del desabastecimiento, los sobreprecios y el mercado negro.
María Zaldívar
martes, 10 de octubre de 2006
Sobisch
(Carta de lectores publicada por el diario "La Nación" 17-08-2006)
Señor Director:
"Los errores recurrentes de asociación (política) que teje el gobernador Sobisch en la Capital llevan a concluir que tal vez sea cierto que el Sur queda demasiado lejos de Buenos Aires y que eso dificulta el diagnóstico correcto. Así podría explicarse también la mudanza de incondicionales que hizo el presidente Kirchner a la hora de desembarcar en Balcarce 50.
"La anunciada alianza del bienintencionado mandatario neuquino con la Ucedé, luego de fallar en similares intentos con el cavallismo y el menemismo porteños, será su tercer fallido, por varios motivos. El primero, porque la Ucedé se ha transformado en un sello de goma sin existencia real. Luego, porque pretender despegarla de su protagonismo en la década última es un contrasentido y una deslealtad de su actual titular, Jorge Pereyra de Olazábal, quien debe a esos años y a María Julia Alsogaray su participación en cargos públicos y partidarios.
"Cabe avisarle a Sobisch que quien lo paseará por el mundo es el mismo que pasea a la senadora Kirchner y al ministro De Vido por si no quiere confundir al mundo, donde se le llama «tránsfuga» al que cambia de ubicación política según las conveniencias coyunturales.
"Es curioso que quienes no fueron militantes activos hablen hoy de la Ucedé nueva como si conocieran lo que fue la real. A fines de los 80 y principios de los 90 miles de jóvenes hubiéramos agradecido el apoyo de un lobbysta como el actual presidente de la nueva Ucedé, cuando repartíamos propaganda partidaria. En las esquinas más diversas de Buenos Aires nos acompañaron el ingeniero Alsogaray, su hija (hasta que se desafilió en 1991) y otros dirigentes, entre los que Pereyra brilló por su ausencia, probablemente atascado en los despachos oficiales por los que desfiló del brazo de Erman González, Jorge Domínguez y Carlos Menem. O después, como presidente del aeropuerto de Neuquén.
"Desacreditados los funcionarios públicos, los legisladores y los políticos, queda el periodismo para colaborar con quienes quieran refrescar la historia reciente, y el legajo o el prontuario de sus protagonistas."
María Zaldívar
Periodista
Señor Director:
"Los errores recurrentes de asociación (política) que teje el gobernador Sobisch en la Capital llevan a concluir que tal vez sea cierto que el Sur queda demasiado lejos de Buenos Aires y que eso dificulta el diagnóstico correcto. Así podría explicarse también la mudanza de incondicionales que hizo el presidente Kirchner a la hora de desembarcar en Balcarce 50.
"La anunciada alianza del bienintencionado mandatario neuquino con la Ucedé, luego de fallar en similares intentos con el cavallismo y el menemismo porteños, será su tercer fallido, por varios motivos. El primero, porque la Ucedé se ha transformado en un sello de goma sin existencia real. Luego, porque pretender despegarla de su protagonismo en la década última es un contrasentido y una deslealtad de su actual titular, Jorge Pereyra de Olazábal, quien debe a esos años y a María Julia Alsogaray su participación en cargos públicos y partidarios.
"Cabe avisarle a Sobisch que quien lo paseará por el mundo es el mismo que pasea a la senadora Kirchner y al ministro De Vido por si no quiere confundir al mundo, donde se le llama «tránsfuga» al que cambia de ubicación política según las conveniencias coyunturales.
"Es curioso que quienes no fueron militantes activos hablen hoy de la Ucedé nueva como si conocieran lo que fue la real. A fines de los 80 y principios de los 90 miles de jóvenes hubiéramos agradecido el apoyo de un lobbysta como el actual presidente de la nueva Ucedé, cuando repartíamos propaganda partidaria. En las esquinas más diversas de Buenos Aires nos acompañaron el ingeniero Alsogaray, su hija (hasta que se desafilió en 1991) y otros dirigentes, entre los que Pereyra brilló por su ausencia, probablemente atascado en los despachos oficiales por los que desfiló del brazo de Erman González, Jorge Domínguez y Carlos Menem. O después, como presidente del aeropuerto de Neuquén.
"Desacreditados los funcionarios públicos, los legisladores y los políticos, queda el periodismo para colaborar con quienes quieran refrescar la historia reciente, y el legajo o el prontuario de sus protagonistas."
María Zaldívar
Periodista
lunes, 9 de octubre de 2006
Kirchner es conflicto-dependiente
A tres años de su llegada a la presidencia, el enfrentamiento parece ser una política de estado para el presidente Néstor Kirchner, o una necesidad biológica de su personalidad. En el plano internacional, se ha disgustado con casi todos los países de la región; elevó innecesariamente el tono del disenso con Estados Unidos; criticó a los organismos multilaterales de crédito en el contexto de una estrategia pasada de moda que intenta la falacia de una victimización regional de Latinoamérica como objeto vilmente exprimido por los países ricos. Kirchner ha logrado aislar a la Argentina del resto del mundo.
Internamente también alentó desde el comienzo los enfrentamientos entre sectores y personas. Discrepó sin tolerancia republicana con opositores, empresarios, políticos, académicos y periodistas. Destrató a los miembros de las fuerzas armadas y de seguridad; criticó con dureza las administraciones que lo precedieron y hasta se peleó con Eduardo Duhalde, el dirigente cuyo respaldo hizo posible su llegada al poder. Descalificó una a una las críticas a su autoritaria conducción política y revivió un clima de intolerancia colectiva que hace peligrar la convivencia pacífica de la sociedad. Su blanco más reciente es la jerarquía eclesiástica a la que fustiga sin mesura desde los palcos armados para la propaganda política de su administración.
El presidente Kirchner no puede gestionar en la paz. O no sabe pero lo cierto es que necesita del conflicto para la acción política y eso es una grave deformación. La Argentina ya vivió el enfrentamiento
civil armado y la obligación de la dirigencia política es superar los episodios trágicos de nuestra historia reciente. Kirchner los aviva peligrosamente. La pregunta que cabe es ¿para qué? ¿Para qué alienta viejos rencores? ¿Qué busca obtener el Presidente con la reedición de odios?
En los años ´70, cuando el terrorismo subversivo instalaba el miedo en la sociedad argentina a través de una ola de violencia inédita en América Latina, cayeron miles de personas. En esa guerra, en la que las fuerzas armadas defendieron a la población civil para evitar la instalación de un gobierno marxista y la disolución de las instituciones republicanas, hubo dos bandos definidos pero Néstor Kirchner no perteneció a ninguno. No militaba en las filas de las guerrillas urbanas ni integró las fuerzas leales. No arriesgó su vida por las instituciones ni contra ellas. No apoyó la defensa del sistema ni se armó para destruirlo como hicieron los combatientes guerrilleros. No se escuchó su voz a favor ni en contra de ninguno. Por eso hoy, 30 años después, parece una impostura su pretensión de elegir bando.
Es una impostura pero, lo más grave, resulta que ahora es el presidente de la nación. Ahora no puede elegir un bando y ejercer la injusticia y la arbitrariedad desde su posición de poder y es precisamente lo que viene haciendo desde que llegó a la Casa Rosada. El presidente argentino construye su poder a partir del desencuentro y debería saber que, si bien es una técnica que ofrece resultados inmediatos porque se reina mientras se divide, la historia enseña que quien siembra vientos, inexorablemente, recoge tempestades.
Internamente también alentó desde el comienzo los enfrentamientos entre sectores y personas. Discrepó sin tolerancia republicana con opositores, empresarios, políticos, académicos y periodistas. Destrató a los miembros de las fuerzas armadas y de seguridad; criticó con dureza las administraciones que lo precedieron y hasta se peleó con Eduardo Duhalde, el dirigente cuyo respaldo hizo posible su llegada al poder. Descalificó una a una las críticas a su autoritaria conducción política y revivió un clima de intolerancia colectiva que hace peligrar la convivencia pacífica de la sociedad. Su blanco más reciente es la jerarquía eclesiástica a la que fustiga sin mesura desde los palcos armados para la propaganda política de su administración.
El presidente Kirchner no puede gestionar en la paz. O no sabe pero lo cierto es que necesita del conflicto para la acción política y eso es una grave deformación. La Argentina ya vivió el enfrentamiento
civil armado y la obligación de la dirigencia política es superar los episodios trágicos de nuestra historia reciente. Kirchner los aviva peligrosamente. La pregunta que cabe es ¿para qué? ¿Para qué alienta viejos rencores? ¿Qué busca obtener el Presidente con la reedición de odios?
En los años ´70, cuando el terrorismo subversivo instalaba el miedo en la sociedad argentina a través de una ola de violencia inédita en América Latina, cayeron miles de personas. En esa guerra, en la que las fuerzas armadas defendieron a la población civil para evitar la instalación de un gobierno marxista y la disolución de las instituciones republicanas, hubo dos bandos definidos pero Néstor Kirchner no perteneció a ninguno. No militaba en las filas de las guerrillas urbanas ni integró las fuerzas leales. No arriesgó su vida por las instituciones ni contra ellas. No apoyó la defensa del sistema ni se armó para destruirlo como hicieron los combatientes guerrilleros. No se escuchó su voz a favor ni en contra de ninguno. Por eso hoy, 30 años después, parece una impostura su pretensión de elegir bando.
Es una impostura pero, lo más grave, resulta que ahora es el presidente de la nación. Ahora no puede elegir un bando y ejercer la injusticia y la arbitrariedad desde su posición de poder y es precisamente lo que viene haciendo desde que llegó a la Casa Rosada. El presidente argentino construye su poder a partir del desencuentro y debería saber que, si bien es una técnica que ofrece resultados inmediatos porque se reina mientras se divide, la historia enseña que quien siembra vientos, inexorablemente, recoge tempestades.
lunes, 2 de octubre de 2006
“Quiero que Ganen Mucha Plata”
Ese fue el mensaje tranquilizadoramente capitalista que el presidente argentino envió en Wall Street a los inversores cuyos miedos tienen que ver con el parecido, y no físico, de Néstor Kirchner con Hugo Chávez.
Está comprobado que ambos se simpatizan, que disfrutan tirando las orejas de los Estados Unidos en público y si es geográficamente dentro de ese país, mejor y que denostan el modelo de vida del norte; se sabe también que ambos prefieren los coros de una sola voz, desconfían del disenso, de la prensa crítica, de la justicia independiente y de los mandatos de tiempo limitado. El mundo de negocios conoce las preferencias de ambos por los precios controlados, por las leyes controladas, por la información controlada, por los funcionarios controlados y por sus respectivas vocaciones de controladores.
Néstor Kirchner mantiene congeladas las tarifas de servicios públicos hace casi tres años pero paga sobreprecios por el gas boliviano; deposita el superavit de la provincia de Santa Cruz en el exterior pero pide al mundo inversiones para la Argentina; compra petróleo venezolano a valores internacionales pero prohíbe los aumentos en el mercado local; pondera la democracia pero reclama poderes especiales para el Ejecutivo; incumple los contratos firmados pero proclama la existencia de seguridad jurídica en la Argentina; se dice capitalista pero impulsa el ingreso de Venezuela al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La reacción oficial a la crisis energética que padece la Argentina es curiosa y lamentable. En principio, las autoridades niegan la escasez de combustibles; sin embargo, presionan a las compañías para evitar el desabastecimiento con cualquier recurso excepto aumento de precios y reclaman a los usuarios la reducción del consumo. La empresa Shell acaba de anunciar el lanzamiento de un gasoil de mejor calidad que los de plaza a un precio superior al acordado con los funcionarios de Economía para el que se ofrece en la actualidad. Como esos números impactan negativamente en el IPC (Indice de Precios al Consumidor) y elevan el índice de inflación, el gobierno se opone a que el producto mencionado se ofrezca al mercado en este momento. Para evitarlo amenazaron a la empresa con costosas sanciones que terminaron convenciendo a Shell sobre la conveniencia de acatar la orden oficial.
¿Ese es el modelo de incentivos elegido por la administración Kirchner? ¿Esto es lo que él considera un clima de negocios “capitalista”? ¿Así entienden las autoridades argentinas que se alienta el ingreso de capitales? ¿Supone el presidente que por ese camino las empresas se entusiasmarán con radicarse en el país?
El clima político, enrarecido en las últimas semanas con nuevos secuestros y amenazas a dos de los periodistas más prestigiosos del país, conspiran contra el voluntarismo presidencial. Nada indica que el gobierno esté administrando la cosa pública para que las empresas “ganen mucha plata”. El miedo y la desconfianza, la inseguridad y las persecuciones son la mejor medicina para la fuga y no la radicación de capitales.
En definitiva, ¿quién será el objeto de su engaño: los inversores extranjeros, la sociedad argentina, él mismo o los tres, sin distinciones?
Está comprobado que ambos se simpatizan, que disfrutan tirando las orejas de los Estados Unidos en público y si es geográficamente dentro de ese país, mejor y que denostan el modelo de vida del norte; se sabe también que ambos prefieren los coros de una sola voz, desconfían del disenso, de la prensa crítica, de la justicia independiente y de los mandatos de tiempo limitado. El mundo de negocios conoce las preferencias de ambos por los precios controlados, por las leyes controladas, por la información controlada, por los funcionarios controlados y por sus respectivas vocaciones de controladores.
Néstor Kirchner mantiene congeladas las tarifas de servicios públicos hace casi tres años pero paga sobreprecios por el gas boliviano; deposita el superavit de la provincia de Santa Cruz en el exterior pero pide al mundo inversiones para la Argentina; compra petróleo venezolano a valores internacionales pero prohíbe los aumentos en el mercado local; pondera la democracia pero reclama poderes especiales para el Ejecutivo; incumple los contratos firmados pero proclama la existencia de seguridad jurídica en la Argentina; se dice capitalista pero impulsa el ingreso de Venezuela al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La reacción oficial a la crisis energética que padece la Argentina es curiosa y lamentable. En principio, las autoridades niegan la escasez de combustibles; sin embargo, presionan a las compañías para evitar el desabastecimiento con cualquier recurso excepto aumento de precios y reclaman a los usuarios la reducción del consumo. La empresa Shell acaba de anunciar el lanzamiento de un gasoil de mejor calidad que los de plaza a un precio superior al acordado con los funcionarios de Economía para el que se ofrece en la actualidad. Como esos números impactan negativamente en el IPC (Indice de Precios al Consumidor) y elevan el índice de inflación, el gobierno se opone a que el producto mencionado se ofrezca al mercado en este momento. Para evitarlo amenazaron a la empresa con costosas sanciones que terminaron convenciendo a Shell sobre la conveniencia de acatar la orden oficial.
¿Ese es el modelo de incentivos elegido por la administración Kirchner? ¿Esto es lo que él considera un clima de negocios “capitalista”? ¿Así entienden las autoridades argentinas que se alienta el ingreso de capitales? ¿Supone el presidente que por ese camino las empresas se entusiasmarán con radicarse en el país?
El clima político, enrarecido en las últimas semanas con nuevos secuestros y amenazas a dos de los periodistas más prestigiosos del país, conspiran contra el voluntarismo presidencial. Nada indica que el gobierno esté administrando la cosa pública para que las empresas “ganen mucha plata”. El miedo y la desconfianza, la inseguridad y las persecuciones son la mejor medicina para la fuga y no la radicación de capitales.
En definitiva, ¿quién será el objeto de su engaño: los inversores extranjeros, la sociedad argentina, él mismo o los tres, sin distinciones?
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